Opinión

En defensa de la democracia

En su primera parte, el libro La democracia no se toca de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama ofrece este contraste: por un lado, exponen, de manera breve, clara y convincente la relevancia de las funciones del INE para el buen funcionamiento de nuestra democracia y, por otro, analizan las consecuencias funestas que acarrearía su desaparición para la democracia y para la estabilidad política.

Ciro Murayama y Lorenzo Córdova, durante la presentación del libro

Ciro Murayama y Lorenzo Córdova, durante la presentación del libro

@PlanetaLibrosMx

El embate del presidente y altos funcionarios de su partido contra esta organización autónoma --pieza clave en la operación de las elecciones--, constituye una ofensiva insensible y oscurantista, un ataque a ciegas sin ningún reparo moral o intelectual. Lo que buscan es despojar al INE de su actual organización, vaciarlo de poder, convertirlo en un fantasma. Alarma, sobre todo, que estos personajes se nieguen admitir los graves estragos que traería consigo el aniquilamiento del INE, aniquilamiento que está implícito en las reformas legislativas del llamado Plan B de AMLO.

“Si no existiera el INE, concluyen, Córdova y Murayama, careceríamos de la instancia responsable de realizar el conjunto de procedimientos y funciones que forman la base sobre la cual se funda y opera nuestro sistema democrático. Perderlo implicaría perder la confianza de la gente en la política, la certeza de ser y sentirse escuchado en la toma de decisiones, se perdería el ancla de estabilidad política y gobernabilidad, y se abriría la puerta a actos de violencia por parte de vencedores y vencidos con tal de conseguir el poder”.

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En estas palabras, no hay ninguna exageración: en ausencia de una institución como ésta --autónoma, independiente, imparcial, que se encarga, con profesionalismo de realizar todo el proceso electoral (nómina, casillas, seleccionar a los funcionarios de casilla, contar escrupulosamente actas y votos, regular la publicidad de los partidos, entregar resultados precisos), la realización de elecciones y el derecho de los mexicanos al voto quedan en entredicho.

La sucesión pacífica de gobernantes se verá interrumpida y, presumiblemente, traerá consigo un grave desorden y una situación de conflicto sin precedente: un desorden que probablemente desemboque en violencia y pillaje político. Ante esta convulsión es razonable presumir que la recuperación del orden tratará de lograrse con una intervención enérgica del Estado o (¿por qué no?) con un golpe de las fuerzas armadas que se sienten ya capaces de dirigir el mundo civil.

Pero la acción de esos poderes será siempre insuficiente para contener la rebelión política que surgirá defensa de la democracia. El hundimiento de la política traerá consecuencias funestas para México, sobre todo, disparará una crisis económica de proporciones inimaginables.

El presidente de la república y sus seguidores no alcanzan a ver este posible escenario, porque sus decisiones no son producto de la prudencia y la reflexión. Sus pronunciamientos públicos son irresponsables, intemperantes y miopes, sólo piensan que el INE y los consejeros actuales son sus enemigos, que llamado Plan B les permitirá acumular más poder y que, el desmantelamiento del INE abrirá espacio para que la coordinación de las elecciones regrese a la Secretaría de Gobernación (como ocurría hace 30 años) o, para que en medio del desorden la fuerza mayoritaria, Morena, se imponga para dirigir las elecciones.

Es difícil entender la oscura psicología que gobierna a quienes nos gobiernan. El poder y el gran apoyo social con que cuenta el presidente o ha hecho pensar que solo ellos son “el pueblo” y que nadie más está en el escenario político. Nunca dialogan con sus oponentes. Los militantes de la 4T actúan –consciente o inconscientemente--, como individuos superiores, soberbios, autoritarios, que olvidaron sus anteriores valores morales y políticos, que no reparan (o callan sumisamente) ante la irracionalidad que gobierna los actos de su adorado líder. No les preocupa el futuro de México --aunque, éste pueda ser desastroso.