Escenario

‘La guerra de los niños’: Mal ejemplo de los mensajes moralinos en el cine infantil

TICKET AL PASADO. En el fondo era una película que buscaba influir en la infancia española, la cual estaba creciendo a la sombra de la movida madrileña y que tenía que ser reorientada a actividades moralmente aceptables

La guerra de los niños
Fotograma de 'La guerra de los niños'. Fotograma de 'La guerra de los niños'. (ESPECIAL)

En 1979 surgiría en España un grupo de pop infantil que se convertiría en todo un referente, Parchís, su primera alineación estuvo conformada por Constantino “Tino” Fernández Fernández, David Muñoz Forcadas, Gemma Prat Termens, Yolanda Ventura Román, Óscar Ferrer Cañadas, este último dejaría al grupo en 1981 y sería sustituido por el pelirrojo Francisco “Frank” Díaz Teres.

El boom que tuvieron hizo que el cine español de inmediato volteara a verles, creando una película que serviría de vehículo para ellos, naciendo así La guerra de los niños (1980), película que para los niños de la época se convertiría en una de las importantes en esos primeros años de vida.

El Colegio Santo Tomás de Aquino, dirigido por el profesor Don Matías, se enfrenta a la decisión de un empresario, Don Atilio, de proceder al cierre del mismo por no dar beneficios, construyendo pisos de lujo en los terrenos del colegio. Un grupo de alumnos se movilizan e idean toda una serie de juegos para evitarlo. 

Viéndole a distancia es muy llamativo que una película que se supone se apoya en un grupo musical, en los hechos sólo tenga cuatro canciones, ninguna de ellas éxito del grupo: “Twist del colegio”, “Ayúdale”, “Fin de curso” y “Querido profesor”, lo que se justifica al saber que originalmente la película no estaba hecha para Parchís. Sí, por increíble que parezca, la cinta emblema del grupo en realidad era una película para niños pensada para cuatro protagonistas, uno de ellos debería ser un niño obeso para que los chistes funcionaran, eso hizo que tanto Gemma como Óscar se convirtieran en personajes casi secundarios y perdidos si no fuera por las intervenciones musicales.

La guerra de los niños en el fondo era una película que buscaba influir en la infancia española, la cual estaba creciendo a la sombra de la movida madrileña y que, por lo mismo, tenía que ser reorientada a actividades moralmente aceptables, así que mientras el mundo español estaba explotando ante aperturas, la cinta decía que la única guerra valía la pena realizar era contra la ignorancia, contra el voraz capitalismo, que lo valioso era el respeto a las instituciones y, por supuesto, a las personas mayores, las que fungen de guías y mentores espirituales de los chicos.

El tono de la cinta era plasmado desde la secuencia de créditos, donde mientras el aula entera entona “Querido profesor” dedicada a don Matías, mostrando un paraíso idílico escolar, donde la irrealidad llegaba cuando la mascota del grupo, el perro Superman, cantaba una línea de la canción. Los límites de la realidad y fantasía quedaban sentados con ello, atrapando a los niños e impulsando desde ahí lo que se vería. 

Esa canción era seguida por una lección chapucera de economía, que explicaba los problemas de ese tipo de España. Otra secuencia que seguía marcando ese mundo soñado para una sociedad española que añoraba el orden era cuando en el patio de juegos de la escuela todos bailaban twist, un ritmo completamente fuera de moda.

Pero, quizá, el tema más importante para la sociedad conservadora española, era cuando los miembros del grupo acuden a una iglesia a interpretar “Ayúdale”, orando con una canción para la salvación de su profesor, prometiendo seguir los preceptos católicos, en un chantajista y burdo mensaje moralino de tufo religioso añejo. Aun así, en realidad, lo relevante era que lograban llegar a su público objetivo, los niños que seguían a la agrupación, quienes eran deslumbrados por los colores y, sobre todo, por la alegría que la agrupación emanaba, la amistad y compañerismo.

Quizá lo más curioso de la cinta es que sólo dos veces vemos al grupo vestido de los colores les caracterizaban, Tino de rojo, Yolanda de amarillo, Gemma de verde, Oscar de azul y David de blanco, cada uno de esos colores simbolizaban los colores de las piezas del juego de Parchis, siendo el blanco el que equivalía al dado.

La penetración que tuvo el grupo por sus canciones, su química, se reafirmó con esta película, la que obviamente tendría continuación, La segunda guerra de los niños (1981). En España Parchís seguiría en salas de cine con Los Parchís contra el inventor invisible (1981), Las locuras de Parchís (La tercera guerra de los niños, 1982), La magia de los Parchís (1982), La gran aventura de los Parchís (1982) y Parchís entra en acción (La última guerra de los niños, 1983), algunas de ellas no llegarían ya a México.

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