
3Jun,2023) la instalación, “Mnemósine”, consistente en 625 cuadros de pequeño formato adosados en retícula al plafón del techo interno de un antiguo piso de oficinas.
A partir de recordar momentos vividos con su fallecida hermana Aurelia, Barajas reformula el acto de mirar hacia arriba o al horizonte en bosques o a cielo abierto, recreando efectos lumínicos diurnos o nocturnos, atardeceres, las olas del mar o múltiples efectos del agua, además de objetos cotidianos, velas, cerillos y su humo, etc. Divididos en grupos temáticos adaptados a la propia trama de vigas y lámparas en techos bajos, el montaje resultó una alucinante evocación de los mecanismos de construcción de la memoria a través de sensaciones visuales, corporales y espaciales.
En “Saliva”, Barajas va más lejos que en “Mnemósine” al recrear en 16 pinturas la entrada de luz por la ventanas de su taller o en exteriores, viajes a Cuemanco, las pinturas de su abuela, efectos de luz y agua, imágenes de naturaleza extraídas de Internet, etc., José Eduardo uso aplicaciones para predecir el clima para realizar una obra de sonido escultórico y ambiental creada con altavoces Xpan y un mural donde con manchas de pintura en paredes y pisos, marcó el paso del sol a diferentes horas del día dentro de la sala de exposición.
Montajes como los de Philippe Parreno o Pablo Dávila (ver columnas Artgenetic 20Ene2018 y 25Ago2023), se empatan a Julius Heinemann, pintor quien ha usado recursos análogos y multidisciplinarios para trascender la expansión espacial de la pintura de Jackson Pollock (1912-86), Gene Davis (1920-85), Lynda Benglis, Katharina Grosse, o el canon desarrollado por la seminal curaduría High Times, Hard Times: New York Painting 1967-1975, siendo de Omar Barquet a José Eduardo Barajas de los pocos artistas en México que se suman a esta nueva expansión de la pintura. ¿La expansión multidisciplinaria dará nueva vida a la pintura?
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