Opinión

Azucena Uresti y el periodismo crítico

Sin información libre, no hay ciudadanos. Sin debate público, la democracia es imposible. La salida de Azucena Uresti del noticiero estelar de Milenio, acontece en una circunstancia de acoso del gobierno al periodismo crítico. Todas las mañanas, el presidente de la República difama, agrede y/o se mofa de periodistas que difunden noticias y apreciaciones que le resultan incómodas. La libertad de prensa queda entorpecida cuando el poder político es intolerante a las informaciones y opiniones que no le gustan.

El presidente López Obrador miente cuando asegura que su gobierno es distinto porque respeta la manifestación de las ideas. El actual gobierno, igual que los anteriores, maneja la publicidad oficial de manera discrecional. Igual que antes, se favorece o presiona a las empresas de medios con contratos y beneficios. Ahora, además, desde el poder político se ha creado un clima de hostilidad y persecución contra periodistas que incluye descalificaciones frecuentes y la develación ilegal de datos personales, entre otras formas de amago.

El trabajo de los periodistas enfrenta hoy dificultades que se habían superado en años anteriores. A la información pública se le oculta, o se regatea su difusión. Desde Palacio Nacional se propalan docenas de mentiras cada día sin que la sociedad, ni los medios, tengan oportunidad de refutarlas con la misma exposición pública que tiene el presidente. Sus reclamos a empresarios de medios cuando una información o un conductor no le gustan, son cada vez más insolentes y estridentes. La televisión en manos del gobierno es más facciosa que nunca. En materia de libertad de expresión y respeto al periodismo crítico, el gobierno de López Obrador es peor que los anteriores.

Azucena Uresti

Azucena Uresti

Especial

El periodismo que hacen comunicadores como Azucena Uresti contradice las versiones oficiales, que el presidente quisiera que fueran versiones únicas. En los años recientes esa periodista dio voz a personajes de todas las filiaciones políticas, pero también a mujeres maltratadas, madres buscadoras de desaparecidos, familiares de niños con cáncer, personas desplazadas o perseguidas por la violencia criminal, víctimas de abusos de las fuerzas armadas. Ella misma, fue amenazada de muerte por un capo del narcotráfico. Durante los meses más difíciles de la pandemia, en ese noticiero de Milenio se mostró la ineficiencia del sistema de salud pública que ha sido conducido con tanta irresponsabilidad.

Esa cobertura ha propiciado con frecuencia la rabia de López Obrador, que no entiende o no quiere entender que sus reproches no son los de cualquier persona y que, en vista del poder que ejerce, constituyen amenazas graves. Carlos Loret de Mola es víctima cotidiana de ese abuso de poder. También lo ha sido Azucena Uresti, con tanto desdén del presidente que cuando el viernes 19 por la noche ella anunció que dejaba de conducir su noticiero en Milenio, no pudo sino pensarse que ese consorcio de medios se doblegó a presiones del gobierno para sacarla de la televisión.

“Los ciclos terminan y llegan los momentos de definiciones. Así que dadas las circunstancias actuales, este es mi último día en esta empresa”, dijo la periodista. El consorcio tiene otra versión y se ha dicho que Uresti tuvo que elegir entre un programa de radio de varias horas en otra empresa y su presencia en Milenio. Si Uresti amplía su participación en la radio, en donde ya conducía un noticiero de una hora en Radio Fórmula, será una buena noticia para quienes aprecian el periodismo que hace. Tendrá muchas maneras de explicar cuáles son “las circunstancias actuales” que la llevaron a salir de la empresa en donde trabajó 20 años. Es de reconocerse que no se fue por la puerta trasera y que la televisora le permitió dedicar toda la última emisión del noticiero a despedirse y hacer un recuento de las piezas más importantes que presentó en años recientes. En la extensa lista de agradecimientos a colegas y colaboradores suyos, mencionó a los propietarios de Milenio.

El presidente López Obrador se refiere al “dueño de Milenio” como “mi amigo”. Esa cercanía, tratándose del titular del Ejecutivo y del propietario de un consorcio de comunicación, tiene implicaciones problemáticas para la libertad de expresión. De un tiempo a la fecha tanto Milenio Televisión, como el diario de ese nombre, muestran mayor afinidad con las posiciones del actual gobierno y varios articulistas críticos del oficialismo han sido desplazados de esos espacios.

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El oficialismo en los medios propicia coberturas informativas que afectan la competencia electoral. Algunos diarios destacados, como El Universal y Excélsior, ocultaron en sus primeras planas del lunes 15 de enero la noticia del importante discurso de Xóchitl Gálvez el día anterior. Milenio le dedicó dos pequeñas y casi inadvertidas líneas en su portada.

La desaparición de un espacio en donde se hace periodismo profesional y crítico siempre es lamentable. En este contexto de inhibición política en prominentes empresas de comunicación, una pérdida como esa acentúa la insuficiente pluralidad informativa que hay, sobre todo en medios electrónicos.

El periodismo que ha hecho Azucena Uresti, y que ella sintetizó en el último de sus programas en Milenio, resulta indispensable: “Denunciamos aquello que preocupa, que lastima, que arranca vidas, que destruye porque siempre, siempre, el lado correcto es el de los ciudadanos”.

Explicó esa informadora: “La crítica. Muchos periodistas creemos que ese es uno de nuestros trabajos. No podemos estar del lado del poder sea el que sea, del color que sea. Tenemos que estar del lado del ciudadano. Tenemos que escuchar las injusticias, tenemos que ponerlas sobre la mesa”.

Además del presidente su vocero, Jesús Ramírez Cuevas, dijo que el gobierno “respeta la libertad de expresión” y que “hay un debate abierto y libre, que es la esencia de la democracia”. Esa afirmación de Ramírez es falsa. Si algo no tenemos es debate público, porque el gobierno lo impide. Al negarse a reconocer a sus críticos como interlocutores, vilipendiándolos e infamando a muchos de ellos, el presidente y sus propagandistas inhiben e imposibilitan la deliberación pública. Ante esa intolerancia oficial, el periodismo profesional es necesario para la defensa y la sobrevivencia de nuestra democracia.