Opinión

El atentado contra Ciro

El atentado contra Ciro Gómez Leyva, aunque fracasó, es un hecho sumamente preocupante para la vida pública de México. Todos reconocen a Ciro como un periodista honesto que en numerosas ocasiones ha ejercido la crítica contra el actual gobierno.

Ciro Gómez Leyva, periodista mexicano

Ciro Gómez Leyva, periodista mexicano

Tanto el presidente como sus seguidores se han apresurado a politizar el acontecimiento: alguien dijo que fue un “auto-atentado”, La Jornada –periódico oficialista-- se preguntó: “¿A quién puede interesarle atentar contra un periodista?”.

Es sorprendente el razonamiento de AMLO que interpreta que el atentado contra Ciro, uno de sus críticos más destacados, como un acto realizado para dañar a la 4T (¡¡!!). La víctima, entonces, no es Ciro, es el presidente y su proyecto gubernamental.

Vaya, vaya. Enseguida el presidente afirma que están abiertas todas las líneas de investigación, que todos son sospechosos, menos él y su partido: “La única hipótesis que se debe descartar, aunque eso va a corresponder a la autoridad, es que nosotros, el gobierno que yo represento, no es un gobierno represor, nosotros no silenciamos a nadie, somos respetuosos de los derechos humanos y el principal derecho es el derecho a la vida”

Esta no es cualquier opinión, es el punto de vista del hombre más poderoso de México, el presidente de la república. El presidente y sus seguidores se abstienen de decir que en estos cuatro años el presidente de la república, desde su tribuna privilegiada, ha envenenado nuestra vida pública lanzando ataques feroces --principalmente--, contra los periodistas.

No es concebible, en modo alguno, que el atentado contra Ciro se haya fraguado en Palacio, pero no se puede negar que el clima político de intolerancia y odio que reina en México propicia, no la convivencia pacífica, sino la violencia.

Los epígonos de AMLO se niegan a admitir que el presidente ejerce la violencia simbólica a diario. Es un personaje resentido, de temperamento violento, que no olvida, ni perdona, ningún agravio que haya sufrido en cualquier momento de su vida.

La prueba de esto es su insistencia en evocar “el fraude electoral” que, dice, sufrió en 2006 (hace 16 años) y sus ánimos de venganza contra el INE. Nunca --hay que repetirlo--, AMLO presentó ante el tribunal electoral de aquel año ninguna prueba del supuesto fraude.

Este personaje, cuya doblez moral es evidente día con día, invita al amor y, al mismo tiempo, predica odio enconado contra sus enemigos. Cada día insulta a quienes no piensan como él señalándolos con su nombre, como si cada opinión crítica fuera una ofensa a su persona.

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La violencia en México tiene una larga historia, pero el actual discurso oficial no hace sino alentarla. No se cultiva la paz cuando quien dirige al Estado siembra descontento y malestar en la parte de la población que no se subordina a sus dictados y cuando, en vez de actuar con energía contra la violencia, pregona el lema vergonzoso y cobarde de “abrazos, no balazos”.

Las maromas retóricas de AMLO no tienen límite como se vio hoy lunes en la conferencia de prensa: adelantándose a la investigación policiaca y contra toda presunción lógica, como antes dije, atribuyó el atentado contra Ciro Gómez Leyva a “enemigos de la 4T”. E inmediatamente, volvió a atacar a los periodistas –dando nombres, incluyendo el de Ciro-- que –según él—“militan con el conservadurismo”.