Novelan la historia de niños innu; fueron despojados de identidad
Michel Jean describe cómo el gobierno canadiense obligó a olvidar su lengua materna y de sus tradiciones
entrevista
Un día, la Gendarmería Real de Canadá llegó en hidroaviones a la comunidad indígena innu para llevar a todos los niños a un internado donde recibirían educación digna, es decir, donde se olvidaran de su lengua materna y de sus tradiciones. Ese proceso llamado pensiones escolares, vigente hasta el año 1996, ocasionó depresión, violencia y adicciones en un territorio amenazado por las presas y la deforestación.
La historia de esa comunidad indígena ubicada al norte de Canadá es narrada por Michel Jean (Alma, 1960), en el libro “Kukum” (Ediciones Tiempo de papel /SODEC Quebec) a través del amor que unió la vida de Almanda, bisabuela del autor, con la de Thomas, un innu o bien, un nómada que respetó el bosque boreal rodeado de los ríos Peribonka y Pekuakami.
“En la sociedad occidental vemos el crecimiento como una flecha que siempre va hacia arriba, pasamos de la rueda al avión y luego a la nave espacial, siempre creímos que íbamos bien hasta 2001 que nos dimos cuenta del calentamiento global”, detalla el autor.
Los innus en vez de mirar el progreso como una flecha lo ven como un círculo, añade. “Por ejemplo, en otoño se van del territorio y en primavera regresan; cuando son niños, los padres se ocupan de nosotros y cuando envejecen, nosotros nos ocupamos de ellos”.
Otro elemento importante es que en la comunidad innu no hay acumulación de riquezas, lo más valioso es lo que pueden llevar consigo porque son nómadas.
“Su cultura va de la mano con la naturaleza, buscan los recursos que solamente necesitan, es decir, un pescador va con su red al río pero ésta tendrá los huecos suficientemente grandes para sólo atrapar a los peces más grandes y dejar libres a los pequeños. Así no vacían el río”, detalla Michel Jean.
Ese estilo de vida basado en el respeto al otro ha hecho que los innus vivan en armonía con la naturaleza durante 10 mil años, en comparación con el sistema Occidental, añade.
Sobre la historia de Almanda y Thomas, el escritor explica que es un homenaje al gran amor que existió entre los innu, donde ella decidió abandonar su vida occidental para integrarse a los innu.
“En Quebec hay la tradición de hombres que dejaron sus grandes ciudades para irse a vivir en el bosque e imitar el estilo de vida indígena, a ellos se les llama los corredores del bosque. Pero, al menos que yo sepa, no hay ejemplo de una mujer que eligiera la vida indígena. Almanda lo hizo porque estaba muy enamorada de Thomas y de la vida innu”, expresa.
¿Es real que el gobierno sacó a los niños innu de su territorio?
Sí, se llamaron pensiones escolares, tomaban a los niños de 5 a 15 años, los llevaban lejos de sus familias y en esas escuelas les prohibían hablar su lengua, les decían que su cultura no tenía valor y que sus padres estaban alejados de la realidad.
Mi prima estudió en una de esas escuelas, me contó que al bajar del avión los contaban y les asignaban un número, si eras 22 ése sería tu nombre. Los niños eran denigrados y tenían castigos si hablaban su idioma, por ejemplo, los ponían de rodillas en una esquina del salón con una navaja de rastrillo sobre la lengua.
Michel Jean comenta que cuando los niños regresaban a su comunidad eran otros, muchas veces tenían rencor contra sus padres por haberlos dejado ir y los padres sentían mucho enojo por haberlos dejado partir pero no tenían opción porque los policías llegaban a la comunidad por los niños.
“Cuando aparecieron estas pensiones aparecieron problemas de violencia, drogadicción y alcoholismo entre los innu. La última pensión cerró en 1996 pero aún vivimos con las heridas que dejaron, apenas nos damos cuenta del daño que hicimos”, indica.
¿Aún existe el río Peribonka?
El autor comenta que es uno de los más ricos de América del Norte y a su alrededor había un extenso bosque boreal que fue rasurado.
“La gente se escandaliza cuando se quema la Amazonía, pero nadie dice algo cuando se talan los árboles de este bosque ni cuando construyeron presas en Peribonka, cuando algunas comunidades fueron inundadas y la gente no fue indemnizada. Los indígenas conocieron el apocalipsis, el final de su mundo, y los hicieron vivir en un mundo que no habían escogido”, expresa.