Opinión

¡Nos equivocamos!

Es ésta la última entrega de este espacio en la aparece su lema: ¡Todos unidos contra la corrupción y la impunidad!, ya que al igual que muchos otros mexicanos, he vivido en el error, acusando a la corrupción de ser el origen de todos nuestros males. Ayer caí en la cuenta de que el origen está en otro lado:

El libro Los orígenes del orden político, del politólogo estadounidense Francis Fukuyama, ha cambiado mi opinión. Sí, ya sé, Fukuyama tiene fama de neoliberal; pero antes de descalificarlo, pongo ante ustedes su declaración en contra de los neoconservadores y a favor del socialismo:

promoteukraine.org

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"Todo depende de lo que entiendas por socialismo. (…) Si te refieres a programas verdaderamente redistributivos que intentan corregir el desequilibrio en los ingresos y la riqueza, entonces sí, creo que no solo se puede regresar, sino que se debería regresar. (…) Los beneficios de los mercados no regulados, en muchos sentidos tuvieron un efecto desastroso” (The Guardian, 17/X/2018).

En el título mencionado, Fukuyama explica que Inglaterra no sufrió una revolución como la francesa, por las sabias decisiones que tomó en torno a los fundamentos de su orden político. Veamos esos fundamentos y comparémoslos con la situación de México.

El primero fue el respeto al Estado de Derecho, el cual lleva a un país a coincidir en un acuerdo social sobre la justicia, además de que la gente tema ser castigada si viola la ley, sin importar su nivel socioeconómico, ni su condición de funcionarios, militar o civil.

En México y en el año 2020, la Fiscalía General de la República abrió casi 39 mil carpetas de investigación, 60 por ciento menos que en 2019. ¿De pronto nos volvimos respetuosos de la ley? Lo dudo. La deficiente integración de las carpetas y que 25 por ciento de las detenciones son ilegales, llevan a que 95 por ciento de los delitos denunciados no lleguen a un término justo. Y ya ni hablar de la cifra negra de delitos no denunciados, desde el narcotráfico hasta los asaltos en transporte público o los peculados.

El respeto al Estado de Derecho también habría detenido al presidente a intentar echar abajo los contratos de las empresas de energía limpia y negarse a pagar las indemnizaciones correspondientes.

El segundo fundamento fue la rendición de cuentas que simplemente se entendía como “obediencia a la ley” por parte de las autoridades, hasta el rey inglés. Implicaba que un gobernante no podía imponer una política pública sin ser autorizada por el Parlamento, lo cual tuvo varias consecuencias, como delimitar el poder del gobernante y los actos inconvenientes de parte de las autoridades hacia la población. Igualmente, la población sabía a dónde iban sus impuestos, para qué y por qué.

Tristemente en México, la rendición de cuentas -la de deveras- nunca ha sido una práctica real en ningún nivel de gobierno; menos ahora que en las mañaneras escuchamos “narraciones” basadas en “otros datos”… Más aún, 70 por ciento de los contratos de la 4T han sido por asignación directa y los más importantes están sellados.

Es desesperanzador ver como los legisladores de MORENA renunciaron a su papel en el equilibrio de Poderes y, cual viejo PRI, aprueban lo que su tlatoani desea, como la costosísima y anacrónica planta Dos Bocas. De otras decisiones, como la compra de medicamentos, el INSABI o la cancelación del NAIM, no tuvimos previamente cálculos de su impacto económico y social.

Concluye Fukuyama que con el respeto al Estado de Derecho y la rendición de cuentas por parte de funcionarios y ciudadanos, los caminos hacia la corrupción se ven muy limitados. En síntesis, la corrupción no es la causa, sino la consecuencia.

Así que, díganme: ¿“barremos las escaleras de arriba para abajo” o nos ponemos serios y empezamos por respetar la ley y a exigir la rendición real de cuentas..?

Investigación: Upa Ruiz upa@delfos.com.mx