Opinión

El último disco de Frank Zappa

“Escribir de música es como bailar de arquitectura”. “Todo el mundo es idiota, hasta que demuestre lo contrario”. “Algunos científicos sostienen que el hidrógeno es el componente básico del universo. Yo discrepo. Afirmo que existe menos hidrógeno que estupidez”. “Normalmente, el programa político de los republicanos contiene propuestas equivalentes a curar la caspa mediante la decapitación”. “Definición del periodismo musical: gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no sabe pensar, para redactar artículos dedicados a gente que no sabe leer”, todas, frases de Frank Zappa.

Bueno. Estamos saliendo de la noche buena y el mejor antídoto para olvidar a tantos villancicos es la buena música, especialmente la de Zappa, decididamente anti-religiosa, excéntrica, difícil, nada melódica y técnicamente superior los tipos de rock repetitivos y tartamudos, Eso opinaba él (y yo también, véase www.librozappa.com.

El caso es que en éstos días se cumplen 30 años de su muerte y 50 años del inicio de una obra que, a su vez, tardó media vida en poder ejecutarse. Qué raro ¿no?

Pues sí: Zappa fue un compositor de música contemporánea, que puso a dialogar sonoridades y géneros pertenecientes al rock y la cultura popular, la música culta, el blues, el doo-wop y por supuesto, el jazz.

Su obra póstuma es un disco extraño y original, como digo, tardó 25 años en hacerse. Es una composición de diálogos y pequeñas fugas para orquesta de cámara que fueron hechas y rehechas cientos de veces, entre los años que van de 1967 a 1993. Terminarlo fue una de sus grandes obsesiones.

Hay que imaginarlo en sesiones de 10 horas de trabajo: Frank Zappa sometido a ese ritmo durante sus últimos meses, adherido al estudio Utility Muffin Research Kitchen. Inventando, zurciendo ritmos, esta vez con más conciencia y precisión de su vagabundeo por la historia de la música: free-jazz, Schönberg, Stravinski, Varese, Bártok, rock, soul y doo-woop. La edición completa apareció hasta 1996.

¿Y porqué tardó tanto en hacerse? Porque hasta los años noventa no habían sido inventados los recursos técnicos y sonoros que pudieran materializar esta música. Exactamente y como lo hizo su admirado Conlon Nancarrow con el player piano, Zappa preparó este último disco hasta que pudo inventar al instrumento necesario: un synclavier special que lo ayuda a introducir breves movimientos en forma de fugas. György Ligeti dijo de este disco final: “Es una sátira tejida sobre la mejor música de todos los tiempos”.

En efecto, esta “opera pantomima” se desenvuelve en 41 etapas, sostenidas por una larga conversación entre muchos participantes que ironizan sobre casi todos los temas de la sociedad norteamericana, desde el beisbol, la ciencia, los jueces, la política hasta las drogas o la religión. Es un coro crítico despiadado que se mofa, lo mismo de los sectores puritanos y conservadores de los Estados Unidos que de los hippies, los poetas beats y los radicales comprometidos. Ni más ni menos: la visión zappiana de la civilización norteamericana.

Civilization Phaze II es, por así decirlo, una elaboración testamentaria que se construyó a caballo, como siempre, entre la experimentación y el virtuosismo. Es un producto póstumo, prácticamente desconocido en México, y que cumple treinta años de aparición. Había que celebrarlo.

¡Feliz año!