Cultura

No creo en la fantasía e imaginación como escapismo: Antonio Ortuño

Son la posibilidad de ver nuestra realidad y naturaleza desde otra lógica, añade. Presenta su nueva novela "Matarratas"

entrevista

El escritor Antonio Ortuño.

El escritor Antonio Ortuño.

Ciudad del Lago es una aldea en ruinas, es el hogar de la ajustadora de cuentas Matarratas y es donde Antonio Ortuño (Zapopan, 1976) mira con escepticismo el poder político y plasma un espíritu anarquista que cuestiona la autoridad y la manera en que ésta se emplea. Ciudad del Lago es donde inicia la historia Matarratas, la nueva novela del autor mexicano.

“En la infancia y adolescencia fui un lector muy entusiasta de J.R.R. Tolkien, Ursula Le Guin y de muchos otros autores que eran constructores de estos mundos fantásticos. Para mí fueron lecturas entrañables y formativas. Desde aquellos tiempos tenía la ambición y el apetito de crear alguna historia de esta naturaleza”, destaca Ortuño.

-¿Por qué plasmar una ciudad en ruinas?

-Mi intención no era imitar o hacer una némesis de estos reinos espléndidos de los que habla Tolkien: palacios elficos o la comarca amigable de los hobbits. Ciudad del Lago es torva, está medio destruida por una guerra civil, es una ciudad empobrecida. La monarquía y sus galas fueron expulsadas, la controlan una serie de aristócratas ansiosos que forman un consejo y la gente tiene que luchar para sobrevivir.

En ese ambiente, la novela narra la encomienda asignada a Matarratas, una migrante pobre que se reconvierte en una especie de sicaria, una chica que cobra por ajustar cuentas, por cobrar deudas, por asustar gente e incluso liquidar a malvados que no pueden recibir justicia.

“No creo en la fantasía e imaginación como escapismo sino como una posibilidad de ver nuestra realidad y naturaleza desde otra lógica”, expresa Ortuño.

-¿Por qué hablar de la constante promesa fallida del poder?

-La novela tiene una visión nihilista del poder. Se menciona que los reyes no se ocupaban más que de ellos mismos y que con el nuevo consejo, formado tras la Revolución Gloriosa, en realidad, gobiernan para ellos mismos y les importa muy poco la gente de la ciudad, lo que están buscando es incrementar el poder y lo pactan con la clase sacerdotal.

“De alguna manera, como en el gato pardo todo cambia para que todo siga igual. En los mundos imaginarios siempre se nota esa cosmogonía de los autores, las ideas basadas en el catolicismo medieval de Tolkien, las ideas basadas en las filosofías orientales de Ursula Le Guin y, en mi caso, el escepticismo ante el poder político y con un cierto espíritu anarquista”, responde.

La mayoría de las personas hemos asistido, a lo largo de nuestra vida, a un montón de nuevos inicios políticos en instituciones, en estados y a nivel federal, añade.

“En muchos países estos cambios que se suponen harán que todo mejore, las cosas tarde o temprano vuelven a lo mismo, a resultar que hay favorecidos, que hay corrupción, que hay sobrecitos y nepotismo. Volvemos una y otra vez a las mismas, la gente se desengaña de unos y se engancha con los que siguen, creo que desde luego hay un cuestionamiento importante al poder político como tal en la novela”, indica.

-¿Tenemos arraigado el hábito de tomar venganza?

-En la sociedad que planteo en la novela y en la que no existe justicia, el mejor postor y los fuertes siempre se imponen. En este tipo de sociedades no existe justicia alguna, por eso la propia sociedad y en la Ciudad del Lago todo el que puede pagar a un vengador lo contrata.

Hay una especie de ley no escrita en torno a que la gente tiene derecho al ajuste de cuentas en ciertas circunstancias y es algo que se extrapola, son realidades que conocemos en América Latina donde los aparatos de justicia jamás funcionan y donde la gente tiende a esta idea un poco horrorosa y a veces inevitable de tomar justicia por sus propias manos o mediante otras personas.

Lo anterior es un elemento de la incapacidad y desinterés del poder político por gobernar en una sociedad de justicia, destaca Ortuño.

HEROÍNA SIN PODERES. 

En la novela Matarratas, Ortuño quería que la protagonista fuera una chica migrante, pobre, que no es híper fuerte y no tiene ninguna clase de poder mágico.

“Es astuta, ágil y sabe cómo moverse; es una desheredada, no tiene vínculo alguno con la aristocracia, su familia murió en una reyerta en las tierras del sur que siempre están en levantamiento y guerra. Ella termina migrando paupérrima en una caravana de comerciantes y empieza siendo prácticamente una niña de la calle en Ciudad del Lago”, narra.