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4 de 10 Jóvenes Construyendo el Futuro se hicieron de un trabajo

El número de beneficiarios ronda los 3 millones, con un presupuesto superior a los 115 mil mdp, según cifras oficiales, pero en los logros cacareados está una de sus principales debilidades, por la dificultad de comprobación, según investigación interinstitucional

Opacidad

De acuerdo con cifras oficiales, la cantidad de beneficiarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro ronda los tres millones.

De acuerdo con cifras oficiales, la cantidad de beneficiarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro ronda los tres millones.

Cuatro de cada 10 incorporados a Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) consiguieron, al final de la capacitación, una oportunidad laboral, de acuerdo con una investigación elaborada por especialistas de las instituciones educativas más importantes de México.

El porcentaje, ya de por sí susceptible a opiniones contrapuestas, es reflejo de este trabajo de campo realizado de junio de 2022 a la fecha, el cual reveló una estrategia federal de claroscuros, desde corruptelas hasta el desarrollo de habilidades en los aprendices, desde opacidad y beneficiarios fantasmales hasta la inyección de recursos a uno de los sectores más olvidados en el país, desde propósitos electorales hasta experiencias valoradas por los chicos.

En la investigación, denominada “JCF, un análisis desde la voz y experiencia de sus actores” -de casi 500 páginas-, participaron expertos del Cinvestav, de la UNAM, del Tecnológico de Monterrey y de la Universidad Iberoamericana, cuyas reflexiones rescata Crónica para sus lectores.

Realizaron más de 100 entrevistas, entre becarios, egresados, responsables de centros de trabajo y tutores.

Jóvenes Construyendo el Futuro ha sido uno de los programas estelares de la 4T. De acuerdo con cifras oficiales, la cantidad de beneficiarios ronda los 3 millones, con un presupuesto superior a los 115 mil millones de pesos. En las estadísticas y logros cacareados está una de sus principales debilidades, por la dificultad de comprobación, según quienes intervinieron en la presentación del documento.

“Hay muchas dudas de los números y cómo se presentan los resultados: en un estudio de impacto elaborado por la Conasami en 2023, sólo logró identificar la tercera parte de los becarios, ¿y las otras dos terceras partes dónde están? No se supo, no están”, develó Teresa Lanzagorta, directora de Youthbuild, asociación internacional con presencia en México cuyo objetivo es mejorar las oportunidades de los jóvenes a un trabajo digno.

Hasta noviembre de 2022 los números fueron más visibles, pero de entonces a la fecha se volvieron “difusos y confusos”, aseguró María de Ibarrola, del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav, y quien coordinó la investigación.

“De repente sale a decir la Subsecretaría del Trabajo que hay tantos egresados, que tantos trabajan, iniciaron su propio negocio o buscan trabajo, pero no sabemos ni dónde, ni cuándo ni cómo. Hay 17.3 por ciento de jóvenes de los que no se tienen datos, ¿qué pasó con ellos? En cuanto a las edades, hay una distribución muy pareja: los jóvenes de 19 son la media, pero estos datos no tienen cambios significativos ni geográficamente ni por años, me pregunto si no ponían la misma estadística, sólo cambiando las fechas”.

Una empleada de una cafetería capacita a una de las jóvenes del programa Jóvenes Construyendo el Futuro en un establecimiento de Pachuca, Hidalgo.

Una empleada de una cafetería capacita a una de las jóvenes del programa Jóvenes Construyendo el Futuro en un establecimiento de Pachuca, Hidalgo.

“Al cruzar el monto total del presupuesto con el número de aprendices, apareció el indicador muy claro de que los aprendices no están todo el tiempo que se supone deberían de estar, nunca se ha manejado cuántos abandonan, cuánto tiempo se otorgan las becas y cuánto dura en realidad la capacitación, ¿un mes, dos, cuatro, seis, doce? Tampoco sabemos cuánto se ha gastado en cada aprendiz. En experiencias cortas, lo que hubo fue un desperdicio de tiempo y de la beca”.

Según la investigadora emérita, JCF ha carecido de información clara y completa. Se desconocen datos del lugar de origen de aprendices, de los centros de trabajo a los cuales se incorporaron y de la duración de su experiencia. También de su escolaridad -si es completa o trunca- y del momento en el cual terminaron su nivel académico.

“Para una inversión pública de este tamaño, es un horror la operación. Esta parte de la rendición de cuentas se nos perdió. Hay documentos que son casi secretos, ocultos, pero más bien creo que no existen. En los próximos años un programa así será estratégico por la transición demográfica, pero sin coordinación, articulación y diálogo intersectorial no habrá resultados”, aseguró Silvia Ortega, ex subsecretaria de educación media superior, ex directora general del Colegio de Bachilleres y hoy consejera ciudadana de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU).

SIN SEGUIMIENTO

Además de “información opaca, insuficiente e inconsistente”, la investigación marcó como problemas severos la ausencia de mecanismos e indicadores para evaluar la experiencia --algo reprochado también por el CONEVAL- y la falta de seguimiento de egresados.

En una parte del estudio, los académicos centraron su análisis en los resultados de 45 corporaciones (una muestra significativa), las cuales fungieron como centros de trabajo: recibieron 68 mil 632 solicitudes, pero sólo aceptaron a 22 mil 518, es decir el 32.8 por ciento. “La duda es qué pasó con los otros 46 mil”, cuestionó De Ibarrola.

De esos aceptados, sólo 17 mil 847 concluyeron su capacitación; 4 mil 671 abandonaron en el camino.

El 8.9 por ciento de los egresados fueron contratados por la propia corporación (1,608); el 33.2 por ciento recibió una oportunidad de trabajo en otro lugar (7,494), previa recomendación del centro de origen; y el 0.5 por ciento (956) lograron abrir un negocio propio. En total, poco más de 10 mil encontraron una opción laboral, 4 de cada 10 de los beneficiarios.

Los expertos se toparon siempre con esta realidad de luces y sombras…

“Jamás estuvo claro el objetivo, había una distancia enorme entre el diagnóstico y el objetivo: asistí a la presentación y salí con el estómago revuelto, porque había un discurso oficial en la voz del presidente de ´becarios sí, sicarios no´, una identificación espantosa de la juventud con la violencia y criminalidad, como si el programa fuera a resolver ese problema. Preguntaba sobre inserción laboral y decían: no es un programa de empleo. ¿Resolverá el problema de la criminalidad? No es para eso, aseguraban. Uno sentía que estaba pisando gelatina, no encontrabas una respuesta coherente de qué cosa era”, condenó Teresa Lanzagorta.

A finales del 2022 los datos del programa de empleo comenzaron a ser opacos.

A finales del 2022 los datos del programa de empleo comenzaron a ser opacos.

“El programa no combatió la imagen negativa de calificativos como ninis, generación de cristal, mazapán, porque nació acompañado de esa visión estigmatizante, recuerdo hablar con un montón de empresarios y decían: qué horror, ese programa de los malos, me van a venir a robar; el gerente de un banco decía: sí, pero que no entren al banco, que se vayan a las calles. No aportó al cambio de narrativa, porque polarizó y así fue presentado”.

En contraste, concluyeron los investigadores, JCF puso en el centro de la discusión la inexperiencia laboral como causa principal del desempleo.

“Se le dio un gran valor a la beca, a los jóvenes los hizo sentirse más independientes, autónomos, es la beca más alta que otorga el gobierno en sus programas. ¿Qué aprenden durante la experiencia? A expresarse, desenvolverse, organizarse, la importancia de la puntualidad, del respeto a las reglas y el trabajo con los demás. Rompió para algunos la dinámica de las chambas precarias y se volvió una oportunidad única”, describió Roxana Vicente Díaz, de la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey.

Pero el asunto de becas y montos también fue tema controversial…