Es increíble como una película puede quedarse grabada en el subconsciente de alguien. ¿Será por la experiencia de una sala oscura llena de gente extraña, o es acaso la magia de la luz proyectada en la pantalla para contar las más alocadas, dramáticas, terroríficas o heroicas cintas que uno puede imaginar? En mi caso, fue un poco de ambas sensaciones en aquella lejana fecha del 12 de octubre de 1989, a mis seis años de edad (ya casi siete) acompañado de mi tío y mi madre, cuando llegaría a México el gran estreno de Batman, de Tim Burton.
Entre hechos históricos como la súbita caída del Muro de Berlín, el veto a la Selección Nacional de competencias internacionales por los ‘cachirules’ que la dejó fuera del Mundial de Italia 1990 y el sonido de la música de Madonna con “Like a prayer” o Mötley Crüe con Dr. Feelgood, DC y Warner reinventarían la visión de uno de sus héroes más representativos, ni más ni menos que el Caballero de la Noche, que después de las locuras televisivas pero agradables de Adam West, cedía el paso a un joven pero talentoso histrión que dejó su huella en el Hombre Murciélago: Michael Keaton.
Como todo niño fascinado por la experiencia, tocaba entrar a una sala repleta de gente, encontrando lugar hasta la primera fila, pues en ese entonces no había lo que ahora conocemos como ‘multiplexes’ ni asientos numerados. Desde esa batalla por obtener el mejor lugar para ver el filme hasta las largas filas para entrar a esos recintos enormes con una sola pantalla, incluso la gran mercadotecnia alrededor del lanzamiento como paletas en Helados Holanda con sabores especiales hasta los populares Pepsi Vasos temáticos, todo apuntaba para ser algo inolvidable.
Cabe resaltar que, para ese entonces, las cintas de superhéroes no eran el fenómeno que es ahora. DC logró éxito con la dupla de Reeve y Donner en Superman e intentó continuar, aunque con tumbos, la franquicia, hasta esa tercera parte dirigida por Richard Lester que marcaría la decadencia del héroe venido de Krypton. Del otro lado, Marvel no había corrido con mucho éxito para ese entonces, pues Howard The Duck (1986) había sido un tremendo fracaso en taquilla. Así que no había realmente una presencia fuerte en el séptimo arte para este tipo de historias.
Bastaba para el alma del niño en la sala escuchar la melodía compuesta por el gran Danny Elfman durante los dos primeros minutos y medio mientras la cámara viajaba a través del emblema del Hombre Murciélago para meterse de lleno al universo ‘burtoniano’ creado para este héroe de Ciudad Gótica, posiblemente la que más hace honor a ese título. Siendo ésta su tercera colaboración con el realizador, sería un parteaguas para su carrera pues de ahí saldrían las oportunidades para crear la música icónica de Los Simpson, además de ser la primera de varias participaciones en soundtracks para adaptaciones de cómics como la saga de Spider-Man de Sam Raimi o la serie de Flash en los 90 para televisión, entre otras.
Sin embargo, no fue fácil llegar a culminar este proyecto que enfrentó muchas trabas. Comenzando por el cast, uno que presentaba a dos actores en un gran momento de sus carreras y uno tan consolidado que ya tendría en su haber dos Oscars bajo la manga. La primera decisión involucró al interés amoroso de Bruce Wayne/Batman, la reportera Vicky Vale, interpretada por Kim Basinger. Aunque ella siempre fue la primera opción para el papel, las diferencias con la producción la alejaron y la actriz Sean Young entraría en su lugar. Pero después de una lesión preparándose para el papel, tuvo que abandonarlo y Basinger aceptó de inmediato. Afortunadamente, ella ofreció una química, pero también fortaleza, al personaje que oscilaba entre la damisela en peligro en medio de estos dos freaks que peleaban por su interés así como la determinada mujer que busca investigar quien es el encapuchado de Gótica.
Un héroe siempre necesita un gran villano, y qué mejor que tener a Jack Nicholson para ello. Su camino hacia el Guasón/Joker no fue sencillo e incluso llegó a dudar el hacerlo, por lo que le fue ofrecido a otro actor: Robin Williams. Al enterarse de ello, Nicholson aceptó de inmediato, mencionando después que éste había sido uno de los roles favoritos que había interpretado debido a la libertad creativa que le ofrecía interpretarlo. Su lado psicópata aunado a ese humor sarcástico y la exageración son testigos de ello. Curiosamente, el aplaudido histrión sería uno de los pocos involucrados que ya tenía previo conocimiento del cómic, confesando que el villano por excelencia de Batman era de sus favoritos desde que se familiarizó con la viñeta creada por Bob Kane y Bill Finger.
Pero el trabajo más complicado fue, sin duda, escoger al héroe enmascarado de Ciudad Gótica. Cuando la producción (y Burton mismo) escogió a Keaton para el papel, la horda de fans mostró su inconformidad por la elección. A pesar de ello, se mantuvo la decisión por este histrión que convirtió a su Caballero de la Noche en alguien intimidante, serio, conflictuado, pero siempre heroico. Al verlo en pantalla, Keaton mostraba la adecuada actitud juguetona del multimillonario Wayne y la introvertida identidad de Batman. Sin necesidad de usar spándex o colores brillantes, el color negro y el emblema con vivos amarillos se convirtió por mucho tiempo en la mejor visión de este emblemático personaje de DC…hasta la triste llegada de Joel Schumacher, pero esa es otra historia.
Keaton, que había trabajado con Burton en Beetlejuice: El Superfantasma (1986), se comprometió de lleno al proyecto. Una de sus aportaciones principales fue el tono de voz para Batman, algo que después harían tanto el gran actor de doblaje Kevin Conroy como Christian Bale para demostrar la dualidad del personaje. Como dato curioso, cuando el actor se metía en el traje, no escuchaba nada, lo que le añadía un sentido de claustrofobia a su interpretación que ayudó a sentirse alienado. También, le ayudó explotar su vena cómica de vez en cuando, pues acrecentaba con ello la sensación de cierta locura dentro de él, aunque no tan demencial como la de su antagónico.
Ni qué decir de la música. Si bien, de pequeño, uno no distinguía tantas cosas, no cabe duda que las canciones de Prince fueron otra de las grandes aportaciones al filme. Ver al Joker/Guasón repartiendo anarquía en un restaurante snob mientras escucha Partyman, uno de los temas de este gran artista, o la escena del desfile con globos en la que el carismático y psicópata antagonista busca aniquilar al pueblo de Gótica a ritmo de Trust, es memorable. Un perfecto complemento para el universo de ficción creado por Burton que le daría una dosis de oscuridad sin llegar a lo Snyder a este personaje que, después de bailar el ‘Batitwist’ en televisión, necesitaba un enfoque diferente, adecuado a su época.
Burton, que acabó un tanto fastidiado por el estrés y las presiones de tener una súper producción en sus manos, ha dicho que lo atractivo de Batman, para él, era que la mitología de este héroe y la cinta en sí, era un duelo de ‘freaks’ que luchan por la libertad a su manera. No podría estar más de acuerdo, pues esta adaptación de 1989 crea a dos exiliados de la sociedad que pelean frente a frente por sus ideales, uno el de la justicia extrema sobre todas las cosas y el otro, por las libertades que refieren a la falta de autoridad, pero ambos de alguna manera son una especie de parias, especialmente en sus alter egos.
Es a través de esta lucha de estos memorables personajes de cómics salidos de la Edad de Oro plasman en un tono sombrío una adaptación que, para un servidor, no sólo sirvió como gran ejemplo del talento detrás de una producción sin necesidad de grandes efectos especiales, sino de lo que podrían entregar estos personajes en la ficción del séptimo arte. Y es que después de esas dos horas épicas del bien contra el mal, ¿quién no saldría del cine queriendo decir ‘Soy Batman? Ya sea por estas razones, el estupendo Batimóvil o la gran dirección de arte que le valdría el primer premio Oscar a una cinta de superhéroes, esta aventura del vulnerable pero rudo héroe enmascarado resultó ser un memorable y digno festejo, en ese entonces, para celebrar 50 años del Caballero de la Noche.
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