Opinión

Comunidad vs. Nación

La idea de que las comunidades locales orienten la educación enfrenta serias dificultades si se le juzga desde la perspectiva de las necesidades y problemas nacionales. Es verdad que la reforma que impulsa la SEP puede justificarse con el argumento de que la enseñanza sea contextualizada, pero es dudoso que la perspectiva de la comunidad sea la adecuada para atender –en el plano del conocimiento y la formación del carácter—las demandas nacionales.

elagora.com.mx

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Una demanda nacional es preparar a cada niño para el ejercicio de la política democrática. Usualmente se responde que eso se logra con un buen curso de Formación Cívica y Ética, pero, en realidad, es la totalidad de la experiencia escolar la contribuye decisivamente en la formación del futuro ciudadano y, de forma determinante, las interacciones alumno-alumno y alumno-maestro.

¿Qué necesita el alumno para tener un desempeño político-democrático satisfactorio? Primero, que logre su autonomía moral, que tenga juicio propio sobre lo que es bueno y lo que es malo y que a la postre no sea víctima de la manipulación y la demagogia; que haga suyos valores fundamentales como la solidaridad, la pluralidad, el respeto al orden jurídico, la tolerancia y la empatía; el futuro ciudadano debe, además, estar bien informado sobre las reglas y las instituciones de la democracia.

Durante décadas el anhelo ha sido que la escuela forme buenos ciudadanos. Jaime Torres Bodet se angustiaba pensando en el ciudadano del porvenir, y tenía razón, pues en la esfera de las decisiones políticas se juega el destino de la nación, incluso la posibilidad de tener un desarrollo económico con justicia como lo han demostrado brillantemente pensadores como Thomas Piketty y Joseph Stiglitz.

La pregunta que nos hacemos es: ¿Cómo va a formarse al ciudadano del porvenir en la nueva forma de educar que impondrá la SEP. La respuesta no es muy alentadora. La nueva filosofía educativa oficial es anti-modernista: por tanto, rechaza el individualismo que es un valor fundamental de la sociedad capitalista moderna de forma que la actividad educativa ya no va a colocar en el centro al alumno (individuo), el lugar del alumno será ocupado por la comunidad (colectividad). La nueva educación se orientará por los intereses, los problemas, las necesidades y la cultura de la comunidad y el currículum nacional deberá integrarse, dice textualmente la SEP, con la suma de los intereses particulares de todas las comunidades de México.

Esta idea es complicada, en primer lugar, omite a la nación como referencia fundamental para la educación y apunta, en cambio, hacia los intereses de la comunidad. En segundo lugar, surge esta pregunta: ¿Quién define –y con qué criterios—los intereses de cada comunidad?

Supongamos que lo hará el maestro (aunque se da el caso de que muchos de ellos no residen en la comunidad donde enseñan), en ese caso, el docente deberá tener una preparación especial para diagnosticar la comunidad e identificar sus

intereses. Pero ¿qué va a hacer cuando esos intereses estén conflicto?

Los maestros actuales –sobra decirlo—carecen de esa preparación.

Por otra parte, la SEP afirma, categóricamente, que educar es un acto político en el sentido no democrático de la política. La política que defiende es la misma que tiene el presidente de la república: para AMLO la política no tiene por objeto el diálogo racional y el consenso, sino la lucha continua entre partidos por la conquista --y conservación-- del poder. Jamás piensa en unir y cohesionar a la nación. Para él, la política es enfrentamiento, lucha inagotable entre fuerzas irreconciliables, que disputan el poder sin posibilidad de llegar a un acuerdo compartido. Esta visión belicista evoca, naturalmente, al estado de naturaleza de Tomás Hobbes o a la relación Amigo-Enemigo que propuso el pensador nazi Karl Schmitt.

En consecuencia, el maestro de escuela, que debe identificar los intereses de la comunidad para ordenar la educación, deberá recibir, además, una adecuada capacitación política (es probable que ya la tenga), capacitación que le permitirá reconocer a los partidos en pugna (AMLO dixit: el partido de las élites y el partido del pueblo) para adherirse a uno de ellos y, de esa manera, realizar bien su trabajo.