Opinión

De la violencia, la narcoliteratura y Dahlila de la Cerda

Hacia finales de los años noventa surgieron varios escritores del Norte del país y que escribieron de la violencia, de los que emigraban a los Estados Unidos, de la frontera, que es un territorio aparte, del narco, del peligro y la muerte. Entre ellos se encuentran Eduardo Antonio Parra, autor de los Límites de la noche, Parábolas del silencio, Nostalgia de la sombra y varios libros más. Es un gran cuentista y novelista. Nació en Guanajuato, pero creció en Monterrey. Desde luego está Elmer Mendoza, de Culiacán, representante de la llamada narcoliteratura, que escribe novela negra y creó al detective Edgar El Zurdo Mendieta. Muy conocidas son sus novelas El amante de Janis Joplin, Ella entró por la ventana del baño, Asesino solitario, Balas de plata, entre otras espléndidos libros. Juan José Rodríguez originario de Mazatlán ha escrito La casa de las lobas, Asesinato en la lavandería china, que me gusta mucho, y otros libros de cuentos y novelas. Humberto Crosthwaite, de Tijuana, es conocido por El gran pretender, Estrella de la calle Sexta, un texto más experimental, Instrucciones para cruzar la frontera. Daniel Sada, quien desafortunadamente murió en 2011, Premio Herralde y Xavier Villaurrutia, nació en Mexicali, y su escritura, que posee un estilo único, abordó otros temas, lo mismo que David Toscana de Monterrey ha tratado otros asuntos y producido una literatura muy singular. Ha obtenido importantes premios y hace años vive en Europa.

¿Y las mujeres? Cristina Rivera Garza de Tamaulipas, autora de libros que no tocaban la violencia, como Nadie me verá llorar, La cresta de Ilión, La muerte me da y más títulos publicó en 2021 El invencible verano de Liliana y con esta biografía entró al planeta de la violencia. Su hermana Liliana fue asesinada por su novio en 1990 y las autoridades nunca hallaron al culpable. El libro trata de la investigación que la propia Cristina llevó a cabo, años después, a partir de los expedientes policiales sobre su muerte, a partir de cartas y notas escritas por Liliana misma y realizó la reconstrucción tanto de la vida de Liliana, joven brillante que estudiaba arquitectura en la ciudad de México, como de su asesinato. Durante años, Liliana intentó finiquitar su relación con Ángel González Ramos, un joven posesivo y controlador. En entrevistas, Cristina Rivera Garza ha dicho que el duelo que embargó a la familia por Liliana entorpeció el desarrollo de la justicia. El libro es extraordinario.

Orfa Alarcón , de Monterrey, publicó Perra brava, una buena novela sobre una estudiante de Letras que se enreda con un narco. Desde las primeras páginas la violencia esta presente. La protagonista hace el amor con su novio, que llega empapado en sangre.

Cristina Rascón, sonorense, ha escrito no pocos libros de cuento, minificción poesía, ha traducido del japonés y vivido una intensa vida diplomática. Muchas de sus narraciones tienen que ver con la frontera.

Gracias a la joven poeta Daryen Hernández, mi adjunta en mis clases de la Facultad de Filosofía y Letras, acabo de leer Perras de reserva de Dahlia De la Cerda, filósofa y activista en la organización feminista Morras help Morras. El libro lo publicó Sexto piso en 2022.. Hoy mismo pedí el libro a Amazon, porque lo leí en el Drive de mi celular y me costó mucho trabajo. De ahí que no haya subrayado citas muy precisas, muy reveladoras.

Dahlia no es del Norte, nació y vive en Aguascalientes, pero las historias, del libro citado abundan en la violencia ejercida por las mujeres, algo novedoso en una escritora. Hay relatos fronterizos, crímenes del narco, cuentos de mujeres de clase alta que entran en contacto con hijas de narcotraficantes, relatos de mujeres pobres, por ejemplo una que pierde la vida en Ciudad Juárez y se transforma en vampiro, luego de una violación brutal de varios hombres que la golpean hasta matarla. En uno de los cuentos, una joven maleada que cuida a la hija de un traficante de drogas, se convierte en quien extermina al tipo que liquidó a una buena amiga de su patrona. Algunas “morras” han tenido escolaridad, son de clase media pero acaban en el mundo narco. “Escapar de esto no depende de echarle ganas, de querer salir adelante”. La vida criminal no se abandona, sus seguidoras, en este caso, se quedan ancladas. Así le ocurre a Yuliana, heredera de su padre narco, ella sigue el negocio, tiene el temple y vive una vida criminal.

Las redes sociales son parte del quehacer de los personajes. Hay una “bruja” que ofrece sus servicios en una página en Facebook, una joven de trece años que ha tenido un hijo del novio que ama y ella y él se mandan recados y canciones significativas para bien y para mal. Incluso sus mamás se insultan en Facebook. La misma niña, ya madre, asiste al espectáculo de un trasvesti que canta como Jenni Rivera. La adolescente llora sin parar con sus canciones, todas ellas alimentan su vida, su desconsuelo.

Un niño que crece pintándose los labios como sus hermanas recibe los maltratos de su madre. Ella le dice que sea joto pero no “vestido”. Cuando crece sabe que quiere ser mujer y se transforma, se prostituye y lo asesinan. La vida es dura para todos estos caracteres.

Muy destacable es el lenguaje que utiliza Dahlia de la Cerda para cada personaje. Recrea el de la “peble”, el de las niñas bien, el de las que trabajan con el narco, los modismos, ciertas palabras se vuelven un universo aparte. La ropa de marca, los zapatos caros forman también parte de la existencia narca, así como la música fronteriza.

Dahlila de la Cerda

Dahlila de la Cerda

Dahlila cuenta que para ella, sin embargo, lo más importante es la estructura, cuando ya la ha formulado, entonces escribe el cuento que ha trazado. El “habla” la pesca de aquí y de allá, de incontables lecturas y de un oído aguzado que puebla universos, los que retrata justamente con palabras.

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Los personajes de muchos de los relatos, todos contados en primera persona, aún los de las muertas, se retoman en otros de los textos. Aquellos de los que no se sabe de su vida anterior, aparecen de nuevo más desarrollados.

Sin duda, vale la pena seguir a esta escritora tan sui generis, que deja al lector con el pecho oprimido y con enormes ganas de leerla más.