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La primera fumata negra deja dudas: ¿Por qué sólo se le deseó suerte a Parolin y por qué duró la votación más de lo previsto?

Jueves clave de cónclave: si no sale un favorito se abre cardenal de consenso

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Cónclave El maestro de ceremonias, Diego Giovanni Ravelli, cierra la puerta de la Capilla Sixtina para la primera votación, este miércoles (VATICAN MEDIA HANDOUT/EFE)

La primera votación del cónclave para elegir al sucesor de Francisco acabó con fumata negra —ninguno de los 133 cardenales logró 89 votos— y con doble polémica, difícil de resolver debido al secretismo que rodea todo lo que ocurra en el interior de la Capilla Sixtina, so pena de excomunión.

Como sucede desde que hay registros, la primera votación es de puro trámite, una manera de tantear el terreno y que los cardenales comprueben quiénes están sacando más votos. Lo que no es normal es que un ritual que se esperaba que durase una hora se prolongó hasta tres horas, desatando todo tipo de especulaciones, como que no hay un claro favorito, o que hay muchos, o que no hay ninguno, o finalmente que podría ser necesario un candidato de consenso entre dos bandos enfrentados para romper el empate.

“Doble suerte, Parolin”

Con 45 mil personas presentes en la plaza de San Pedro y decenas de cámaras de televisiones de todo el mundo apuntando a la chimenea, el anómalo retraso dio pie a que se desataran especulaciones sobre lo que podría estar sucediendo, y también para que se comentara otro hecho que levantó polvareda entre analistas y vaticanistas: ¿Por que el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, encargado de oficiar la misa “Pro eligendo”, sólo deseó buena suerte al cardenal Pietro Parolin, uno de los papables favoritos?

La “anécdota” ocurrió en el momento de darse la paz durante la misa celebrada en la Basílica de San Pedro. El cardenal Re bajó a dar la paz a los cardenales y cuando el purpurado italiano se acercó a su compatriota Pietro Parolin, situado a su derecha del altar, se apartó el micrófono y le dijo sonriendo: “suerte por partida doble”.

El momento, captado pese a su intento de que no se escuchara, se viralizó en cuestión de segundos en las redes sociales y medios italianos, especulando sobre las interpretaciones de los deseos del cardenal decano, que pueden ser por el rol de Parolin dentro del cónclave, por su condición de secretario de Estado de la Santa Sede, ante la eventualidad de que sea elegido como nuevo Papa, o por el deseo, cada vez más evidente del “lobby” de cardenales italianos (el más numeroso, con 17 purpurados electos) de que el próximo pontífece vuelva a ser italiano, luego de 47 años en manos de “extranjeros”.

Este gesto inusual de quien supuestamente debe mantener la neutralidad, ha sido interpretado como un guiño a quien parecería tener, si no los 89 votos necesarios para convertirse a la primera en Papa, sí los suficientes como para lograrlo en una de las cuatro votaciones de este jueves.

Sin embargo, esta primera polémica, unida a la inaudita tardanza en la fumata negra, abrió todo tipo de especulaciones, desde una falla técnica a una repetición de la votación o una meditación más larga de lo común sobre quién debe ser “el elegido”.

Esto puede deberse a que no está tan claro el favoritismo de Parolin y podría tener enfrente a otro poderoso rival, no sólo de la línea aperturista, entre los que suenan con fuerza sus compatriotas italianos Marco Zuppi y Pierbattista Pizzaballa, el cardenal estadounidense Robert Prevost o el filipino Luis Antonio Tagle; sino también algún rival del ala conservadora, cuyo favorito es el cardenal de Budapest, Peter Erdo.

¿Y si no habemus papam el jueves?

Las cuatro votaciones de este jueves se presentan claves, no sólo porque en el último medio siglo el papa ha sido electo al segundo día de cónclave, sino porque un nuevo fracaso de Parolin y los principales favoritos —todos ellos afines, en mayor o menor medida, a la continuidad de la obra de Francisco— indicaría que hay un resistencia más fuerte de lo previsto, especialmente entre los cardenales que apuestan por alguien conservador e incluso que dé marcha atrás al aperturismo del fallecido pontífice argentino.

Si, por el contrario, la votación se extiende al viernes e incluso el sábado, se haría evidente que los favoritos no eran tales y que, como dice el refrán vaticano, “quien entra papa, sale cardenal”.

Habría llegado el momento de buscar un candidato de consenso, lo que abriría las puertas a que cualquiera de los 133 cardenales pueda ser el nuevo papa, especialmente los que juegan en segunda división para los medios, los llamados papables de tapadillo, como en su día lo fue Juan XXIII (que salió en el cónclave de 1958, ante la imposibilidad del cardenal favorito, Giuseppe Siri, de convencer al bando rival); o más cercano en el tiempo, Juan Pablo II (quien salió ante la imposibilidad de los dos bandos italianos rivales para imponer a su candidato, se pusieron de acuerdo para elegir a un cardenal de consenso, un tal Karol Wojtyla, un polaco llegado de la Europa comunista.

De repetirse una situación como la de 1978, cualquier candidato de consenso —ni muy muy progresista ni conservador— podría ser presentado en los próximos días como Papa en el balcón principal de San Pedro, entre ellos, el arzobispo primado de México: Carlos Aguiar Retes.

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