
En el distrito 10, bajo el cielo agitado de la Ciudad de México, se libra una batalla silenciosa, perseverante y exacta. No hay aplausos ni reflectores. Solo cámaras, boletas, voces que dictan y dedos que vuelan sobre dispositivos móviles. Y ahí, entre números, madrugadas y risas, la presidenta del Consejo Distrital, María Dolores Ruiz Ambriz, irrumpe con una voz que lleva fuerza y afecto:—¡Vamos, ya estamos a un round de concluir, jóvenes!
La frase, nacida del fondo de su ánimo, resquebraja la tensión que flota en la sala. Las carcajadas brotan, como relámpagos después de la lluvia. Las miradas se cruzan con un nuevo aliento. No es solo una expresión: es el parte de guerra de quien sabe que la jornada está por rendir sus frutos. Que la faena, larga, áspera y muchas veces invisible, ha valido cada segundo.
Trece horas. Trece horas diarias de entrega absoluta. Como relojes humanos, los capturistas desfilan entre paquetes, números, boletas con múltiples marcas —votos que hablan, que cuentan, que exigen ser escuchados—. Y ellos, soldados de esta democracia, traducen esa voluntad ciudadana al lenguaje digital de un sistema innovador del INE, que en sus celulares cobra vida y certeza.

La noche, en su capricho climático, lanza una tormenta que azota las ventanas y da paso a las bromas:
—Mejor aquí que afuera con la canoa...
—¡Esto parece una nueva temporada del Juego del Calamar!
—¡Pero aquí los perdedores solo se van a casa!
La risa alivia. El compromiso persiste.
Y aunque el presupuesto fue estrecho, y aunque las horas pesan como costales de papel mojado, el ánimo no se diluye. Se mantiene. Se multiplica. Es un fuego manso pero persistente que arde en los ojos de cada capturista. Uno de ellos, al entregar su turno, dice como si ofreciera una postal:
—Aquí el amanecer es bonito... Se oyen los pájaros del Bosque de Chapultepec. Trinan fuerte. Como si también celebraran que esto sigue avanzando.
María Dolores, con la serenidad de quien ha visto de todo, se confiesa cansada como nunca antes, satisfecha como siempre. Lo dice sin alardes, con esa mezcla de orgullo institucional y afecto personal que solo conocen quienes viven el servicio público de cerca:—Me parece satisfactorio tener los resultados como se han pedido, en la forma que ha organizado el INE. Pero sobre todo —añade— me sorprende la actitud: sonrientes, bromistas, pese a la presión...
El primer día, todos coinciden, fue el más duro porque se sumó a la jornada electoral que para muchos comenzó a las 6am. Luego la larga espera de los paquetes electorales. La tensión punzante. Pero al pasar las jornadas, como en todo oficio noble, el cuerpo aprende, la mente se ajusta, la voluntad se afina. La captura cobra ritmo. La eficiencia brota como truco aprendido a fuerza de repetición.
Capturan de dos en dos. Uno dicta, otro registra en el móvil institucional. A veces se cambian. A veces, simplemente, se entienden sin hablar. El sistema diseñado para esta elección responde. La tecnología —bien aplicada— también puede ser aliada de la democracia. Acciones cuidadosamente supervisadas por consejeras/os distritales, y coordinadas por integrantes del Servicio Profesional Electoral Nacional, que registran y documentan cada paquete de los 557 que entró a la bodega electoral.
Con una mezcla de fatiga, ternura y esperanza, las y los capturistas saben que están por cerrar el ciclo. Queda solo una elección más: la de juezas y jueces. Y con ello, dicen con convicción, rendirán buenas cuentas. Al INE. Y, sobre todo, a la ciudadanía.