Opinión

La noche se le vino a Brady

Los Bucaneros de Tampa Bay en su versión 2022 son un verdadero desastre y una enorme decepción para muchos de sus seguidores y también para muchos de los incondicionales de Tom Brady, que no deben ser pocos si lo consideran el mejor de todos los tiempos.

Y es que no es para menos la precaria situación que vive el equipo de la bahía de Florida si nos percatamos de su triste realidad de ser el líder de su división, la Sur de la Nacional, con un récord perdedor de 6-8, con una competencia por demás mediocre que le acompaña en ese sector con Nueva Orleans, Atlanta y Carolina; la realidad ni a cual apostarle.

Tom Brady en la banca

Tom Brady en la banca

Y dado el formato de competencia de la NFL, que permite que cada campeón divisional alcance los playoffs, seguramente será Tampa Bay el conjunto que ostente la distinción, pero sin duda con un enorme y pesado signo de interrogación a espaldas que quizá diga: ¿Lo merece?

Es verdad, han existido campeones divisionales con marca perdedora; incluso con récord por debajo de otros equipos que teniendo más victorias se quedan fuera de la postemporada, pero así son las reglas del juego y nada puede cambiarlas.

Sin embargo, el punto que nos lleva a todo lo anterior es un hombre, Tom Brady, de quien cuando lo veo jugar últimamente, me pregunto qué pensará en este momento, no sólo de la campaña que lleva su equipo, sino de su vida misma.

Basta verle el semblante, su mirada, sus expresiones, sus gestos, su enfado, sus reclamos, que cada vez son más hacia los oficiales cuando le dan un buen golpe, fuerte pero limpio.

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Lo he dicho en algunas otras ocasiones y ahora lo reitero, ¿hace cuánto que no vemos a un Brady que disfruta del juego, que festeja, que vive el momento? Seguro hace mucho, porque ese hombre que ahora juega ya no lo hace por una competencia que le divertía, sino por otra que al parecer le obliga solamente a ser el mejor, pero sin disfrutarlo.

Es verdad que el mundo se le fue encima en este año, comenzando por los problemas personales de pareja que acabaron en un divorcio que él no quería y ahora un equipo que naufraga en medio de la mediocridad.

Y es que no debe ser muy halagador para un siete veces campeón de Super Bowl saber que su equipo es el menos peor de su sector y que quizá llegue de lástima a los playoffs con un récord perdedor y con sendas derrotas que ponen en tela de juicio su continuidad en la Liga.

Es verdad, aún tiene el nivel para competir, pero qué sucede cuando su figura ya no es la temida estampa que imponía ese respeto a las defensivas rivales y menos aún cuando junto con sus compañeros ha sido más que vapuleado por sendos jovencitos en la misma posición de quarterback, algo que hasta hace unos años era un sacrilegio.

Hoy Brady es un tipo desencajado que juega ya no por placer, sino por la obligación de demostrar que es el número uno, al menos en los números, y quizá sea un argumento válido, después de todo sus más de 100 mil yardas por aire sean inalcanzables, pero ¿realmente lo esta disfrutando aún?

Bien recuerdo una entrevista con su ex esposa Giselle Bundchen es que ella señalaba que en algún punto, cuando Brady decidió salir de su retiro de unas semanas y volver, ella misma le preguntó cuál era el sentido de seguir, a lo que Tom respondió: para demostrar.

Ella le replicó que a quién le quería demostrar qué, que ya no tenía nada que demostrar a nadie, que ella y sus hijos lo necesitaban.

Lo que sucedió después es historia de todos conocida, y ahora cuando vemos a ese Brady desencajado, maldiciendo a compañeros que sueltan balones o aventando tablets al piso no es necesario ser un psicólogo o adivino para saber que se trata de un hombre que no esta contento con lo que hace, un atleta que no disfruta.

Y penosamente para Tom las cosas se dieron de manera inadecuada para él en esta temporada, porque como también lo hemos señalado, no es lo mismo tener en la banda lateral a un cerebro ofensivo como Bruce Arians, quien tomaba decisiones, a un hombre apagado que pareciera desconectado de la urgencia de chispa en el equipo como sucede con Todd Bowles, el nuevo coach del equipo.

Lejos de ser un apoyo para el enfadoso Brady, la actitud de Bowles es otro lastre para Tom, quien obvio, no se rendirá fácilmente, sin embargo, eso ha desembocado en que Brady se eche el equipo a hombros y baste decir que algunas de sus seis triunfos se deben a Brady, no al staff de coacheo.

La conclusión es que Brady no tiene mañana en Tampa Bay, no al menos al lado de Bowles; de seguir en la NFL, es aún incierto descifrar qué equipos se arriesgarían a contratar a un mariscal de 46 años. De hacerlo, debe quedar muy en claro que sería con un plan para ganar al corto plazo, y para eso habría que tener un equipo armado hasta los dientes en que sólo falte una pieza: el quarterback.