Opinión

La cabeza de la Hidra

Cuenta el mito que en un bosque de plátanos ubicado en la región de la laguna de Lerna -a unos ocho kilómetros de la ciudad de Argos- existía un monstruo que tenía un enorme cuerpo de perro y ocho o nueve cabezas de serpiente, que podían extenderse a cientos o miles. Se dice que una de esas múltiples cabezas era de oro, e inmortal. La Hidra de Lerna -así se le conocía- atacaba a residentes y forasteros incautos que quedaban atrapados en sus dominios. Su saliva ardiente y también su aliento eran sumamente venenosos. Causaba la muerte instantánea en sus víctimas.

La cabeza de la Hidra

La cabeza de la Hidra

Con el fin de acabar con el terror que la Hidra causaba entre la población, el rey de la Argólida, Euristeo, incluyó entre los trabajos impuestos a Heracles, la tarea de destruirla. Lo hizo después de que el héroe había cumplido exitosamente su primer encargo: haber matado al León de Nemea.

No era fácil derrotar al monstruo por lo que la diosa Atenea le indicó a su protegido el lugar en el que se escondía y le aconsejó cómo sacarlo de su guarida. Heracles llegó al sitio en un carro conducido por su sobrino y aliado Yolao. Lanzando flechas ardientes obligó a la Hidra a salir de su refugio y se entabló una lucha cuerpo a cuerpo. Heracles contuvo la respiración para no ser fulminado por su aliento, mientras la sujetaba con fuerza. La Hidra se le enroscó en el cuerpo tratando de derribarlo, mientras Heracles golpeaba sus cabezas con una maza de madera.

La lucha se tornaba cada vez más compleja, en cada ocasión que Heracles lograba aplastar una cabeza, brotaban del mismo lugar dos o tres más. El héroe no sabía qué hacer porque al querer destruir a su enemigo, éste se hacía más feroz y multiplicaba su tamaño y su forma. Era el cuento de nunca acabar.

Para complicar más el asunto, un cangrejo aliado de la Hidra salió de la laguna para morder el pie de Heracles. El cangrejo no representó mayor problema y fue aplastado con fuerza al instante, pero fue el momento en que Heracles, desconcertado por las dificultades que no podía resolver él mismo, pidió la ayuda de Yolao, que hasta entonces se había mantenido como espectador de la contienda.

Yolao encendió fuego en un rincón del bosque y con las ramas ardientes se acercó con valentía a la Hidra. Cada vez que Heracles cortaba una cabeza, Yolao cauterizaba con las ramas las heridas de la bestia, evitando de esa forma que brotaran más. Fue entonces cuando la fuerza de la Hidra menguó y, finalmente, Heracles desenfundó su espada y cortó su cabeza inmortal. De esta forma el héroe puso fin a la calamidad que azotaba el reino de Euristeo. A pesar de lo logrado, el rey no quiso reconocer como legítimo el trabajo realizado por Heracles porque no lo había hecho con sus propios recursos y había recurrido a la ayuda externa.

Los mitos de personajes que luchan con monstruos con cabezas de serpiente eran frecuentes en el imaginario de la antigua Grecia y en otras civilizaciones. Cuenta la leyenda que la propia Equidna, madre de la Hidra, tenía cabeza de serpiente, habitaba una profunda caverna y devoraba vivas a las personas. Con su esposo Tifón engendró una descendencia de terribles ogros. Fue muerta mientras dormía por el rey Argo, el de los cien ojos.

La Gorgona hija de las deidades marinas, Porcis y Ceto, tenía cabellos de serpiente, un cinturón de dientes de jabalí, largas alas y ojos penetrantes. Su sola mirada podía convertir en piedra a las personas que la encaraban. Con el tiempo la Gorgona se convirtió en tres: Esteno, Euriale y Medusa. De las tres, Medusa era la única mortal, y a la cual, como sabemos, el héroe micénico Perseo degolló.

Lee también

En ocasiones usamos la expresión “es como la cabeza de la hidra” para referirnos a un problema o un mal que se multiplica. Cuando se intenta resolver algo que nos afecta, con acciones que generan más daño del que se intenta atacar. Al actuar sin previsión, sin medir las consecuencias o reacciones adversas, con sorpresa se enfrentan múltiples problemas imprevistos. Se podría decir que esta expresión es más o menos parecida a la de “meterse en un berenjenal”. Incursionar en asuntos que generan muchos problemas y de los que se puede salir con muchos rasguños o bastante espinado. La primera se considera más culta ya que proviene de la mitología griega y lo del berenjenal tiene su origen en la sabiduría campesina adquirida en sus labores agrícolas. Ambas, sin embargo, de alguna manera son metáforas que reflejan bien la idea de una situación agobiante de la que no se sabe cómo salir o no se puede.

Heracles se metió en un berenjenal cuando se propuso vencer a la Hidra de Lerna de manera solitaria y sin conocer su verdadera naturaleza. Cuando pensaba que la estaba venciendo en realidad la hacía crecer. Bueno, ¡hasta un cangrejo lo mordió en el pie! Fue sólo cuando solicitó la ayuda de un tercero, su sobrino Yolao, que tenía una mejor idea de cómo combatir al enemigo, cuando pudo vencerlo. Los alcances de la fuerza del héroe solitario tienen sus límites y se observan en su eficacia y resultados.

Es evidente que algunos problemas que enfrenta la sociedad mexicana en la actualidad son como la Hidra de Lerna. La inseguridad, el crimen organizado, el creciente deterioro de los servicios de salud y de la educación pública, el maltrato a la población migrante, son asuntos que aumentan a pesar de que el gobierno dice quererlos combatir.

Muchos de estos problemas que crecen se han intentado resolver sin diagnósticos adecuados, por lo que se desconoce su naturaleza y complejidad. Las estrategias no han sido las más efectivas. No se toman en serio las evaluaciones ni se practica la autocrítica. Tampoco se considera necesaria la ayuda externa al gobierno y se desprecia la participación de los expertos, que tienen seguramente mejores ideas de cómo resolver los problemas. Las ocurrencias y limitaciones personalísimas ya han mostrado su ineficacia, es necesario llamar a Yolao.