Opinión

A favor de los toros

A favor de los toros

A favor de los toros

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En la sesión ordinaria del Congreso de la Ciudad de México que se realiza hoy, se presentará un proyecto de decreto para derogar diversos artículos de la “Ley para la Celebración de Espectáculos Públicos” y para reformar la “Ley de Protección a los Animales” en la capital del país, elaborado por Jorge Gaviño colega en estas páginas de Crónica y diputado del PRD. Dicha iniciativa retoma el camino abierto por la primera Constitución Política local para eliminar la Tauromaquia como un espectáculo público permitido en la ciudad. El objetivo explícito es que se prohíban las prácticas de maltrato y los actos de crueldad que atentan contra la vida de los seres sintientes en eventos públicos. Tradicionalmente, los legisladores locales evadieron el tema promulgando una imperfecta legislación de protección animal, en la que siempre prevaleció un régimen de excepción que excluía las corridas de toros. Ahora, otros legisladores de diferentes partidos como la diputada Silvia Sánchez Barrios han anunciado que apoyarán dicha iniciativa demostrando la nueva pluralidad del Congreso. De aprobarse, como sociedad estaríamos dando un importante paso civilizatorio.

Sobre las corridas de toros, el filósofo español Jesús Mosterín, en una de sus más célebres obras -cuyo título uso para esta columna- afirma que es necesario elevar el nivel de conciencia e información sobre los toros y sobre su vil maltrato, así como romper el muro de sofismas, falsedades y mitos que la “caverna taurina” ha ido tejiendo en torno a este negocio de la crueldad. Agrega que hay maltratos de animales cuya solución es compleja dada su incidencia en la alimentación o la investigación, pero que no es el caso de las corridas de toros ni de las salvajadas pueblerinas: “que no sirven para nada porque solo representan una masa de sufrimiento inútil, perfectamente prescindible y fácilmente evitable”. La conclusión categórica del también antropólogo y matemático, es muy clara: hay que abolir las corridas de toros.

La Tauromaquia representa una inaceptable cultura de la crueldad. Un sadismo activo que consiste en el maltrato doloroso e intencional de una criatura sensible, produciendo, alargando e incrementando su dolor sin necesidad alguna. Este aumento deliberado e innecesario del sufrimiento de la víctima es la esencia de la crueldad. También existe una crueldad pasiva representada por la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y, sobre todo, por el goce en la contemplación de la tortura. Hablar de crueldad es pertinente cuando la víctima se encuentra en una situación de inferioridad que le impide evitar el dolor mediante la huida.

La corrida de toros es un espectáculo público de tortura sangrienta, cruel y prolongada contra un mamífero superior capaz –como nosotros- de sentir dolor. Los toros han sido siempre pacíficos rumiantes, herbívoros sin la más mínima predisposición para atacar a nadie, por lo cual a menudo y a pesar del sufrimiento cuando les clavan las banderillas se quedan quietos. El profesor Mosterín advierte: “en la corrida, la tortura del toro empieza antes de que el inocente bóvido salga al ruedo. Con frecuencia se le untan los ojos con vaselina para impedir su visión, se introduce profundamente algodón de estopa en su nariz para dificultar su respiración, se le golpean los riñones con sacos de tierra para reducir su fuerza, se le liman las puntas de las astas, etcétera. Toda esa preparación no está prevista en los reglamentos, pero como no se realiza a la vista del público nadie se da por enterado”. Por ello, coincidimos con el filósofo cuando afirma que los amigos de la libertad hemos estado y estaremos siempre en contra del abuso, el maltrato y la tortura de criaturas inocentes.