Escenario

‘Los Paraguas de Cherburgo’: Ese experimento con actuaciones vocales que nos sigue robando el corazón

CORTE Y QUEDA CLASSICS. Revisitando los filmes históricos esta vez nos enfocamos en la obra maestra de Jacques Demy con actuaciones brillantes de Catherine Deneuve y Nino Castelnuovo

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Fotograma de ‘Los Paraguas de Cherburgo’.

Fotograma de ‘Los Paraguas de Cherburgo’.

ESPECIAL

A casi sesenta años desde su estreno, encuentro pertinente recordar la clásica y obra maestra del cine francés (y musical) que es Los Paraguas de Cherburgo. Una cinta que ha inspirado a realizadores modernos y posmodernos tanto en su narrativa como en su estética visual.

La película sigue la historia de amor de Geneviève (Catherine Deneuve), una joven que trabaja en una tienda de paraguas en Cherburgo, y Guy (Nino Castelnuovo), un mecánico que sueña con emigrar a América. La pareja se enamora profundamente, pero sus planes se ven interrumpidos cuando Guy es llamado a filas para luchar en la Guerra de Argelia. Geneviève se queda embarazada y se ve obligada a casarse con Roland (Marc Michel), un joyero rico que la ha estado cortejando.

Los Paraguas de Cherburgo es una absoluta obra maestra. Sin embargo, no se detiene ahí, pues también es una clara muestra de innovación técnica al momento de mezclar los diálogos con una entonación para recitarlos, como si de una obra de teatro al buen estilo ópera se tratara. Y es que sí, la cinta tiene muchas y ninguna canción a la vez. No, no es un musical típico en el sentido de que los personajes de la nada se ponen a cantar y bailar números musicales, sino que durante toda la película están hablando de forma cantada. Así que nunca hay una canción per se, pero siempre están cantando. Lo interesante aquí, es que no se trata como un musical, sino como si así hablaran los personajes en su vida cotidiana.

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Por supuesto que esto puede llegar a afectar a más de una persona, sobre todo aquel público que no esté acostumbrado al musical, pero por otro lado, una vez que te acostumbras, no puedes parar de escuchar las voces de esa manera. La música y las letras de Michel Legrand son tan importantes como la trama y los personajes. Las canciones se utilizan para expresar las emociones de los personajes y para avanzar en la trama de la historia.

Dejando de lado el apartado musical/sonido y enfocándonos en la narrativa argumental y la estructura de la misma, la obra de Jacques Demy se divide en tres actos y arcos argumentales muy marcados. Lo fascinante aquí, es que la estética visual cambia conforme cada acto.

Durante el primero, la paleta de colores es de tonos pastel; los personajes están enamorados a flor de piel y eso se logra transmitir al espectador a través de la imagen. A partir del segundo, cuando Guy se va a la guerra, los colores son más oscuros y sombríos; estamos atravesando el proceso de negación por parte de Geneviève y la consecuente ruptura con Guy. 

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Y, por último, en el tercer acto, los colores regresan a tonos más vivos. A pesar de que los personajes (cuidado con los spoilers de una película de 1964) han decidido no continuar juntos, cada uno ha continuado con su vida por su propia cuenta, siento felices a su propia manera: Guy ha formado una familia y se ha convertido en un hombre de negocios, mientras que Geneviève ha dejado la ciudad y se ha mudado.

En materia de actuaciones, no hay ninguno que no esté a la altura. Sin embargo, tengo que resaltar a los protagonistas. Por un lado, la interpretación de Catherine Deneuve es extraordinaria. Su belleza, elegancia y su encanto natural se combinan para hacer de Geneviève un personaje inolvidable. Mientras que Nino Castelnuovo también es muy convincente en su papel de enamorado desesperado que lucha por sus sueños y su amor.

Es por eso que lo poético y lo melancólico de esta relación amorosa está a flor de piel durante todo el metraje, pues la música, las actuaciones y los colores se conjugan para regalarnos una de las cintas más emblemáticas de la historia del cine. Magia pura en cada uno de los apartados. 

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