
Nuestra Galaxia es parte de un conglomerado de galaxias al que se conoce como Laniakea, palabra hawaiana que significa “Cielo Inconmensurable”.
Antes se pensaba que la Vía Láctea se encontraba en el supercúmulo de Virgo que es uno de los muchos racimos galácticos en el Universo observable. Ahora sabemos que éste es sólo una parte de la estructura mayor, Laniakea, que mide 520 millones de años luz.
Aunque se debate la posible existencia de estructuras mayores, por ahora este gigantesco supercúmulo de galaxias y los filamentos de materia que unen sus partes es conocido como el “Final de la Grandeza”. Con esta locución se describe al límite de nuestro conocimiento. Hasta aquí llega la mirada que descifra la organización última del Universo.
Así podrían resumirse las conclusiones del más sofisticado análisis reciente sobre la estructura del Universo en gran escala. Para esto se usaron las velocidades de más de ocho mil galaxias conocidas. El movimiento ocasionado por las fuerzas gravitacionales muestra un patrón dinámico singular: la mayor parte de las galaxias se mueven arrastradas hacia un centro denso ahora conocido como el “Gran Atractor”.
Nuestra galaxia se encuentra en el extremo de uno de los apéndices más largos y alejados de Laniakea y entre el Gran Atractor y nosotros hay una inmensa región de vacío.
Un aspecto curioso de la configuración descomunal del Cosmos son los hilos que conectan galaxias entre sí formando una gran maraña. En esta telaraña existen zonas de vacío y oscuridad, así como inmensos espacios llenos de luz y de materia.
El Universo entero se puede ver como una red cósmica de galaxias.
Los hilos de materia son poco visibles. La materia que la forma irradia poco y una buena parte está formada de algún componente misterioso del que no sabemos mucho. Esta estructura filamentosa ha sido corroborada de diversas maneras.
La red puede ser imitada por programas computacionales que simulan el desarrollo del Universo desde sus primeros momentos después del Big Bang. En los últimos años se ha podido establecer de manera observacional la existencia prevista de nodos de materia densa y delgados filamentos que los unen.
De esta manera se nos va revelando el Universo como una red de hilos intergalácticos que nos recuerda al entramado de dendritas neuronales en nuestro cerebro. El asombroso parecido ha hecho que más de uno piense que el Universo es un cerebro enorme que toma conciencia de sí mismo. La idea de un Universo consciente despierta la imaginación de los que buscan una correspondencia mística en las cosas de la naturaleza.
Quizá el ente común son los principios fundamentales que generan formas y apariencias. Quizás es sólo la Universalidad de las fuerzas o tal vez la inexorable realización de una ley fundamental que se repite a todas las escalas. No lo sabemos, pero sí tenemos la certeza de que es un entramado de hilos y nodos la que contempla a la gran red cósmica en el cielo inconmensurable.
* Investigador del Cinvestav
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