Jalisco

Recibir en herencia no significa en automático ser dueño; para disponer de un bien, debe concluirse un juicio, con la declaratoria de herederos y la adjudicación del patrimonio; hasta ahí, los bienes del fallecido permanecen en indivisión

Derecho en Perspectiva: La casa que heredas… pero no puedes tocar

Karina Santillán Cano, abogada y columnista legal ciudadana

Muchos soñamos con heredar una casa, sin embargo, pocos imaginan que esa herencia puede transformarse en una auténtica pesadilla legal: un bien que no se puede vender, habitar o modificar, y que, aunque “ya es tuyo”, continúa a nombre de alguien que ya no está.

En México, la mayoría de las herencias se convierten en verdaderos laberintos, y no necesariamente porque la ley sea injusta, sino porque casi nadie se anticipa a los problemas que puede generar; según datos del Colegio Nacional del Notariado Mexicano, solo una de cada tres personas otorga testamento, lo que implica que la mayoría fallece sin dejar instrucciones claras, y cuando eso ocurre, los pleitos familiares apenas comienzan.

Desde el punto de vista jurídico, el hecho de heredar no significa automáticamente ser propietario; para que un heredero pueda usar o disponer de un bien, debe concluirse el juicio sucesorio, en el que se lleva a cabo la declaratoria de herederos y la adjudicación del patrimonio, hasta ese momento, los bienes del fallecido permanecen en indivisión, lo que significa que nadie puede vender, rentar o dividir sin el consentimiento de todos los herederos, habiendo dicho esto, basta que uno de ellos no firme para que el proceso se paralice y la propiedad quede “atada” indefinidamente, por lo que llegamos a una de las conclusiones que es que en el papel, ya la heredaste, pero en la práctica, no puedes ni pintar una pared.

Aun cuando una persona deja testamento, esto no siempre evita los conflictos… en ocasiones, el testador redacta disposiciones ambiguas, por ejemplo, “que se repartan equitativamente”, sin designar un albacea o sin mencionar deudas pendientes, y el resultado suele ser el mismo: años de litigio derivados de interpretaciones distintas.

Además, existen las herencias con deudas. Si el fallecido tenía créditos, hipotecas o impuestos pendientes, esos adeudos sí se heredan, y en caso de que el patrimonio no alcance para cubrirlos, los herederos deben responder hasta donde llegue el valor de lo heredado, pero no con su propio dinero. En otras palabras, el problema no siempre es heredar una casa, sino heredar una casa con pasivos.

Por otro lado, cuando alguien muere sin testamento, se inicia una sucesión intestada. En este procedimiento, el juez determina quiénes son los herederos conforme a la ley, primero heredan los hijos, luego el cónyuge, después los padres y, finalmente, los hermanos, sin embargo, este proceso puede prolongarse durante años, especialmente cuando existen desacuerdos, falta de documentos o inmuebles irregulares, mientras tanto, el bien no puede venderse ni escriturarse a nombre de nadie, porque jurídicamente sigue perteneciendo al fallecido. Por eso se dice, con razón, que “esa casa es de todos… pero no es de nadie”.

Ante esta realidad, la única forma de evitar que una herencia termine en tribunales es planearla con anticipación. Hacer un testamento ante notario, designar un albacea, especificar la distribución de los bienes y registrar correctamente la propiedad son acciones que pueden prevenir muchos dolores de cabeza.

Actualmente, durante el llamado “Mes del Testamento”, los notarios en todo México reducen sus honorarios hasta en un 50 %, precisamente para fomentar la cultura de la previsión; y aunque hablar de la muerte resulta incómodo, no hacerlo puede salir mucho más caro. Han sido familias enteras que han llegado a dividirse, bienes que se pierden en el abandono y juicios que duran más que los recuerdos.

En realidad, en México no heredamos problemas por mala suerte, sino por falta de cultura jurídica, seguimos creyendo que el testamento es cosa de ricos, cuando en realidad es un acto de amor, una manera de asegurar que los seres queridos no terminen peleando por lo que alguien construyó durante toda su vida.

Sin embargo, existen otras figuras que pueden ayudar a planear la transmisión del patrimonio de forma aún más eficiente, evitando juicios largos, conflictos familiares y hasta el pago de ciertos impuestos. Una de ellas es de la que hablaré con mayor detalle en mi próxima columna, es la figura del Fideicomiso, un instrumento que permite dejar bienes protegidos, administrados y entregados para tus propias reglas.

Como abogada, estoy convencida que el verdadero valor de una herencia no está en la casa, sino en la paz con la que se transmite.

Desde Derecho en Perspectiva, sostengo que heredar debería ser un acto de claridad, no el inicio de un conflicto.

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