Opinión

La 4T contra los maestros

Un grave conflicto se está incubando entre el gobierno de la 4T y los maestros. Los de AMLO han sido tres años de desatención y agravios contra los docentes y la polarización entre las partes se agravó con la imposición unilateral de nuevos planes de estudio (PE). ¿Por qué esto cuando los actuales tienen sólo 5 años y cuando sólo faltan dos años y meses para que finalice este sexenio memorable?

Archivo/Cuartoscuro

Archivo/Cuartoscuro

La agresión de la 4T se inició con la desatención presidencial a la educación y con el castigo presupuestario al sector. La educación languidece por la negligencia oficial y sufre una total postración: el presupuesto educativo descendió en 3 años consecutivos; el salario del magisterio no aumentó como muchos esperábamos cuando los mentores apoyaron con entusiasmo y de forma casi unánime a AMLO.

La mayor parte de los recursos educativos se han desviado del sector educativo hacia los “proyectos prioritarios” del presidente. El dinero educativo, si acaso, se ha utilizado para programas de becas que tienen un claro perfil político-clientelar y que maneja el ejecutivo personalmente, o bien se ha gastado proyectos disparatados como las llamadas Universidades para el Bienestar Benito Juárez que nadie sabe a ciencia cierta en qué ha cristalizado.

(Un clientelismo que todavía no satisface la ambición del presidente pues, como vimos en la Revocación del Mandato, 74 millones de mexicanos no acudieron a su convocatoria).

Es cierto que el monto global del presupuesto educativo de este año asciende a 883,929 millones de pesos, cifra aparentemente elevada, pero es el gasto educativo menor en 12 años, pues representó apenas el 3.1 % del PIB, porcentaje que en 2010 fue de 3.9 %.

La disminución presupuestal afectó a los maestros en varios capítulos: en pensiones, en la (pobre) movilidad horizontal, en el castigo a las escuelas normales, en los programas de educación continua del profesorado, en falta de apoyo al trabajo docente durante y después de la pandemia, las cero inversiones en equipos de cómputo, en talleres y en laboratorios, la pobre inversión en infraestructura, en disminución de los estímulos para los docentes que trabajan en las condiciones más adversas (escuelas multigrado, planteles urbanos ubicados en los cinturones de miseria, escuelas rurales de localización remota, escuelas comunitarias, escuelas indígenas, escuelas para niños de poblaciones migrantes, servicios de educación especial, etc.).

La escasez de dinero educativo ha sido agravada, como sabemos, por la política de Austeridad Republicana y su efecto global condujo al cierre --sin mediar argumentos-- de 16 programas federales.

La suspensión de programas exitosos como Escuelas de Tiempo Completo no ha sido justificada por las autoridades y significó la clausura de un conjunto de elementos que diversificaban y enriquecían la labor docente.

Pero el colmo del agravio, desde luego, fue que la SEP tomara la decisión apresurada de imponer en educación básica –para este año o el próximo-- un modelo educativo insólito y extravagante, que omite la experiencia de los docentes y que carece de sustento en la investigación educativa. En ninguna parte del mundo ha existido una educación como la que la SEP propone de manera, evidentemente, irresponsable y frívola. La idea es crear, partiendo de cero, una educación anti-moderna (postmoderna) que se opone a la cultura universal u occidental que ha dado sustento a la educación nacional desde la Independencia. Una educación que rechaza a la nación como referente principal y que reivindica, en su lugar, a la comunidad local.

La educación, dicen estos curiosos neo-sofistas, debe alejarse del saber universal y acercarse al saber significativo, contextual, concreto, que la escuela puede recoger de la cultura comunitaria. Esta proposición, se entiende, implica una reconstrucción total del sistema educativo nacional y exige una re-formación intelectual, pedagógica, teórica y práctica, completa, del magisterio. ¿Quién podrá llevar a cabo este milagro?