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Lo hecho en México no es solo identidad: es una decisión económica que define empleo, cadenas productivas y el desarrollo de las regiones

Hecho en México cuando el año se cierra

Hecho en México cuando el año se cierra
Hecho en México cuando el año se cierra

El desarrollo económico no sucede solo en las cifras. Ocurre en lugares concretos, con personas concretas y a partir de decisiones que se repiten todos los días. Se nota en regiones que logran producir y crecer, y en otras que solo consumen o dependen de lo que viene de fuera. Desde ahí, lo hecho en México deja de ser un concepto abstracto y se vuelve una pieza clave para entender cómo se construye, o no, el desarrollo.

Cada decisión de consumo, pública o privada, activa una cadena productiva. Define si el dinero se queda en el territorio o se va. Define si el empleo se genera aquí o en otro país. Define si el conocimiento se fortalece o se pierde. Cuando una economía depende de bienes y servicios desconectados de su propia capacidad productiva, el problema no es solo el precio. Es la fragilidad que se acumula con el tiempo.

Durante muchos años, la discusión económica se concentró en consumir más y más barato. Poco se habló de lo que eso significaba para los proveedores locales, para las regiones o para el mercado interno. Se fortalecieron rutas comerciales, pero no siempre empresas locales. Creció el consumo, pero no en la misma proporción la capacidad de producir dentro del país.

Hablar de lo hecho en México implica cambiar esa lógica. No se trata de dejar de importar ni de cerrarse al mundo. Se trata de identificar qué sí podemos producir, dónde existen capacidades reales y cómo esas actividades pueden generar empleo y valor en el territorio. El desarrollo ocurre cuando producción, servicios, logística y trabajo están conectados entre sí.

La competitividad no depende solo de vender barato. Depende de tener cadenas productivas sólidas, capaces de resistir cambios externos y crisis. Las regiones que cuentan con proveedores locales fuertes enfrentan mejor las interrupciones, atraen inversión más estable y generan empleos más duraderos. Fortalecer lo hecho en México también es una forma de reducir riesgos económicos.

El cierre de año es un buen momento para esta reflexión. El contexto global está cambiando. Las cadenas productivas se reordenan, la inversión busca lugares más confiables y los territorios compiten entre sí. En ese escenario, quienes no tengan una base productiva clara quedarán rezagados, sin importar su ubicación.

El desarrollo no se decreta ni llega solo. Se construye con decisiones concretas que, aunque parecen pequeñas, se acumulan. Pensar en lo hecho en México cuando el año se cierra no es un gesto simbólico. Es una forma consciente de decidir qué economía queremos sostener y qué territorios queremos fortalecer.

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