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Necrobots de espionaje: el siniestro uso de cadáveres de animales para la vigilancia

De arañas robot a aves drones, gobiernos e instituciones podrían estar usando la IA para intervenir especies muertas con fines de inteligencia. La CIA lo hizo antes

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La idea de reutilizar cadáveres de animales para espiar o vigilar es algo que está inquietando a muchos.

La idea de reutilizar cadáveres de animales para espiar o vigilar es algo que está inquietando a muchos.

Imagen tomada de video de @GU_Official

Lo que parece salido de un capítulo de la serie Black Mirror es una realidad. De hecho, no tan nueva. Como guiados por una pasión frankensteiniana, como cegados por la flama disruptiva de las más avanzadas tecnologías, varios investigadores ya han dejado atrás las formas artificiales de construir drones para usar cadáveres de animales muertos y rediseñarlos como drones, tanto para fines de investigación como para el espionaje.

La necrobótica se define como la fabricación de robots biológicos a partir de los cuerpos sin vida o restos de cadáveres de animales.

Liderado por Mostafa Hassanalian y sus colegas en una universidad pública, New Mexico Tech, el proyecto presentado por esta institución apenas en enero pasado en el Foro SciTech del Instituto Americano de Aeronáutica y Astronáutica es un claro ejemplo de estos avances. Combina partes de aves taxidermizadas con mecanismos artificiales de aleteo de drones para parecerse a animales vivos.

El equipo intervino dos pájaros muertos: uno en el que se combinó un cuerpo artificial con la cabeza y plumas de un faisán, y otro en el que se fusionó un cuerpo robótico con alas de paloma. En el proceso no se dañó ningún animal vivo.

“En lugar de utilizar materiales artificiales para construir drones, podemos utilizar pájaros muertos y rediseñarlos como drones”, dijo Hassanalian.

Hasta ahora, los pájaros drones pueden deslizarse sin batir las alas y flotar como colibríes gracias al uso de partes de aves disecadas, que incluyen la cabeza, las plumas y las alas, de palomas, faisanes, colibríes y cuervos.

La universidad pública New Mexico Tech intervino dos pájaros muertos con mecanismos artificiales de aleteo de drones para simular animales vivos

La universidad pública New Mexico Tech intervino dos pájaros muertos con mecanismos artificiales de aleteo de drones para simular animales vivos

Imagen: New Mexico Tech

En su proyecto, este equipo pudo emular los movimientos de un pájaro revoloteando. Es más fácil construir un dron que diseñar un ala mecánica tradicional que aletea como un ornitóptero.

Aunque los pájaros robóticos tienen un aspecto impresionante, todavía no se emparejan a los niveles de los pájaros reales en términos de velocidad y maniobrabilidad. Pueden deslizarse y flotar en el lugar, pero aún se está desarrollando un diseño más sofisticado.

¿Pero cuál es o deberá ser el uso de estas aves artificiales? Más de uno encuentra una respuesta evidente: los gobiernos lo usarán, o ya lo hacen, para el espionaje y la vigilancia. Aún no se sabe de manera pública quiénes ya reutilizan cadáveres de animales para espiar o vigilar, pero lo cierto es que el tema ya está inquietando a muchos. Y además, no se trata de una práctica nueva.

Proyecto Aquiline

La práctica de encubrir dispositivos de espionaje con la forma de aves viene desde la Guerra Fría. Por entonces, el complejo militar-industrial de América estaba produciendo impresionantes aviones diseñados para espiar a la Unión Soviética y otros países comunistas.

Por ejemplo, el rápido SR-71 Blackbird y los aviones espía U-2 Dragon Lady, que volaban a gran altura, eran aviones grandes e impresionantes diseñados para superar o engañar las defensas aéreas enemigas. Estos aviones establecieron récords de velocidad y altitud de operación, y aún hoy se consideran maravillas técnicas.

Luego estaba el Proyecto Aquiline, uno de los esfuerzos de espionaje técnico más inusuales y complicados de la Guerra Fría en los 60. Contemplaba una flota de 12 drones en forma de pájaro, alimentados por energía nuclear, que podían permanecer en el aire durante hasta un mes.

El dron, que se suponía que actuaría como un avión espía robótico y mensajero para cargas secretas, nunca se completó. La CIA recientemente desclasificó y publicó documentos relacionados con este proyecto

La iniciativa recibió su nombre debido a su naturaleza de avión no tripulado (drone) con forma de águila (“aquiline” en inglés).

La CIA quería que Aquiline fuera la primera plataforma de recolección de inteligencia no tripulada. La misión del programa era “desarrollar, alcanzar y mantener una capacidad operativa para llevar a cabo reconocimientos encubiertos en áreas denegadas”.

Se suponía que el pájaro dron se desarrollaría en el Área 51, con diversos documentos enumerando los requisitos de personal y lo que se necesitaría para llevar a los ingenieros hacia y desde la misteriosa base de forma regular.

El programa era ultrasecreto y el acceso se distribuía estrictamente según la “necesidad de saberlo”. De hecho, el programa era tan secreto que recomendaba contratar personal dos años antes del primer vuelo para garantizar que suficiente personal pudiera pasar los controles de seguridad necesarios.

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Insectos detectores de bombas

En 1974, la CIA se propuso crear un dron al más puro estilo de los que se están ideando hoy. Aunque el insectocóptero buscó ir más allá. El plan era que esta libélula robótica fuera capaz de hacer vuelos de al menos 100 metros e instalar sistemas de vigilancia por audio. El proyecto fue finalmente descartado.

El sistema de navegación disponible en la época, guiado por láser, era apto sólo para vuelos en línea recta y encontraba demasiados problemas en las imprevisibles condiciones del mundo real.

En 2020, la Universidad de Washington en St. Louis hizo públicos sus esfuerzos de investigación para utilizar insectos cíborg como máquinas sensoriales biorrobóticas. Ingenieros universitarios indagaban para poder capitalizar el sentido del olfato en langostas para sistemas de detección que podrían ser utilizados por departamentos como la seguridad nacional.

Barani Raman, profesor asociado en ingeniería biomédica de la Universidad de Washington, y su equipo estudiaron cómo se reciben y procesan las señales sensoriales en el cerebro de las langostas.

Raman y sus colegas hallaron resultados interesantes acerca de “los sentidos olfativos de la Schistocerca americana, para crear detectores de bombas, uniendo sensores de langostas con electrónica”.

En 2022, ingenieros mecánicos de la Universidad de Rice dieron a conocer sus avances con cadáveres de arañas vueltos robots y capaces de funcionar como pinzas mecánicas. Resultan ideales para manipular elementos delicados y pequeños.

El aspecto innovador de la necrobótica es que aprovecha los diseños creados por la naturaleza que pueden ser complicados o incluso imposibles de replicar artificialmente. Al unir la biología con la robótica y la IA ha abierto una ventana de posibilidades y beneficios en la investigación en varios ámbitos.

Pero, ¿alguien puede descartar que en estos muertos ‘vivientes’ alguien ha colocado ya sensores y activadores para fines más exclusivos y secretos?