
Una vez más, la cantante colombiana Shakira regresó con su “manada” mexicana al Estadio GNP este 26 de agosto. Y los hizo de una forma emblemática, pues varias sorpresas durante su show hicieron que esta primera fecha fuera, por demás, memorable.

Entre coreografías milimétricas y perfectamente ejecutadas junto a sus bailarines, un diseño visual formidable que inundó las enormes pantallas que alternó con interludios cinematográficos y un setlist que viajó desde sus inicios en la música hasta canciones más contemporáneas, la colombiana nos hizo sentir un derroche de emociones y de sensaciones en este primer encuentro.

El arranque, con “La fuerte” tras el preludio visual “Caloris”, marcó el tono: arreglos musculosos, transiciones sin respiro y una Shakira que canta, baila, cambia de tempo y de personaje sin perder el pulso. La primera parte encadenó medleys pensados para el estadio —“Las de la intuición/Estoy aquí”, “Empire/Inevitable”— y actualizó su etapa urbana con “Te felicito” y “TQG”, aquí abreviadas y al servicio del ritmo del espectáculo.

El bloque medio fue el terreno de la memoria afectiva. “Copa vacía/La bicicleta/La tortura” preparó el terreno para una “Hips Don’t Lie” de acento caribe y elementos de mapalé, antes de “Chantaje” y “Monotonía”, puente hacia el primer gran momento sorpresa de la noche: Danna Paola apareció para cantar “Soltera”, desatando una ovación de estadio y sellando el guiño local que todo concierto en CDMX agradece. Una colaboración que convirtió la noche en tendencia.

La recta final fue un manual de “cómo cerrar un estadio”: “Ojos así” y el segmento “Pies Descalzos” desembocaron en “Antología” (acústica) y “Día de enero”, respiro íntimo antes del sprint definitivo con “Suerte (Whenever, Wherever)”, “Waka Waka” —con su descarga de champeta— y un encore que empalmó “Loba” con “BZRP Music Sessions #53”, cantada de principio a fin por el Estadio GNP. Fueron un total de 30 números entre canciones completas, medleys e interludios audiovisuales, una arquitectura que explica la sensación de espectáculo total.

Más allá del conglomerado de canciones, Shakira nos regaló una voz tersa en las baladas, potente en los ataques rítmicos y con reservas suficientes para llevarnos al extremo de las emociones. En lo visual, la narrativa de Las Mujeres Ya No Lloran se hiló con interludios (“Wolf Children”, “Mermaid”, “The Sorceress”) que conectan la iconografía de la loba con la Shakira de 2025, y muchos matices de empoderamiento femenino que reforzó con llamado: “¿Dónde están mis lobas esta noche?“, tras el cual una ”manada” gritó al unísono e hizo retumbar el estadio.

El contexto también importa: tras romper marcas de fechas anunciadas para un solo artista en la historia del Estadio GNP y vender más de un millón de boletos en el país, según recuentos de prensa, este nuevo asalto a Iztacalco llega con expectativas altísimas.
Con un set que mira hacia el frente sin renunciar a sus raíces y una invitada que selló el “hecho en México”, Shakira volvió a convertir al Estadio GNP en su casa adoptiva y al público mexicano en su “manada” fiel.