Opinión

Embestida contra las organizaciones de la sociedad civil

La creación de la sociedad civil pertenecepor lo demás al mundo moderno.Hegel

Para nadie es un secreto que el gobierno de López Obrador no ve con buenos ojos a las organizaciones civiles. Hay varios ejemplos de esta animadversión presidencial contra las agrupaciones sociales. Por ejemplo, yendo contra la más elemental cortesía diplomática, minutos antes de que, a principios de mayo, recibiera a la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, el tabasqueño, en su conferencia matutina, acusó al gobierno norteamericano de estar financiando organizaciones civiles a las que considera parte de la oposición. El mandatario mexicano calificó la ayuda a las organizaciones civiles como una injerencia a la soberanía nacional. Además, etiquetó como “golpista” al empresario Claudio X. González, fundador de varias organizaciones civiles e impulsor de la plataforma “Sí por México”. Pero, debemos aclarar que ciertamente algunos de los fondos que recibe la organización civil “Mexicanos contra la Corrupción” provienen de la agencia norteamericana para el desarrollo (USAID) que cuenta con recursos asignados por el Congreso de Estados Unidos para asistencia internacional. (David Marcial Pérez, El País, 07/05/2021)

Cuartoscuro

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El presidente, Joe Biden, respondió diplomática e indirectamente, el jueves 3 de junio, al ordenar a todas las agencias de la administración estadounidense establecer la lucha contra la corrupción no solo de manera doméstica, sino también alrededor del mundo. Allí es donde le prensó la mano con la puerta al hombre de Tepetitán. De acuerdo al ranking Estado de Derecho 2021, México bajó del lugar 117 que ocupaba en 2019 al 135 en 2021. O sea, estamos entre los cinco países peor evaluados del mundo junto a Uganda, Camerún, Camboya y República del Congo.

La antipatía de López Obrador contra las agrupaciones civiles se mostró previamente, a finales de marzo, cuando descalificó el trabajo de la organización “Artículo 19”, que defiende la libertad de prensa, por su colaboración en un informe del Departamento de Estado sobre la protección de los derechos humanos en México. (Idem.)

Ahora el embate es franco y sin rodeos, contra el conjunto de las organizaciones civiles: Esa agresión verbal, se ha transformado en iniciativas enviadas al Congreso para cercenar el financiamiento a dichas organizaciones: en la Ley de Ingresos que acaba de ser aprobada, se quita el incentivo de deducibilidad del ISR para las personas físicas que hagan donaciones a las ONG. Se arguye que estas agrupaciones generan un costo importante para la recaudación y carecen de regulación sobre el uso de recursos. Además, López Obrador afirma que “el financiamiento ha sido la herramienta más útil y eficiente que han tenido los gobiernos del exterior para consolidar su intervención en asuntos políticos y electorales en México.” (Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, “Gobierno Federal amenaza el funcionamiento de Sociedad Civil”, 18/10/2021). En la Agenda Legislativa del Gobierno Federal 2021, se contempla abrogar la Ley Federal de Fomento a las actividades realizadas por las Organizaciones de la Sociedad Civil. En su lugar quedaría una abstracta norma de “vinculación.”

Desaparecerá el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol) que era la instancia mediadora del gobierno con las organizaciones civiles y, al parecer, se convertirá en una subsecretaría.

¿Por qué esta saña? ¿Por qué este encono contra las organizaciones civiles? Entre las agrupaciones filantrópicas hay de todo: desde gente que se integra para ayudar a los niños con cáncer, contra el SIDA, asilos, protección a mujeres maltratadas, a huérfanos, a menesterosos, a los derechos humanos, a las comunidades rurales, contra el maltrato a los animales, asociaciones de profesionistas, protección al medio ambiente, lucha contra la delincuencia, Alcohólicos Anónimos, Neuróticos Anónimos, asistencia a la niñez, ajedrez, observación astronómica, fomento a la cultura, la literatura y el arte, transparencia y lucha contra la corrupción y la impunidad.

Como dice Benjamin Barber, la sociedad civil no es ni donde compramos ni donde votamos. Más bien es donde nos organizamos con nuestros vecinos para tratar asuntos de interés común o donde nos reunimos con los otros padres de familia para tratar asuntos de la escuela a la que asisten nuestros hijos. Con el Estado compartimos el interés por el bien común, pero a diferencia del Estado no nos interesa el poder; con la iniciativa privada compartimos el don de la libertad, pero a diferencia de las empresas privadas no buscamos el lucro. En la sociedad civil se encuentran instituciones tan importantes como las universidades, los cultos religiosos, las fundaciones, incluso los medios de comunicación siempre y cuando antepongan sus responsabilidades sociales a sus intereses comerciales (Jihad versus McWorld, New York, Ballantine Books, 1996, p. 281).

El problema es que los regímenes populistas son refractarios a este tipo de organizaciones porque son plurales, expresan las muchas actividades y formas de pensar de una sociedad compleja; y lo que esos regímenes quieren es homologar a todos bajo el concepto “pueblo” como elemento indiferenciado y compacto.

Luego viene el tema de que la sociedad civil es el espacio público (Öffentlichkeit) en el que hay una discusión libre sobre los más diversos asuntos que atañen a las personas. Es allí donde se forma la opinión pública, no la opinión publicada. Y eso le hace mucho daño a la propaganda populista que quiere imponer una sola idea y una sola verdad (o mentira) del acontecer nacional.

López Obrador, en este sentido, está siguiendo el manual del líder populista tal y como lo han seguido: Vladimir Putin en Rusia, Gurbanguly Berdimuhamedow en Turkmenistán, Viktor Orbán en Hungría, Yaroslav Kaczynski en Polonia, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Nicolás Maduro en Venezuela y Rodrigo Duterte en Filipinas.

Lo que nos toca es defender a la sociedad civil como espacio de libertad, vigilancia y crítica al poder gubernamental.