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‘Cinco centímetros por segundo’: Las distancias emocionales de Makoto Shinkai

CORTE Y QUEDA. Estrenada originalmente un 3 de marzo de 2007 en Japón, este largometraje recorrió recientemente varios cines de la República Mexicana y algunos en Latinoamérica gracias a Cinépolis y Anifest

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Fotograma de 'Cinco centímetros por segundo'.

Fotograma de 'Cinco centímetros por segundo'.

CORTESIA

Es innegable la influencia que la animación japonesa ha tenido durante la última década en cuestión de formatos de consumo e incluso en terrenos estéticos, aunque en este último ámbito siempre ha estado presente, haciéndose más palpable gracias a las ventajas de la velocidad con la que corre la información en la actualidad. Hayao Miyazaki, Isao Takahata, Satoshi Kon o el mismo Hideaki Anno, son tan solo algunas de las figuras que se han encargado de elevar los estándares de la cinematografía animada nipona contemporánea, y entre los cuales no podemos olvidar un nombre que se ha abierto paso con sus luminosas (visualmente hablando) y dolorosas historias: Makoto Shinkai.

Durante el 2023 llegará a México la cinta Suzume no Tojimari, el más reciente trabajo de Shinkai, con el que las expectativas crecen a medida que se acerca la fecha de su estreno. Es claro que el renombre de este director no llegó gratuitamente, y fue gracias a Kimi no Na wa (Your name, 2016), su película más popular y global que se convirtió en un realizador a seguir; sin embargo, no podemos olvidar el filme con el que logró adentrarse a pasos agigantados en la industria de animación, su segundo largometraje Byōsoku Go Senchimētoru o mejor conocido como Cinco centímetros por segundo (2007).

Estrenada originalmente un 3 de marzo de 2007 en Japón, este largometraje recorrió recientemente varios cines de la República Mexicana y algunos en Latinoamérica gracias a Cinépolis y Anifest, con el propósito de preparar a aquellos fanáticos de cintas como Viaje a Agartha (2011) o El tiempo contigo (2019) para la llegada de la nueva producción de su director.

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Takaki y Akari son dos amigos que compartieron parte de su infancia, los cuales tuvieron que separarse por razones familiares. Los lazos creados en su niñez junto a un fuerte y magnético vínculo mantendrán nostálgicos y solitarios a esta pareja que parece estar destinada sólo a recordar aquel pasado en el que fueron felices, esperanzados en crear un futuro juntos que parece disolverse a la velocidad de una flor de cerezo.

Aún después de casi 16 años de su estreno, este trabajo se convirtió en una obra obligada para analizar los nuevos alcances de la animación japonesa, así como discursos sobre las relaciones de pareja que se amoldan a tiempos donde todo parece acabarse tan rápido como se inicia. Shinkai construye a través de coloridos paisajes un entorno propicio para que el fruto del amor crezca a sus anchas, pero es aquí donde la endulzada trama pierde su brillo metafórico, y nos damos cuenta que el tiempo y la distancia son elementos indispensables para aquello que nos quieren contar, algo que suele ser inevitable: “No todos estamos destinados a vincularnos eternamente”.

Los sentimientos se congelan mientras que las flores de cerezo cesan en su caída, la nieve cubre a nuestros protagonistas, como un mecanismo de advertencia sobre lo que está por suceder, y es que la intuición es clara en Takaki y Akari en relación a su futuro por el cual luchan reaciamente por mantener, pero que parece distanciarse a medida que el tiempo avanza, como sus vidas. 

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Este tríptico cinematográfico del cineasta japonés parece dividirse en la cosecha del amor, el crecimiento de la soledad ante la distancia emocional y la aceptación de la realidad, proponiendo un melancólico ejercicio sobre los límites de nuestra dependencia sobre otro ser humano, arropado por imágenes que desbordan belleza, intentando hacer menos cruel el resultado de la historia.

¿Cómo olvidar? ¿Cuándo tenemos que desprendernos de aquellas cadenas que nos atan al pasado? ¿Hasta qué momento debemos soportar la partida de aquello que nos hacía feliz? Con incógnitas sencillas, pero de suma importancia, el director nos lleva a un terreno donde nos invita a viajar con sus protagonistas, y de esta manera nos permite entablar nuestras propias conclusiones sobre el amor, la vida y aquello que nos hace únicos.

Miradas llenas de esperanza, naturalezas que complementan los sentimientos de sus personajes, así como la sutileza de las palabras, son temas que podemos encontrar en la filmografía de Shinkai, inquietudes que si bien son constantes, sus empaques metafóricos son distintos y únicos. 

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