
Si “El Viajero”, protagonista de la novela La máquina del tiempo de H.G. Wells, visitara diferentes épocas le diría a Pancho Villa que años más tarde se estrenaría una pésima película sobre Emiliano Zapata, llevaría al escritor Roberto Bolaño al año 2666 y le confesaría a Julio Verne que sí habrá un futuro tecnificado. Esas posibilidades las narra Alberto Chimal en su libro La saga del Viajero del tiempo.
La obra ilustrada por Sólin Sekkur y editada por Libros UNAM, inició en Twiiter.
“Los primeros textos para este libro se escribieron ya hace unos 10 años cuando estaba empezando a difundirse más el uso de la publicación en redes sociales, sobre todo en Twitter y, de hecho, hubo una moda de experimentar y preguntarse por las posibilidades creativas de esas redes”, platica el autor.
De aquel tiempo hay varias autoras y autores que publicaron textos que originalmente habían sacado en línea como Margo Glantz y Benito Taibo, añade.
“Hubo durante algunos años esa moda. Me interesó la experimentación dado que soy narrador, pensando en cuentos brevísimos, en mini ficciones que me parecían que se podían trasplantar muy fácilmente a la escritura de internet porque, de las plataformas que se disponían entonces como ahora, favorecían los textos breves”, detalla Chimal.
El ganador del Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí Amparo Dávila 2004 empezó una serie de historias alrededor del personaje El viajero del tiempo, de la novela de H.G. Wells.
“Algo que tiene esa novela, que después no se ha considerado tanto en las historias tan abundantes que hay acerca del viaje en el tiempo, es que el viajero sea un visitante, que sea realmente un viajero que se encuentre con lugares y personas que de otra manera no hubiera podido conocer”, expresa.
“El Viajero” de Chimal visita a Sor Juana Inés de la Cruz, a Franz Kafka, a Juan José Arreola, a Friedrich Nietzsche, a Edgar Allan Poe y algunas veces son viajes que también realiza su gato, dejando imprudentemente pelos en momentos históricos vitales como el entierro del faraón egipcio Tutankamón.
“Es un homenaje a autores y figuras que me gustan y apasionan. También, quizá, llamar la atención de otras personas por si no conocen todavía algo de esa riqueza que está a nuestro alcance”, destaca.
El Viajero también fue a la noche del inicio de la Independencia de México de 1810 y le comenta a Miguel Hidalgo que su rostro no se parece a los cuadros donde quedó inmortalizado y le pregunta a Octavio Paz si es el esposo de Elena Garro.
-¿Buscabas desmitificar momentos históricos?
-Algo que siempre hace muy bien la historia es crear figuras, subirlas en su pedestal, y convertirlas en objetos intocables, pero creo que también vale la pena intentar lo contrario: tratar de humanizar a estos personajes, preguntarnos qué más hay en ellos.
-¿Estamos obsesionados con el tiempo?
-Las presiones a las que se nos someten: producir, dar dinero, tener likes, vernos bien en las fotos, son exigencias arbitrarias y artificiales que no tienen por qué definir lo que somos.
“Aunque mis textos son muy rápidos, algo que quieren defender es la lentitud, la contemplación, la observación de lo que está a nuestro alrededor con un poco más de atención para ver qué descubrimos y cómo nos descubrimos en nuestra propia experiencia”.
A Chimal le gustaría tener una máquina del tiempo, sin embargo, no sabría por dónde comenzar su recorrido.
“En esta época de mi vida pensaría más en el pasado, en plan de turista. Por ejemplo, ver la antigua Tenochtitlan, cómo era antes de la conquista, sería espectacular. En muchas cosas sería semejante a los relatos históricos y en otras muy diferente, siempre hay malinterpretaciones”, confiesa.
El autor pone de ejemplo su libro: se publica en castellano y en México; al mismo tiempo una persona de Indonesia, que habla otra lengua, jamás se va a enterar del libro.
“La realidad es que dos personas existen sin ningún contacto, en esa falta de contacto muchísimas cosas que podríamos haber sabido del mundo, se pierden”.
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