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La semilla de la cultura ganadora en la NFL

"Sólo los líderes de verdad logran sembrar esa semilla de la cultura ganadora" NFL

Muchas personas se preguntan cuál es la razón por la que hay equipos que de una temporada a otra comienzan a ganar, aprenden a ganar. Uno de los argumentos es la llamada cultura ganadora, y aunque pareciera más un asunto de convencimiento, hay que reconocer que es una realidad. Cada año se escribe una historia de este tipo, y en 2025 hay dos equipos que lo están experimentando: Chicago y Nueva Inglaterra.

Por más increíble que parezca ambos son los sembrados número uno en sus respectivas Conferencias, y lo más llamativo de todo es que son prácticamente el mismo plantel, sólo un factor cambió: el entrenador en jefe.

Si, centrémonos en los Osos, donde la única razón de este resurgimiento es la llegada de Ben Johnson, su nuevo head coach, quien fue un eminente coordinador ofensivo en Detroit hasta el año anterior.

UN VERDADERO LÍDER

Varios son los factores a considerar, sin embargo, dos son esenciales: el conocimiento del juego y el convencimiento del entrenador para inyectar esa cultura ganadora. La directiva de los Osos de Chicago dio un golpe maestro al robarle el coordinador y cerebro ofensivo a un rival divisional; la prueba es clara, los Osos crecieron ofensivamente y los Leones no encuentran la consistencia que los hizo poderosos y favoritos las últimas dos campañas.

Los grandes líderes no son aquellos que gritan, avientan el plan de juego al piso o incluso sarandean a sus jugadores, como una vez lo hizo Mike Ditka con los Osos al tomar de la barra al quarterback Mike Tomczak para reprenderlo.

Esos líderes duran poco, porque no convencen a sus jugadores, sólo imponen condiciones en vez de motivar o inspirar.

Johnson logró eso en Detroit, no sólo pudo instaurar su audaz sistema ofensivo, sino que lo más importante aún, infundió confianza en sus jugadores. A un pasador que se encontraba con la confianza por los suelos. como Jared Goff, lo rehizo para transformarlo en uno de los más certeros de la Liga.

Goff llegó con la etiqueta de desecho procedente de los Carneros, toda vez que ni siquiera le informaron de manera personal que había sido cambiado a Detroit por Matthew Stafford. Apenas y un mensaje fue su notificación.

Fue Johnson quien se encargó de que este mariscal recobrara la confianza, y fue Johnson quien hizo de los Leones un ataque vistoso, entretenido, efectivo y ganador, justamente lo que ahora más se busca en la NFL.

Como ya dijimos, la prueba de su valía es que la ofensiva de Detroit no puede ser la misma sin él al mando.

CON SELLO PROPIO

Ahora en Chicago, este nuevo head coach ha llegado con esa llamada cultura o filosofía ganadora, que no se compra en ningún lugar, se trae, quizá se aprende a pulir, pero no más. Con un diamante en bruto, como lo es el pasador Caleb Williams, Johnson está cimentando su obra con su sello personal.

En Detroit debía obedecer las órdenes del coach Dan Campbell, ahora no; él tiene la última palabra, y como se ha hecho cada vez más patente en la Liga, en que un coach se encarga de una unidad y delega la otra, Johnson llegó para trabajar con el ataque, para la defensiva contrató a un especialista como Dennis Allen (quien ya fue entrenador en jefe en la NFL con Oakland y Nueva Orleans).

Lo que ha logrado Johnson es de reconocer, porque no sólo ha instaurado un muy buen sistema ofensivo, sino que ha convencido a sus jugadores de que es posible ganar, y pocos son los entrenadores que logran ese toque mágico.

Porque muchos pueden llegar con un gran plan, una gran idea, pero no saben convencer a sus jugadores. O viceversa, con grandes ideales pero poca estrategia; el caso de Johnson es completo en ambas facetas; y créanlo, no es sencillo, si lo fuera no hubiesen despedido a Brian Callahan como coach de Tennessee; Callahan es una brillante mente ofensiva que hizo grandes cosas en Cincinnati con Joe Burrow y compañía, pero no un líder, y eso le costó el puesto al final.

Un liderazgo de verdad es primordial para sembrar la semilla de la llamada cultura ganadora, la cual vemos ahora en equipos como Nueva Inglaterra, como ya señalábamos con la llegada de Mike Vrabel, o con otros entrenadores de la actualidad como Sean Payton en Denver, Sean McVay en LA Carneros, Dave Canales en Carolina, Ethan Coen en Jacksonville, Andy Reid en Kansas City, Kyle Shanahan en San Francisco, DeMeco Ryans en Houston, Jim Harbaugh en LA Cargadores, Dan Quinn en Washington, Zach Taylor en Cincinnati, o hasta Kevin O´Connell en Minnesota.

Todos ellos llegaron a equipos que estaban en un etapa de reconstrucción y que en base a trabajo estratégico y mental lograron sembrar y posteriormente cosechar esa llamada cultura ganadora.

Muchos podrán señalar que al momento Washington, Cincinnati y Minnesota no van bien en la campaña, pero todos sabemos que perdieron a sus quarterbacks titulares muy temprano en la temporada y así es muy complicado avanzar.

Por esa razón, creo importante destacar la labor de Johnson al frente de Chicago. Quizá llegada la etapa de juegos cruciales o incluso los playoffs le pasen la factura, después de todo es un proceso de aprendizaje y nadie se salva, pero es un hecho que el nuevo coach de los Osos va en la dirección correcta,

UNA HISTORIA DE COLECCIÓN

Todo crecimiento es parte de un proceso de adaptación y desarrollo, nada se da en unos cuantos pasos y, como siempre, existen historias que nos muestran el camino, y si se trata de ejemplificar la implementación de la cultura ganadora me quedó con la anécdota de Tom Landry y sus Vaqueros allá en los años 60.

Landry era un estudioso del juego, un entrenador metódico y detallista, pero su inicio fue difícil. Landry se estrenó como coach en la nueva franquicia de los Vaqueros en 1960 y aquella fue una temporada de 0-11-1. El equipo sufrió hasta 1965 porque, en efecto parecía sin rumbo. Sin embargo, una escena harto dramática lo cambió todo.

De acuerdo con una historia no corroborada, en algún momento de la campaña de 1965, un muy frustrado Landry, porque su equipo no funcionaba como quería o como debía, de acuerdo a su sistema, rompió en llanto en el vestidor tras acabar un encuentro. Cuentan que estaba tan devastado, que varios jugadores se acercaron para consolarlo y decirle que harían todo lo posible para que eso no volviera suceder.

En efecto, no se volvió a repetir, después de aquello le siguieron 20 temporadas con récord ganador, de 1966 a 1985, con 18 apariciones en playoffs, cinco Super Bowls jugados y dos Trofeos Vince Lombardi; el trabajo, el estudio, el esfuerzo y hasta la frustración y desesperación instauraron una de las más ejemplares culturas ganadoras no sólo en los Vaqueros de Dallas y la NFL, sino en el deporte en general. A eso se le llama cultura ganadora.

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