México encara el proceso electoral más grande y complejo de su historia. Cuantitativamente hay 3,400 cargos en disputa; cualitativamente, el viejo sistema se colapsa, entre la clase política hay un verdadero torbellino, traiciones, realineamientos, desesperación por la sobrevivencia. En suma, hay mucha presión sobre las autoridades electorales y sencillamente éstas no parecen estar a la altura del reto.
Mucha tinta ha corrido desde que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, metió con calzador a la boleta para la elección presidencial al Bronco, con esta medida, las múltiples dudas que ya deambulaban sobre el proceso se han aclarado. Tristemente lo que se develó fue que una poderosa vertiente del sistema está dispuesta a violentar la elección. Este sector juega sus profusas fichas y se apresta para arrebatar el resultado por las buenas y por las malas. El arquetipo del “haiga sido como haiga sido” se va imponiendo. La nomenklatura del sistema está desesperada porque el candidato del PRI, simplemente, no despega.
No se trata del grueso de la clase política, tampoco de la totalidad del sistema. Hay unas expresiones de la élite que apuestan a la vía legal y a las urnas, otras han optado por la negociación, ya sea con Anaya o con Morena; incluso hay numerosos actores que, estupefactos ante el derrotero de la elección, aun no saben cómo ubicarse. La nomenklatura no está conformada exclusivamente por priistas, son los barones del sistema muy nerviosos porque sus intereses están en riesgo. En su perspectiva, o se concreta en las semanas inmediatas un acuerdo satisfactorio que les brinde ciertas certezas, bajo el entendido de que ya nada será igual, o de plano, a través de “otros medios”, perfilarán un resultado. Es mucho lo que está en juego, resultaría iluso pensar que dulce y razonablemente van a dejar pasar a AMLO, se tiene que fraguar un acuerdo entre las élites. Un triunfo del tabasqueño podría poner al PRI, PAN y PRD al borde de la desaparición, y los sectores duros de estos institutos reclaman subsistencia. La nomenklatura tiene en la violencia política todo un recurso para enrarecer el ambiente político, generar miedo y finalmente incidir en el curso de las elecciones, ahí queda para la memoria, 1994.
El proceso electoral en curso inició formalmente el pasado 8 de septiembre, desde entonces, de acuerdo con un reporte de la consultora Etellekt, han sucedido 173 agresiones directas a políticos y al menos 78 asesinatos, entre candidatos y personas allegadas a las campañas.
Esta grave situación ha trascendido las fronteras, al grado que el propio secretario general de la OEA, ha expresado su inquietud. Al respecto Luis Almagro manifestó: “los asesinatos de candidatos que participan en las elecciones en México son condenables y son los ciudadanos quienes deben elegirlos”.
Cabe la pregunta si la estadística presentada por Etellekt es una expresión del alarmante grado que han alcanzado, tanto la inseguridad como la violencia, o si se trata de violencia política provocada con una deliberada intención. Difícil saberlo, a final de cuentas, la nomenklatura tiene vasos comunicantes con el crimen organizado y lo ha usado como parapeto al momento de señalar responsables.
Ayer la propia CNDH reprobó la violencia política y demandó poner un alto. Efectivamente, los incidentes del fin de semana en Oaxaca son altamente reprobables, es irresponsable tolerarlos. Sin embargo, hay un caldo de cultivo para que hechos de esta naturaleza sigan teniendo lugar. Hay signos ominosos sobre esta elección, los candidatos tienen que ser muy responsables en sus dichos y hechos. Este proceso electoral lleva la trayectoria del conflicto, los aspirantes se desbordan en improperios y siembran la semilla para que sus respectivas militancias se confronten. El INE y el TEPJF mutuamente se han descalificado. El gobierno fue señalado por haber metido a la PGR a la elección, a este ritmo no quedará nadie con estatura moral para llamar a la cordura. La apuesta de la nomenklatura es que el desorden se incremente para retomar controles que siente se le han alejado.
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