
Muchas veces cuando era niño veía a mis mayores y siempre entendía como que estaban muy lejos de mi realidad. Lo mismo los chavos de 20 que los ya no tanto de 30, los señores de 40 y los viejitos de 50. Mis abuelas, porque sólo tuve la oportunidad de conocerlas a ellas y no a mis abuelos, eran algo fuera de toda proporción, a sus 70 y tantos eran parte de una realidad totalmente inalcanzable que sólo tenía que ver con la bondad, sobretodo de mi abuela materna “Mamá Lupita”, con que trataban de establecer lazos de comunicación con un “chiquillo endiablado” de 7 u 8 años… La vida ha pasado y pronto me di cuenta que ni los 20, ni los 30, los 40 o más años, estaban lejos de mí, que en cambio, la gente que alcanza esas edades vive plenamente…
Todo lo anterior para decir que mi amigo más querido, a quien muchos dicen que no toleran, pero que la realidad única es que no lo entienden, cumplió años ayer. Me sorprendí yo mismo cuando me dijo la edad que estaba alcanzando (y debería ser discreto para no decir cuantos son) porque lo conozco desde hace 22 años, trabajé con él casi 10 y hemos sido compañeros inseparables de muchas jornadas, de trabajo y de la vida y creo que a estas alturas, ni él ni yo renunciaremos a esos lazos de afinidad que nos unen, que se transformaron en un cariño hermanado que nos permite reírnos del mundo, aunque el mundo crea que se ríe de nosotros…
Hace casi cinco años en una nevada noche en Berlín, cenándonos una magnifica “Tomato Soup”, hablábamos de cuantos proyectos hicimos; en cuántos lo seguí, en cuantos me incluyó y cuanto lo hemos disfrutado. Yo sé que hay quienes lo envidian por su estilo, a veces es franco, a veces me suena hasta un tanto altanero y mandón, pero en el fondo mantiene una nobleza a prueba de balas en donde sus hijos, su gran orgullo, encuentran puerto seguro.
Yo sé que habrá a quien le agrade o no, porque no es monedita de oro, pero es hombre de convicciones y eso, en tiempos tan turbulentos es difícil de encontrar. Bonachón, a veces rígido y casi siempre incólume, pero la vida nos va formando de diferentes maneras y sería muy aburrido si todos fuéramos iguales, no sabríamos quienes son los buenos de corazón y quienes los malvados.
Primero me escogió de leal escudero, luego yo lo elegí para padrino y al final del camino escogimos ser amigos, yo lamenté en el alma la muerte de su madre y luego la de su mejor amigo, su hermano Roberto y él me acompaño de corazón cuando murió mi mamá.
Hicimos no sé cuántos programas de televisión con alambritos en el Canal 40, le aguantamos el ego a muchos conductores de noticias, hicimos un Canal de Deportes y luego nos lo desgraciaron, trabajamos sin cobrar en la Federación Mexicana de Futbol, nos quedaron a deber los del futbol rápido, nos ganamos cinco premios editoriales por la mejor revista de deportes en México, innovamos con nuestras secciones editoriales en diferentes diarios, nos echaron montón en Televisa y de todos modos seguimos flotando, de lejos, él allá en Radio Centro y yo en Radio Fórmula, pero juntos en otros espacios como éste, ganado por la confianza y el afecto de nuestros patrones.
¡Caray, no me puedo callar!, cincuenta y siete no son para avergonzarse si se han vivido al límite, con esa pasión del reportero que platicaba el otro día con Ricardo Rocha en Radio Fórmula. Veinticuatro horas después de su cumple, y pidiendo perdón a mis lectores por haberles robado este espacio para algo tan personal, sólo quiero decirle a Alfredo Domínguez Muro, mi amigo, mi hermano, lo mucho que lo quiero… ¡Felicidades..!
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