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Bolsonaro niega golpismo en su primer baño de masas como expresidente de Brasil

El líder ultraderechista, bandera israelí en mano, emula a Trump y se dice víctima de una “persecución”>

El presidente Jair Bolsonaro celebra el Día de la Independencia de Brasil
El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se dio un baño de masas este domingo en Sao Paulo El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se dio un baño de masas este domingo en Sao Paulo (Bolsonaro se defiende de las acusaciones de golpismo ante miles de seguidores en São Paulo/EFE)

El expresidente brasileño Jair Bolsonaro reunió este domingo a miles de seguidores en São Paulo para darse su primer baño de masas desde que dejó el poder, el 31 de enero de 2022, y defenderse de las investigaciones por un supuesto intento de golpe de Estado, cuya investigación podría llevar a la cárcel al líder ultraderechista.

Subido a un camión instalado en plena Avenida Paulista, la más emblemática de la ciudad, Bolsonaro (65 años) negó la existencia de una trama golpista y, emulando a su admirado expresidente de EU, Donald Trump, se dijo víctima de una “persecución”.

“¿Qué es golpe? Son tanques en la calle, son armas, es conspiración… Nada de eso fue hecho en Brasil”, se defendió ante una multitud vestida de verde y amarillo, los colores de la bandera.

Bolsonaro aseguró que el “decreto de estado de sitio”, redactado supuestamente por sus asesores y sobre el que se centran las investigaciones policiales, es un mecanismo amparado por la Constitución y que, de todos modos, finalmente no fue activado aquel 8 de enero de 2023, cuando miles de sus seguidores asaltaron las sedes de la Presidencia, el Congreso y la Corte Suprema en Brasilia, con el objetivo de acabar con el tercer mandato del izquierdista Lula da Silva, quien juró el cargo el 1 de enero de ese mismo año.

Tras negar que estuviera detrás de un golpe de Estado, Bolsonaro admitió implícitamente que sí hubo como mínimo una rebelión civil en su nombre, luego de pedir este domingo a los congresistas que aprueben una amnistía para las personas condenadas por el asalto a los tres poderes.

Ondeando la bandera de Israel, convertida en la bandera de la extrema derecha latinoamericana, el exmandatario evitó en esta ocasión atacar explícitamente contra uno de sus blancos favoritos, el máximo tribunal, que ya le retiró el pasaporte a principios de mes y le prohibió salir del país, en el marco de las investigaciones policiales que también involucran a varios generales y aliados de Bolsonaro.

Pese a la expectación levantada durante semanas, luego de un año de bajo perfil de Bolsonaro, el expresidente esperaba congregar a más de medio millón de personas en la Avenida Paulista después de meses de golpes judiciales.

Sin embargo, la cifra estimada por las autoridades fue de 185 mil manifestantes; eso sí, absolutamente entregados a su líder, al que interrumpían constantemente gritándole “mito”.

En una muestra de músculo político, la ex primera dama, Michelle Bolsonaro, un puñado de gobernadores y alcaldes, así como alrededor de un centenar de legisladores acompañaron al ultraderechista en la palestra.

A diferencia del tono comedido usado por Bolsonaro, el influyente pastor evangélico Silas Malafaia sí arremetió contra la Corte y habló sobre una supuesta “ingeniería del mal” para tratar de encarcelar al líder ultra, que ya ha sido inhabilitado hasta 2030 por cuestionar las urnas electrónicas usadas en los comicios.

Malafaia advirtió que, si los magistrados del tribunal mandan a encarcelar a Bolsonaro, “no será para su destrucción (del expresidente), sino para la de ellos”.

Los seguidores ultras empezaron a concentrarse en la Avenida Paulista horas antes del inicio del acto para encontrar lugar en las primeras filas frente al camión, cuyos altavoces emitían música techno a todo volumen para animar el ambiente.

Enrollados en banderas de Brasil, la mayoría hizo caso al pedido de Bolsonaro de no llevar carteles con las habituales soflamas contra la Suprema Corte o el presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Sin embargo, durante la protesta hubo gritos de “ladrón” contra Lula y varios manifestantes cuestionaron la “imparcialidad” del Supremo.

Vítor Allen, de 39 años, viajó desde el estado de Tocantins, a unas dos horas y media de avión. Compró los boletos, que no le salieron baratos, en cuanto Bolsonaro anunció la manifestación hace un par de semanas.

“Nos gustaría que hubiese habido un golpe de Estado, pero desafortunadamente no hubo”, afirmaba Allen sin titubeo alguno, al tiempo que reclamaba la “falta de debido proceso” en las investigaciones contra Bolsonaro.

Más moderados, Lisiane y Heitor Lopes, empresarios agrícolas de 65 y 66 años, respectivamente, se declaraban “de derechas, pero demócratas” y decían que “todo puede ser investigado” si se cumplen ciertos parámetros.

“Si Bolsonaro es preso por orden del Supremo, puede haber tumultos”, aseguraban, en referencia a un escenario temido y considerado probable por muchos de los manifestantes.

Mientras, el Partido de los Trabajadores, la formación de Lula, acusó a Bolsonaro de organizar un acto “ilegítimo” que atenta contra la democracia.

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