Opinión

Francia… ¿el fin del populismo?

Las elecciones presidenciales en Francia terminaron con un suspiro de alivio, al ver que la candidata de la ultraderecha Marine Le Pen fue derrotada por Emmanuel Macron, quien obtuvo la reelección. De momento, la ola populista fue detenida en una de las naciones más influyentes del viejo continente. Sin embargo, esa victoria puede nublar el hecho de que los electores franceses están cambiando, y moviéndose en la tendencia que ha tomado prevalencia en los últimos años, la que privilegia a los candidatos antisistema.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, celebra su reelección./

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, celebra su reelección./

EFE

Hay dos características que hacen particularmente atractivo el análisis electoral francés. Una es el sistema a dos vueltas: claramente, en la primera vuelta los electores se decantan por su candidato favorito y quince días después, en la segunda, lo hacen en contra de quien no quieren que sea electo. Eso permite una notable pulverización del voto al principio, que se concentra después en dos grandes bloques. La segunda característica es que Francia da resultados rápidos, desagregados, con encuestas de salida bastante confiables. Todo ello permite tener una visión bastante clara de lo sucedido.

Lo más relevante de la primera vuelta, me parece, es el desfonde absoluto de las que habían sido las dos principales fuerzas políticas de la V República hasta mediados de la década pasada. Entre el Partido Socialista y los Republicanos no alcanzaron, juntos, ni el 7% de los votos. Es el fin de la clase política tradicional.

Si vemos a los partidos de los tres candidatos que obtuvieron más votos el 10 de abril, encontraremos que En Marcha, el partido de Emmanuel Macron (no es casual que compartan las siglas EM) es un partido “de izquierda y de derecha”, nació de la disidencia de políticos de los dos grandes partidos tradicionales, pero en realidad como vehículo para Macron, y no apostó a un programa específico, sino a la “pluralidad” y a la facilidad para adherirse y buscar una candidatura en línea. A la hora de gobernar ha sido de un liberalismo bastante ortodoxo y una dirección vertical, pero con métodos para mantener, al menos, la idea de una participación colectiva.

La Agrupación Nacional, de Le Pen, es el nuevo nombre del Frente Nacional, de claro corte fascistoide, al que la hija del fundador del FN le ha tratado de limpiar (no mucho) la cara, incluso expulsando al padre, por ser totalmente impresentable. Este partido tiene posiciones xenófobas, racistas, islamófobas, de nacionalismo cultural y proteccionismo económico. Su posición es en contra de las “elites corruptas” y a favor del “auténtico pueblo francés” (blanco y de clase trabajadora). Aboga por una “democracia referendaria” que vaya más allá de las instituciones, por la salida de Francia de la Unión Europea y la OTAN, y por una Europa “de valores cristianos”. Uno de sus temas favoritos de campaña fue la oposición al aumento de la edad para pensionarse, que comparó con la esclavitud.

La Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, que quedó en tercer lugar, es un desprendimiento de izquierda del Partido Socialista. Tiene un fuerte componente ecologista. Pero, aparte de eso, es radicalmente antisistema: está en contra de la Unión Europea, de la OTAN, de la apertura comercial. Propone la fundación de la VI República, y referéndums revocatorios para todos quienes sean electos por el voto popular. En política exterior, se ha alineado con naciones como Venezuela, y contra lo que define como “intervencionismo” de Alemania. También pulsa el botón nacionalista.

En otras palabras, ninguna de las tres agrupaciones francesas más importantes es ajena a cierto tipo de populismo y personalismo, aunque las dos últimas toman el mote de “populistas” con aprecio, así sean de distinto signo ideológico. Y tanto la ultraderecha como la nueva izquierda radical ven a Macron como, finalmente, un hombre de las elites europeístas, alejado del pueblo y de sus intereses.

Macron derrotó a Le Pen 58% a 42%. Son 16 puntos porcentuales que pueden parecer muchos, pero Le Pen es una ultraderechista muy cercana al fascismo. Y parecen menos si nos damos cuenta que la diferencia entre los dos mismos finalistas, hace cinco años, fue de 32 puntos. La ultraderecha descontó la mitad de la distancia.

Mélenchon llamó a no votar por Le Pen, en la segunda vuelta, pero no pidió el voto para Macron. Esto se traduce en que, en 2022 hubo el mayor índice de abstención desde 1969. ¿Por qué? De acuerdo con las encuestas de salida, 42% de los electores de Mélenchon votó por Macron, 17% votó por Le Pen y 41% se abstuvo o anuló. La proporción había sido 52-7-41 cinco años atrás.

¿Y dónde estuvieron los votos de cada quién? Por Mélenchon votaron los más jóvenes y los empleados; por Macron, los más viejos, los profesionistas, los mandos medios; por Le Pen, adultos maduros, de clase obrera. Los votantes jóvenes de izquierda fueron los que más tendieron a votar por Macron en la segunda vuelta. Sólo la franja de cincuentones votó más por Le Pen (¿pensando en que no suba la edad de jubilación?). Con quienes peor le fue a la candidata del FN fue con los mayores de 70 años.

Más interesante aún es el comportamiento de los viejos bastiones de la izquierda tradicional (socialista y comunista) en las zonas obreras. Muy claramente en la periferia parisina, y también en la de otras ciudades grandes como Marsella, votaron primero por Mélenchon y luego por Macron; pero en ciudades intermedias, una parte no despreciable del voto por Mélenchon pasó a Le Pen en la segunda vuelta y, de manera preocupante, en ciudades pequeñas y en el campo, los antiguos bastiones rojos ahora lo fueron del neofascismo, desde el principio.

La clave, según las encuestas, está en la escolaridad. A mayor escolaridad, tanto de la ciudad como del elector, más alta la votación por Macron y más baja por Le Pen. A mayor uniformidad racial y cultural, más alta la votación por la ultraderecha. Son patrones muy similares a los vistos en Estados Unidos, y en la votación del Brexit: la xenofobia es mayor donde hay menos extranjeros.

Francia se salvó esta vez del populismo de ultraderecha. Pero queda claro que el malestar es amplio de parte de la gente que no se siente incluida. Es gente que desdeñó el proyecto participativo, pero finalmente vertical, de Macron, y que considera que el sistema trabaja en contra de ella, quitándole derechos adquiridos o antiguos privilegios. Si no hay una respuesta a este malestar (y si no hay, tampoco, algo que separe a En Marche de la personalidad de su fundador), lo que podemos ver dentro de cinco años es un duelo entre extremismos aparentemente opuestos, pero igualmente teñidos de un populismo muy subido.

Ojalá todo esto sirva de lección en otros países.