
Pamela Anderson regresa a la pantalla grande con “The Last Showgirl”, una cinta que está dando de qué hablar no solo por su potente carga emocional, sino también por lo que representa: una reflexión sobre el envejecimiento, el éxito, la maternidad y el precio de los sueños cuando eres mujer en una industria que castiga el paso del tiempo.
La película, dirigida por Gia Coppola, nieta del legendario Francis Ford Coppola y una de las voces más interesantes del cine independiente estadounidense, se estrenó en el Festival de San Sebastián, donde causó revuelo por su propuesta estética cuidada y su historia cargada de honestidad.
“The Last Showgirl” narra la historia de una exbailarina de Las Vegas que, tras haber sido una superestrella en los años 80, enfrenta los retos emocionales y económicos de una carrera que se apaga. Con más de 50 años, su personaje, interpretado por Pamela Anderson, transita por la incertidumbre del presente y la nostalgia del pasado, cuestionando qué queda cuando el brillo del espectáculo se desvanece.
El guion, en sintonía con la sensibilidad de Coppola, explora el tratamiento cruel que reciben las mujeres maduras en una industria visual, donde el cuerpo, la juventud y la belleza suelen ser moneda de cambio. A través de una narrativa que mezcla lo poético con lo brutal, la directora expone con elegancia el duelo íntimo por la pérdida de la relevancia y el deseo de seguir creando.
Anderson, conocida por su papel icónico en Baywatch, se entrega en un papel que, sin duda, dialoga con su propia historia personal y mediática. Su actuación ha sido descrita como vulnerable, contenida y poderosa. Además, Jamie Lee Curtis aparece como una compañera de camerino, también bailarina, en una interpretación aplaudida por su humanidad y su magnetismo.
Aunque en tono y fondo es distinta, la cinta recuerda a lo que hizo Demi Moore recientemente: historias de mujeres maduras interpretadas por mujeres maduras, sin disfrazar las arrugas ni las cicatrices emocionales, y mostrando que el deseo, el talento y la pasión no desaparecen con la edad.

Con una fotografía envolvente, momentos musicales y un estilo visual que remite a los videoclips (uno de los sellos de Coppola, que ha trabajado para artistas como Blood Orange), The Last Showgirl se perfila como una obra íntima, generacional y profundamente feminista.
Ya en cartelera en varios países, la película es una invitación a mirar con otros ojos a las mujeres que ya no están en sus veintes, pero que siguen teniendo mucho por decir.