
En la superficie, los K-dramas —esas populares series coreanas que conquistan audiencias globales— ofrecen una mezcla irresistible de drama, estética impecable y romances que derriten corazones. Pero al profundizar en sus guiones, personajes y estructuras narrativas, surgen dinámicas que, más allá del encanto visual, reproducen patrones machistas con sutilezas peligrosas.
Aunque Corea del Sur avanzó hacia una transformación cultural, algunas de sus producciones consideradas clásicas que tienen toques de violencia machista siguen teniendo éxito, incluso en México, uno de sus principales mercados en la actualidad.

Amor o dominio: el lado oscuro del romance en los K-dramas
Desde sus inicios, los K-dramas estuvieron marcados por una visión tradicionalista del género. No es coincidencia que muchas de las series más vistas y exportadas —como Boys Over Flowers, Playful Kiss o The Heirs— compartan similitudes en común: protagonistas masculinos agresivos, mujeres que perdonan sin cuestionar, y actos de control disfrazados de gestos apasionados. En ese universo narrativo, el acoso, los empujones o los secuestros emocionales son aplaudidos por el guion como parte de la evolución romántica.

Uno de los gestos más claros de este tipo de violencia simbólica en los K-dramas es agarrar con fuerza la muñeca para detener a la protagonista que quiere alejarse, una acción aparentemente inofensiva, pero que en su repetición constante construye una narrativa donde el cuerpo femenino es arrebatado, no consultado, y reducido a objeto de deseo.
El contacto físico sin consentimiento claro se presenta como un símbolo de pasión, borrando las líneas entre deseo y violencia.
Este patrón va más allá de lo físico. Muchas protagonistas son moldeadas bajo cánones de belleza rígidos, sus emociones ridiculizadas, y su autonomía minimizada frente a los intereses familiares, románticos o laborales de los hombres que las rodean.
En series coreanas como Something in the Rain, la presión de la protagonista para ajustarse a los ideales patriarcales se convierte en el eje de su conflicto, sin que haya un cierre liberador claro.

¿Boys Over Flowers, la serie coreana más machista?
Esta producción no fue simplemente un cuento de hadas moderno. Fue —y sigue siendo— una historia que romantiza la violencia, idealiza el abuso emocional y muestra falsamente que el amor puede, o incluso debe, soportar lo intolerable.
Boys Over Flowers —que actualmente se transmite en México en televisión abierta—, por ejemplo, retrata una historia en la que el líder de un grupo elitista ejerce bullying extremo hacia la protagonista. Le impone un régimen de humillación escolar, la persigue, la somete, y sin embargo, la serie conduce a la audiencia a ver en él a un héroe trágico redimido por el amor. El abuso, en vez de alertar, se romantiza.

Una de las construcciones más persistentes en los K-dramas es la del hombre frío, arrogante, incluso violento, que cambia por amor. Esa narrativa, repetida en Coffee Prince, The Heirs o Playful Kiss, responsabiliza a la mujer de transformar al agresor con su paciencia y entrega. Se convierte así en una especie de penitencia romántica donde la protagonista debe tolerar humillaciones en nombre de un futuro idealizado.
Estas historias refuerzan el arquetipo de la mujer que sacrifica, que ama a pesar del dolor, y que en ese sacrificio encuentra su propósito. Y aunque algunas de estas series presentan momentos de rebeldía o resistencia, muchas veces esos gestos se diluyen bajo el peso de relaciones que siguen siendo desequilibradas.
La transformación de las series coreanas
No todo es sombra. En la última década, la industria del K-drama comenzó a responder a las nuevas sensibilidades sociales. Dramas recientes, como La buena mala madre presentan protagonistas femeninas con más fuerza y alejadas del sometimiento.
Sin embargo, este cambio convive con un mercado que aún demanda las fórmulas antiguas, sobre todo entre las audiencias internacionales que consumen estas series con nostalgia, sin contextualizar su trasfondo sociocultural.
La contradicción está servida. Mientras el feminismo avanza en Corea del Sur y más guionistas se atreven a desafiar los viejos moldes, el éxito global de ciertas producciones conservadoras sigue reforzando modelos de género problemáticos. Ejemplo de ello, la transmisión en televisión abierta de Boys Over Flowers y su éxito en México.
El fenómeno del K-drama es fascinante por su capacidad de emocionar, pero también es un espacio desde el cual se pueden cuestionar y transformar imaginarios. Dependerá de sus audiencias —y de los creadores— decidir si esa transición será solo de forma o también de fondo.