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La extraña muerte de Nellie Campobello

Escritora y bailarina celebrada, su presencia se desvaneció en los años 80 del siglo pasado. Alguien reparó en su desaparición. Una pregunta empezó a menudear: ¿Dónde está? ¿Dónde está Nellie Campobello? Pasarían años antes de que se resolviera el enigma. No fue la víctima de un crimen cruento, pero sí del secuestro, del ocultamiento, de la indefensión que acecha a las mujeres y a los adultos mayores. Aquel drama se resolvió con una carroza fúnebre llegando al Palacio de Bellas Artes, para rendirle un homenaje tardío y doloroso.

Historias sangrientas

Nellie Campobello había sido una figura de la cultura y las letras de la primera mitad del siglo XX. En 1985, cuando hizo crisis el rumor se su desaparición, llevaba, formalmente, cuarenta años al frente de la Escuela Nacional de Danza.

Nellie Campobello había sido una figura de la cultura y las letras de la primera mitad del siglo XX.

¿Alguien la ha visto? ¿Alguien sabe qué está haciendo? Preguntas de ese tipo empezaron a hacerse, cada vez con mayor intensidad, entrando la última década del siglo XX. La respuesta, entre el vértigo del fin de la centuria, solía ser vaga, errática. No, nadie sabía, bien a bien, qué estaba haciendo la escritora y bailarina Nellie Campobello, ya entrada en la vejez. El misterio era mayor, porque a aquella mujer, que en otros tiempos participaba con energía de la vida pública, hacía mucho que no se le veía.

Así empezaba una historia de olvido y desamor; de descuido y de desmemoria, de homenajes que llegan tarde, y de sospechas que no acababan de desaparecer.

Nellie. ¿Qué había sido de ella?

¿DÓNDE ESTÁ NELLIE?

Así, de manera espontánea, empezó a hacerse público el enigma. Nellie Campobello debió llegar a un homenaje a su vida y a su obra, en 1985. Pero nunca llegó. Primero fue curiosidad y luego inquietud. Después, la inquietud se volvió franca preocupación por saber el paradero y las condiciones en que se encontraba la escritora y bailarina duranguense que había nacido con el siglo, y que llevaba más de cuarenta años al frente de la Escuela Nacional de Danza, de la que había sido nombrada directora vitalicia.

Durante más de una década, se habló de la desaparición de la escritora y bailarina. Se insinuaba un secuestro encubierto, porque, para efectos legales, era sabido que Nellie Campobello continuaba residiendo en su casa de la calle Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera de la ciudad de México.

Por increíble que parezca en la actualidad, transcurrieron catorce años antes de que las autoridades tomaran cartas en el enigma de Nellie Campobello. La maquinaria burocrática-judicial echó a andar en marzo de 1998, cuando César Delgado y Guadalupe Pereyra interpusieron una queja en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que en esos días encabezaba Luis de la Barrera. Después de años de no saber nada de Nellie, y que, en su entorno y en su escuela las cosas siguieran funcionando bajo la presunción de que la bailarina se encontraba segura y en bunas condiciones en su hogar, pero que, debido a la avanzada edad, prácticamente se había vuelto una ermitaña.

Pero la falta de certezas en torno al paradero de Campobello, hizo que se volviera sistemática la exigencia de que la bailarina hiciera acto de presencia de manera pública. Pero quienes eran conocidos como sus amigos y cuidadores, Cristina Belmont y su pareja, Claudio Fuentes, cuando se les interrogaba, trataban de dejar claro que Nellie estaba bien, segura y cuidada en su casa y que, en realidad ella no quería ver a nadie y se oponía a salir o a que le hicieran visitas.

Pero hay mentiras que, a fuerza de reiterarse con poca convicción, solamente aumentan las dudas, En esa primavera de 1998 se empezó a configurar una asociación llamada “¿Dónde está Nellie?”, porque la exigencia de certezas acerca de su existencia y de su estado de salud era ya generalizada en la comunidad cultural mexicana.

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Cuando la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal se involucró en el caso, empezó a recabar antecedentes y halló la descripción de una historia alucinante: en 1983, el Instituto Nacional de Bellas Artes interpuso una denuncia presunto secuestro de Nellie, y se señalaron como probables responsables a sus dos cuidadores Cristina Belmont, que había sido en alguna época de alumna de Nellie, y su esposo Claudio Fuentes o Niño Fuentes. Incluso, el matrimonio permaneció en el Reclusorio Norte por espacio de tres meses, al cabo de los cuales fueron puestos en libertad, porque de la indagatoria no se había concluido el paradero de la bailarina.

En esas épocas ya se hablaba de un posible caso de secuestro y maltrato. Testigos que declararon para aquella indagación, aseguraron que Cristina y Claudio arrastraban a la anciana Nellie por la casa de la colonia Tabacalera y que la bañaban con agua fría.

Aquel proceso había terminado de manera ríspida y desconcertante: en febrero de 1985, Nellie Campobello fue presentada por el abogado Enrique Fuentes León, que representaba al matrimonio Niño Belmont, ante la jueza Margarita Guerra, en el juzgado Cuarto de lo Penal. Declaró el abogado que Campobello se presentaba para frenar los insistentes y largos rumores sobre su secuestro. De esta manera, remachó el abogado, sus clientes quedarían libres de toda sospecha.

Lo insólito de aquel momento, es que la presencia de Nellie en aquella diligencia duró apenas unos pocos minutos: “Ya se la enseñé, ya nos vamos”, le dijo el abogado Fuentes León a la juez Guerra. La jurista recordaría después que, por unos segundos, Nellie Campobello la tomó de la mano y se la apretó con fuerza. La jueza se inquietó. Ordenó la intervención policiaca, le ofreció protección a la anciana. El abogado Fuentes, literalmente, le arrancó a Nellie de las manos, dos guaruras que lo acompañaban levantaron en vilo a la bailarina, y desaparecieron a toda velocidad. A la salida del juzgado, Enrique Fuentes dio una conferencia de prensa donde proclamó la inocencia de sus clientes. El resultado fue que, al día siguiente, la prensa consignaba que Nellie Campobello, directora de la Escuela Nacional de Danza, no estaba secuestrada, y que, en cambio se encontraba cuidada, segura, y en buen estado de salud. El proceso legal se extinguió porque, técnicamente, no había elementos para demostrar la privación de la libertad de Campobello.

Pero esa fue la última vez que se vio en público a Nellie. En febrero de 1998 se organizó un homenaje a nueve maestros destacados, y Campobello era una de esas nueve personas. Días antes, uno de los organizadores del evento declaró a la prensa que sus noticias acerca de la bailarina eran pocas pero ciertas: Nellie estaba viva y bien, y residía en el estado de Hidalgo. Saldría de su retiro para estar en la ceremonia.

Pero eso no ocurrió. Nellie nunca llegó a Bellas Artes

DE LA GLORIA AL OLVIDO Y EL POLVO

En los años 80 del siglo XX, Nellie era una personalidad consagrada del mundo cultural. Su obra literaria, evocadora de los tiempos revolucionarios, le dio brillo propio en una corriente creadora donde predominaron los hombres. Entre los llamados “novelistas de la Revolución”, piezas como “Cartucho” y “Las Manos de Mamá”, le habían hecho espacio propio.

En los años cuarenta, Nellie Campobello levantaba la voz y exigía que las escritoras de México pudieran tener el mismo privilegio que sus colegas varones: sentarse a comer, en buena amistad con el presidente de la República, Manuel Ávila Camacho. Con el apoyo de buenos amigos, había obtenido el apoyo gubernamental para crear y encabezar la Escuela Nacional de Danza y la Compañía de ballet de la ciudad de México. Junto con su hermana Gloria, Nelli había dado solidez a aquel proyecto dancístico, apoyado por pintores y muralistas de gran renombre, que incluso colaboraron pintando telones y fondos para las presentaciones de la Escuela. Entre esos amigos había personajes de la talla de Diego Rivera y José Clemente Orozco.

Junto con su hermana Gloria, Nellie Campobello había echado a andar un proyecto para formar bailarinas profesionales en México.

Junto con su hermana Gloria, Nellie Campobello había echado a andar un proyecto para formar bailarinas profesionales en México.

A pesar de que, legalmente, parecía que no podía hacerse más, no se desvanecieron los rumores acerca del secuestro de Nellie, que ya no tenía familia cercana que velara por ella. Se hablaba de que en la casa de la bailarina, en la colonia Tabacalera, se resguardaban los valiosos telones, joyas, muebles costosos, el patrimonio de toda una vida, y tampoco se sabía que había ocurrido con aquellos bienes, que, según versiones informales, valían “millones de dólares”, pues Nellie poseía una importante colección pictórica.

Todo lo que después se supo del paradero de Campobello se debió al empeño de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Se pudo determinar que Nellie dejó de aparecer por la Escuela Nacional de Danza desde 1983, y que Cristina Belmont había trabado alguna amistad con ella, y que, después, amparada en esa cercanía y su condición de exalumna de la Escuela, le pidió a Campobello le permitiera vivir en el sótano del plantel, en compañía de sus hijos y su esposo.

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Aparentemente, ese fue el inicio de un lento proceso para acercarse a Nellie, y poco a poco, apoderarse de su confianza. Después, los Niño Belmont se mudaron a la casa de Nellie y tendieron un cerco a su alrededor. Los escasos parientes, los amigos, fueron ahuyentados y amenazados por los cuidadores. Empezaron las denuncias y el INBA intervino. Pero a un representante legal del instituto, que fue a tocar la puerta de la calle de Ezequiel Montes, Claudio Niño le dijo, sin permitirle pasar: “nosotros rentamos el lugar; solo vivimos aquí mi esposa y yo, y no conocemos a la persona que busca”, y le cerro la puerta en la cara.

Pero las indagaciones de la Comisión de Derechos Humanos no se frenaron. La investigación permitió acusar a Claudio Niño por el robo de bienes nacionales pertenecientes a la Escuela Nacional de Danza. Algunos de aquellos valiosos telones se recuperaron, aunque en mal estado. Pero de las pertenencias de Nellie, nada se supo, y se llegó a la conclusión de que Nellie había sido secuestrada de manera progresiva y que los Niño Belmont habían ido vendiendo todo su patrimonio. A Claudio se le pudo encarcelar; de Cristina Belmont, prófuga, nada se ha sabido de ella.

La pregunta seguía en pie: ¿Dónde está Nellie? Se empezaron a rastrear registros de actas de defunción. Ahí la encontraron: Nellie Francisca Moya Luna, verdadero nombre de Nellie Campobello, había muerto en julio de 1986, y el acta consignaba que falleció de causas naturales. Cuando la prensa cuestionó la veracidad de aquellos datos, y preguntaron acerca de la posibilidad de que Nellie hubiera sido asesinada, el ombudsman capitalino, Luis de la Barreda, recordó que el paso del tiempo podía borrar las huellas de un crimen. No había elementos para suponer un homicidio.

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Fue así que se ubicó una tumba, en un pequeño poblado hidalguense, Progreso de Obregón. Ahí, bajo una lápida tosca, dormía Nellie. Era un día de intenso calor, en 1999, cuando sus restos, en una elegante carroza fúnebre, llegaron al Palacio de Bellas Artes para un homenaje póstumo, ese homenaje al que la violencia soterrada le impidió llegar cuando aún vivía.