Opinión

Donación renal con VIH

En la tradición de la profesión médica, al terminar la carrera de medicina pronunciamos y/o firmarnos el juramento hipocrático, que data del inicio de la era cristiana y está plasmado en forma de cruz en un documento Bizantino del siglo XI que está en la biblioteca vaticana. En este juramento el médico se compromete a venerar y respetar a sus maestros, enseñar el arte de la medicina, tratar a todos los enfermos por igual, mantener el secreto médico y a no hacer nada que dañe a los enfermos. “Primun non nocere” “Primero no hacer daño”.

El médico debe estar seguro de que lo que va a hacerle a un paciente, desde recetar un medicamento hasta una cirugía extensa, es porque tiene más posibilidades de hacerle bien, que mal. Cualquier intervención médica por pequeña que sea lleva un riesgo, por lo que hacerla significa que el beneficio potencial es mayor que el riesgo.

Por lo anterior, no debe existir una situación en la que un médico esté de acuerdo en poner en riesgo a un individuo que sea mayor, del beneficio que pueda recibir y menos aún, a alguien sano. Pero, hay una excepción: la donación de un riñón. El cirujano extirpa un riñón a un individuo sano y quien va a ser beneficiado es el receptor del riñón. El donador se expone a un riesgo, por el beneficio que tendrá el receptor. En un acto altruista del más alto nivel, que usualmente ocurre y se acepta como razonable entre familiares directos. Los papas, hijos o hermanos que donan un riñón para un familiar con enfermedad renal crónica terminal.

El riesgo de complicaciones por una nefrectomía en un individuo sano es bastante bajo. Una vez que pasó la cirugía, la gran pregunta a tener resuelta es que no le hagamos daño al donador a largo plazo. Con las décadas que tenemos practicando la donación de riñón sabemos que no es el caso. La sobrevida, enfermedades y estado de salud de los donadores renales es idéntica a la de su grupo etario, por lo que podemos decir sin duda que donar un riñón no tiene consecuencia negativa a largo plazo.

Pero hay un grupo de pacientes en que esto no está todavía claro. Se trata de los pacientes que viven con VIH. ¿Qué pasa si un individuo que vive con VIH controlado tiene un familiar que vive con VIH, que desarrolló por alguna causa insuficiencia renal y necesita un riñón? ¿Le puede donar el riñón? Esta duda no tiene respuesta, pero sí cuestionamientos. El VIH mismo puede ser causa de nefropatía que dañe al riñón. Los antirretrovirales que debe tomar quien vive con VIH también pueden dañar el riñón. Pero, solo por esto, decidir que no se puede es arbitrario y discriminante.

Mujeres y niños del hogar de rehabilitación 'Maiti Nepal', encienden este miércoles velas con forma del símbolo internacional del SIDA, en vísperas del Día Mundial del SIDA, en Katmandú, Nepal.

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EFE/NARENDRA SHRESTHA

Un estudio reciente publicado en Lancet Regional Health Americas da luz al respecto (doi.org/10.1016/j.lana.2023.100553). Este trabajo reporta el estudio minucioso y prospectivo de tres personas con VIH que decidieron donar un riñón. El primer requisito, por supuesto, fue que todos los parámetros con los que medimos la actividad de la infección por VIH mostraron que la tenían controlada. El segundo, que no tuvieran ninguna otra enfermedad que pudiera ponerlos en riesgo a largo plazo. El resultado fue que el estado de salud y la función renal a cuatro años de seguimiento en los tres donadores fue similar a la que se observa en otros donadores. La revisión de la literatura muestra otros tres o cuatro casos reportados similares.

El trabajo sugiere que un individuo que vive con VIH puede ser donador de riñón para otro individuo que viva con VIH y lo necesite. Aunque con este estudio, por sí solo no se puede definir una política categórica al respecto, me parece que abre la posibilidad para evitar un efecto discriminatorio, por el miedo a faltar a la promesa de “Primun non nocere”.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM