Opinión

El PRI no ha muerto

Tal pareciera que vivimos en un país, México, donde hay mexicanos, nacionalizados mexicanos, extranjeros que aquí residen y, muy aparte de todos, existen los partidarios del PRI, quienes seguro llegaron de otro planeta, por el ejercicio autoritario que lo mantuvo varias décadas en el poder. Después de las elecciones del 4 de este mes de junio, en el Estado de México, muchos se refieren a la muerte del Partido Revolucionario Institucional, porque la candidata de “Va por el Estado de México”, formado por el PRI, PAN , PRD y Nueva Alianza perdió el domingo la gubernatura del Edomex. La ganó Delfina Gómez de Morena. El historiador Héctor Aguilar Camín llamó a la contienda “una elección de Estado”, es decir, toda la capacidad, la fuerza y las ventajas del gobierno de López Obrador jugaron en la elección. Sin embargo, Morena obtuvo dos millones 184 mil votos. Fue importante, por lo tanto, los votos que sumaron el Partido del Trabajo y del Verde (dizque) Ecologista: 460 mil del PT y 623 mil del PVEM. O sea, Delfina no triunfó tan fácil. Texcoco no se decantó por ella, por ejemplo, de donde es oriunda la normalista. También intervino contra las dos candidatas el rampante abstencionismo. Los jóvenes no salieron a votar, en general, y son una parte enorme del padrón.

El candidato Manolo Jiménez se declaró ganador tras concluir la jornada electoral en Coahuila

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Cuartoscuro

Coahuila fue otra historia. La tasa de participación se acercó al 60% y Morena quedó derrotada. Sabemos que Coahuila es un estado pequeño de 3, 147 millones de habitantes, mientras que el Estado de México agrupa a casi 18 millones de personas. La diferencia es garrafal.

Frente a la coalición que formaron PRI, PAN y PRD en el Edomex, según los datos finales, a favor de Alejandra del Moral, se recibieron 1 750 795 votos, el 28.17%, del lado del PRI, ante los 2 184 votos de Morena, el 35.19%. En una elección de Estado, donde la joya de la corona era el Estado de México, no me parece que arrasó Morena ni que el PRI recibió un balazo en el corazón. El gobernador saliente del Estado, Alfredo del Mazo no movió ni un dedo por apoyar a Alejandra Moral. Unos días antes lo acusaron de un desfalco urdido con varias empresas fantasma. Probablemente, si era cierto, lo condonaron bajo la premisa de no meter las manos por su Partido, el PRI. Como haya sido, del Mazo siempre se vio muy obsequioso con AMLO. Recuérdenlo sentado y sonriendo en el tren de mentiras que Morena simuló para llegar al AIFA.

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Lo que quisiera tratar aquí, es que, a pesar del dirigente del PRI, Alejandro, Alito, Moreno, con una cola larga que le pisen y de que de lengua se come un plato, de que la corrupción ha sido firma del Partido, militan personajes inteligentes, honrados hasta donde los políticos puedan serlo, que saben acordar con las fuerzas fácticas, que entienden las necesidades del país en general y que poseen, entre otras cosas, enorme experiencia.

No pretendo hacer aquí la defensa del Revolucionario Institucional, pero el PRI (cuyo nombre es un oxímoron: revolucionario y al mismo tiempo institucional) ,que institucionaliza pero revoluciona al mismo tiempo, construyó un país, a pesar de las trácalas constantes que también definen al Partido. Sobrellevó la “dictadura perfecta”, como definió el gran escritor peruano a los regímenes del PRI, pero de allí surgieron instituciones fundamentales el IMSS, el ISSTE, las escuelas públicas, los libros de textos, la UNAM, el Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Colegio de México,y muchas entidades, la estabilidad política y económica denominada “el milagro mexicano”, mientras los presidentes priístas controlaban la legislación y los proceso electorales. Su presidencialismo resulto duró e imbatible hasta desembocar en el IFE (Instituto Federal Electoral) que sustituyó a la Comisión Electoral y que se volvió autónomo. De ahí pasó a llamarse INE (Instituto Nacional Electoral), en 2014. Este organismo ha permitido elecciones limpias y, por ende, dos presidentes de la república pertenecieron al PAN (Partido de Acción Nacional) y, en las elecciones pasadas, a Morena (Partido de Regeneración Nacional).

Durante los largos años de hegemonía del PRI, hubo partidarios de centro derecha, de centro izquierda y de izquierda, aunque los grupos de izquierda, fuera del Partido, como el Partido Comunista, fueron mal vistos y hasta perseguidos. La política exterior de los gobiernos del PRI resultó siempre impecable, lo que, específicamente hoy, con Morena, no sucede. El PRI ha sido luz y sombra. También persiguió estudiantes a partir del movimiento de jóvenes universitarios de 1968 y creó la terrible Guerra Sucia de principios de los años setenta. Actualmente es, quizá, un gigante adormilado, que en otras épocas se afianzó al autoritarismo.

Hoy por hoy, Morena quiere emular la marca autoritaria del PRI, aunque se dice diferente: anticorrupta (sic) y democrática (sicazo). Insiste en continuar con el poder a cómo dé lugar y se prepara para ello. Gran parte de la república mexicana es guinda, el color morenista. Los retenes del crimen organizado, dijo el presidente en una Mañanera, dejan pasar en las carreteras a los que portan chalecos de ese color y pertenecen al morenismo y se conocen como siervos de la nación y hacen labor de convencimiento para que la gente vote por Morena o se afilie a Morena. Las corcholatas de Andrés Manuel hacen circo, maroma y teatro, van y vienen, suben y bajan, hablan y dicen para ser el mejor y que el Tlatoani muestre el tino para reconocerlo (a).

El PAN se organiza y propone, Movimiento Ciudadano calla y observa. El PRI, señoras y señores, créanme, volverá como el Ave Fénix, en lo que muchos piden licencia, renuncian a sus oficinas, se proponen para presidentes de la república. Mientras ocurre todo esto, vemos a un tiovivo dando vueltas sin parar.