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Deslenguados y autoritarios: la nueva casta populista que triunfa en AL

De Trump, su gurú, aprendieron a mentir e insultar gravemente. Comparten un mismo objetivo: “Salvar” Latinoamérica del comunismo, pero también de la “democracia fracasada”

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Concierto celebrado el domingo 21 de noviembre en El Salvador donde la estrella fue Bukele.

Concierto celebrado el domingo 21 de noviembre en El Salvador donde la estrella fue Bukele.

EFE / Rodrigo Sura

La regla del populismo autoritario para ganar en las urnas es infalible: Inventa enemigos del pueblo; preséntate como salvador de este a base de mentiras y mucha demagogia; y, una vez instalado en el poder, úsalo para desmontar la democracia o someterla a tus propios intereses. Esto es lo que llevan practicando con éxito desde hace demasiado tiempo dos líderes de extrema izquierda latinoamericanos, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, y lo que les copió Donald Trump, pero en el otro extremo ideológico, desde aquel 16 de junio de 2015 que anunció que entraba a la lucha por la Casa Blanca, acusando falsamente a los mexicanos que cruzaban la frontera de ser “violadores y narcotraficantes que corrompen a los jóvenes estadounidenses y roban puestos de trabajo”.

A Trump le sirvió para ganar en 2016, pero no para un segundo mandato porque la fortaleza de la democracia estadounidense logró resistir (a duras penas) su embestida. Lo que sí logró como “beneficio colateral” fue quitar a la extrema derecha latinoamericana el complejo de culpa que arrastraba desde los tiempos oscuros de las dictaduras militares, mismo que fue aprovechado por la izquierda heredera de las guerrillas para envolverse en un aura de romanticismo revolucionario, a tal grado que muchos líderes demócratas de la región —AMLO, Lula da Silva, Alberto Fernández...— siguen negándose a condenar las violaciones a los derechos humanos que se cometen en Nicaragua, Venezuela y Cuba.

Una vez que Trump abrió la caja de Pandora, no tardó en pasar tiempo para que empezaran a florecer en América Latina una camada de políticos que empezaron a reivindicar el papel de los represores militares desde la década de los setenta como muro contra la “verdadera dictadura: la comunista”, a las que prometen seguir combatiendo, aunque sea jugando sucio en las elecciones y poniendo en peligro la ya de por sí frágil democracia latinoamericana.

LOS EXTREMOS SE TOCAN

Bolsonaro empuña un fusil durante una visita oficial a Israel en 2019.

Bolsonaro empuña un fusil durante una visita oficial a Israel en 2019.

Jair Bolsonaro Instagram (@jairmessiasbolsonaro)

Dos políticos de esta nueva casta, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y el de El Salvador, Nayib Bukele, lograron llegar a la cima del poder tres años después de que surgiera el fenómeno Trump —el primero en enero de 2019 y el segundo en junio de ese mismo año— convenciendo a millones de votantes de que los problemas que les afectan —violencia, funcionarios corruptos, falta de oportunidades...— son culpa de los políticos tradicionales, más preocupados en enriquecerse que en abatir el crimen organizado (por debilidad o por estar coludidos), o en resistir el chantaje de los nuevos enemigos, además de los comunistas de toda la vida: los ecologistas, feministas, homosexuales, indigenistas y activistas de derechos humanos.

Y una vez enumerados los “enemigos del pueblo”, Bolsonaro y Bukele se presentaron a los ciudadanos como los líderes con suficiente sobredosis de testosterona para enfrentarlos y restaurar “el orden”.

No es casualidad que los seguidores de Bolsonaro le llamen“mito” o “mesías” y a Bukele lo veneren como si fuera una estrella de rock. De hecho, ni los fanáticos de uno y del otro se inmutaron cuando, una vez elegidos presidentes, vieron que el “enemigo” prioritario de los presidentes de Brasil y El Salvador no es la corrupción, la impunidad o la desigualdad, sino la democracia, o más bien, los otros poderes de la democracia que impedían su proyecto autoritario: los políticos opositores, los jueces, la prensa crítica, los activistas y las organizaciones no gubernamentales.

“SE VAN TODOS”

“El pueblo no nos mandó negociar: se van todos”. Con este tuit, Bukele resumió en una frase la esencia del nuevo populismo antidemocrático: Quien no esté de acuerdo con sus decretazos se les anula. Si son jueces o fiscales se les expulsa de la judicatura; si son diputados se les intimida irrumpiendo en la Asamblea Nacional con soldados metralleta en mano; si son diplomáticos, ONGs o corresponsales extranjeros se les echa del país; si son nacionales, se les persigue o censura; y si le llaman dictador, se burla de sus rivales, escribiendo en Twitter: “Soy el dictador más cool del mundo”.

Mientras tanto, su par brasileño al menos fue honesto en una cosa: es el “Trump del trópico” y actúa en consecuencia.

El diputado Eduardo Bolsonaro se burla del colectivo LGBT.

El diputado Eduardo Bolsonaro se burla del colectivo LGBT.

Twitter Eduardo Bolsonaro (@bolsonaroSP)

Tras alcanzar Brasil el 28 de abril de 2020 la brutal cifra de casi cinco mil muertos en un día por covid-19 y ser cuestionado por su negación de la gravedad de la pandemia, a la que llama “gripezinha”, respondió: “¿Y qué? ¿Qué quieren que haga? Soy mesías (su segundo nombre es Messias), pero no hago milagros”. Cuando el Congreso y el Tribunal Supremo intentaron juzgar su desastrosa gestión de la crisis sanitaria, lanzó a sus seguidores más fanáticos a intimidar a diputados y jueces, y amagó con clausurar ambas instituciones mediante un golpe de Estado militar. Y como era de temer, en el momento en que las encuestas empezaron a anunciar que no ganará la reelección en 2022, empezó a alertar que habrá fraude electoral en su contra.

Al igual que Trump, que intentará regresar al poder en 2024 para devolver a EU a la hegemonía de los supremacistas blancos, Bolsonaro quiere reelegirse para que su país vuelva a los tiempos de “la ley y el orden”, por eso añora la dictadura y menosprecia a los que fueron sus víctimas, como la exmandataria izquierdista Dilma Rousseff, de quien se burló por ir quejándose de que fue torturada en una cárcel.

“Dice Dilma que fue torturada y que le fracturaron la mandíbula. Espero todavía la radiografía para ver si eso ocurrió”, comentó entre risas en diciembre pasado, tras mencionar un periodista los 22 días en los que fue torturada por el siniestro excoronel Carlos Alberto Ustra.

Cuando se celebró el juicio político contra la presidenta, que acabó con su destitución en 2016, el entonces diputado Bolsonaro dedicó su voto en contra de Rousseff, precisamente, al excoronel Ustra.

Su hijo, el diputado ultraderechista Eduardo Bolsonaro, autor de frases como “el feminismo es una enfermedad” o “las mujeres de derecha son más higiénicas que las de izquierda, porque no protestan a pecho descubierto ni defecan en la calle”, celebró la destitución de la primera mujer presidenta de Brasil mostrado una pistola en plena sede parlamentaria.

“PINOCHET VOTARÍA POR MÍ”

Otro político ultraderechista que podría llegar a presidente de un país latinoamericano, reivindicando la dictadura, es José Antonio Kast, ganador de la primera vuelta de las elecciones chilenas y que luchará por la presidencia el próximo 19 de diciembre contra el líder estudiantil izquierdista Gabril Boric.

Durante el debate televisado antes de las elecciones del pasado domingo, Kast declaró orgulloso: “Si estuviera vivo, Pinochet votaría por mí”. No se quedó ahí. En referencia a los casos de violaciones de los derechos humanos, se comprometió a indultar "a todos aquellos que injusta o inhumanamente están presos".

A nadie debería escandalizarle estas declaraciones; a fin de cuentas, su abuelo Michael Kast fue un nazi que se fugó a Chile al finalizar la Segunda Guerra Mundial, como señaló el investigador Javier Rebolledo en su libro “A la sombra de los cuervos”.

Kast no fue el único en mostrar desafiante la renacida pasión pinochetista en Chile.

EL KAISER MISÓGINO DE CHILE

El diputado Johannes Kaiser declaró dos días después de ser electo lo siguiente: “Las mujeres dejan de ir al parque porque tienen miedo de inmigrantes que las pueden violar, pero siguen votando por los mismo partidos que están trayendo a esa gente. Y tú realmente te preguntas si el derecho a voto fue una buena idea”, señaló en una transmisión virtual.

Tras el escándalo, borró su cuenta de Twitter, pero fue demasiado tarde, porque los internautas colgaron otras de sus declaraciones misóginas.

“Hay un grupo de mujeres especialmente feas, donde yo realmente diría que, si el violador eres tú, entonces prácticamente mereces una medalla del Congreso de los Estados Unidos por valor ante el enemigo”.

O esta: “La única razón por la que las feministas querían el derecho a voto es porque, como no tenían marido, no podían obligarlos a votar como ellas querían”.

En su canal de Youtube, llamado "Nacional-Libertario", publicó un video en el que enaltece el fusilamiento de prisioneros en el norte de Chile tras el golpe de Estado de Pinochet en 1973. "Estaban bien fusilados esa gente", señaló.

“VENGO A DESPERTAR LEONES”

El diputado argentino Javier Milei promete acabar con los políticos tradicionales.

El diputado argentino Javier Milei promete acabar con los políticos tradicionales.

Anadolu

Argentina tampoco se ha librado de este brote de populismo de extrema derecha en Latinoamérica.

La sorpresa de las elecciones legislativas del 14 de noviembre fue el escaño logrado por el economista ultraliberal Javier Milei, quien se convierte así en el primer diputado de extrema derecha que entra en el Congreso argentino sin necesidad de dar un golpe de Estado, sino con el voto de unos jóvenes desencantados con el peronismo y la derecha tradicional y que se entusiasmaron con su grito de guerra: “No vengo a guiar borregos, vengo a despertar leones”.

La pregunta que se hacen todos en Argentina es: ¿Qué hará el ultra Milei con sus leones cuando estén todos despiertos?