
Pocas veces la vida ofrece oportunidades para redimirse y la situación que se vive en los Halcones de Atlanta parece la ideal para que Kirk Cousins, el suplente más caro de la historia en la NFL (180 mdd), recupere lo que un día fue suyo: el protagonismo en el campo, la batuta de un equipo y el reconocimiento como un buen quarterback.
Es verdad que con 37 años y una lesión en el talón de Aquiles (supuestamente curada por completo) la tarea no será tan fácil como cuando fue un agente libre muy cotizado tras su paso de Washington a Minnesota, pero Cousins sabe que es ahora o nunca.
La noticia de que Michael Penix, el titular de Atlanta, queda fuera por toda la temporada ante una posible lesión grave del ligamento cruzado anterior en rodilla (que ya lo instaló en la lista de lesionados), con aún seis juegos por delante en la campaña, abre una inigualable ventana para que Cousins trate de rescatar la temporada de los Halcones dentro de lo posible.
A RESCATAR LA TEMPORADA
Se antoja complicado meterse a la lucha por los playoffs a estas alturas en que el equipo está tres juegos abajo de los líderes de la división Sur de la NFC. Tampa Bay y Carolina acumulan seis triunfos cada uno, pero un buen cierre podría generar al menos un récord ganador al final de la temporada. Atlanta ostenta una marca de 3-7
Ha participado en tres encuentros en lo que va de esta campaña, sólo uno como abridor, y aunque perdió en las tres ocasiones, sorprendió que su porcentaje de efectividad se ha mantenido en su rango habitual, por encima del 62 por ciento, nada mal para un oxidado suplente.
OTRO RESPONSABLE
De hecho, cabe destacar que es una estadística que incluso es mejor que la del titular Penix, quien promedia menos del 60 por ciento en dos años con Atlanta, lo que nos lleva a pensar que quizá no toda la culpa de la baja de juego que llevó a la banca a Cousins fue de él, sino de Zac Robinson, el coordinador ofensivo de los Halcones, quien ya en su segunda campaña al mando del ataque no ha sabido explotar de manera importante a las piezas que tiene a la ofensiva como Bijan Robinson, Kyle Ptts y Drake London como lo hizo hace un año.
Lo anterior es de llamar la atención, pues en 2024, en que el ataque de Atlanta fue liderado tanto por Cousins como por Phenix, se ubicó como el sexto mejor en yardas por juego.
Robinson no es un improvisado ni un autodidacta, tuvo una gran escuela y tutor en los Carneros de Los Angeles bajo la batuta de Sean McVay, donde Robinson era el coordinador de juego aéreo de los Carneros, algo nada sencillo si nos detenemos a pensar en qué clase de juego le gusta a McVay y al quarterbacks Matthew Stafford.
Sin duda, el reto de rescatar la temporada se antoja revelador no sólo para Cousins, sino también para este coordinador ofensivo, quien debe encontrar la manera de sacar el juego que aún le queda al veterano mariscal de campo.
UNA HISTORIA DIFERENTE
De hecho, la situación de este pasador se asemeja a la de otro que quizá no pudo aprovechar las oportunidades que le dio la vida en el campo, me refiero a Russell Wilson, quien tras su salida de Seattle, y su paso por Denver, Pittsburgh y ahora en NY Gigantes, ha quedado claro que su carrera se acabó.
Si el coordinador ofensivo sabe arropar a Cousins con las armas ofensivas que enumeramos, el veterano podría ser un buen administrador de juego y dejar que la generación de yardas y peligro al ataque recaiga en sus compañeros, algo como lo que ha hecho Joe Flacco en Cincinnati con Jamar Chasse y Tee Higgins.
Y como ya lo hemos comentado en otras ocasiones, jugadores como Kirk Cousins, que tienen más que asegurada su vida en términos económicos, permanecen en este deporte por el orgullo y protagonismo, por ese necesidad personal de demostrarse a si mismos que aún pueden liderar un equipo.
Es cierto que tiene 37 años, pero a estas alturas con los avances de la medicina, la metodología deportiva y cuidados personales, una edad como esa ya no es inconveniente ni freno para pensar que es imposible lo que pretende. Actualmente, los quarterbacks pueden mantener un estupendo nivel más allá de los 30 años.
Recuerdo que en una ocasión Terry Bradshaw, ese fantástico quarterback de Pittsburgh, señaló que la verdadera madurez mental de un mariscal de campo llega después de los 30 años, y no se equivocó; su mejor nivel lo mostró a esa edad, sus dos últimos Super Bowls los ganó con 30 y 31 años a un nivel excelso. Fue una lástima que una lesión del codo muy mal tratada y cuidada lo obligara a decir adiós a los 35 años. El tipo estaba entero, era un roble.