
"Mamá es preciosa, la más hermosa de todas las personas que puedas imaginar, más hermosa que la Virgen María”, escribió el legendario cineasta Ingmar Bergman en su novela autobiográfica Niños de domingo sobre su madre, Karin. Ella fue para él uno de sus más grandes tesoros a pesar de que siempre se mostró terriblemente fría y distante con él. La marca de su madre fue tan profunda que su cuarta mujer, la pianista Käbi Laretei, llegó a decir que Bergman siempre buscó mujeres que le recordaran a ella.
Y es que la vida del director sueco no podría entenderse sin los capítulos que escribió a través de las mujeres. Tan importante eran que en ocasiones sus historias de amor levantaron más expectación que sus estrenos. Era conocida su obsesión por el trabajo, su genio cargado de ira y virtuosismo, pero también su vida sentimental, que era un desfile de amantes e infidelidades: casado cinco veces, divorciado otras cuatro y padre ausente de nueve hijos; tuvo aventuras con todas sus actrices y engañó a casi todas.
Y es que para intentar entender la manera en que se desenvolvía en sus relaciones sentimentales, habría que echar una mirada a la vida familiar que él conoció; marcada por la doble moral religiosa de sus padres, en especial de su papá Erik que en sociedad era un respetado pastor luterano, pero de la puerta de su casa hacia adentro era un padre temido por sus hijos. Bergman se fue de casa a los 19 tras discutir con su padre y pegarle un puñetazo.
Probablemente sea por eso que nunca tuvo interés de formar una familia convencional. No supo estar casado o ser un padre presente. Fue un genio que sentía predilección por las artistas como él: coreógrafas, actrices, escritoras… Y ellas eran capaces de dejarlo todo por él, matrimonios e hijos incluidos.
Else Fisher (1943-1944). Fisher se encontró por primera vez con Bergman en 1941, cuando trabajó en la puesta en escena de Bluebird en el Sagoteatern de Estocolmo, donde Bergman era la cabeza. Bergman tenía entonces 23 años, cuando comenzó a tener una relación sentimental con ella. Se casaron en marzo de 1943 en Estocolmo, dos años antes de dirigir Crisis, su primera película. En este momento, Bergman había recibido recientemente un trabajo en el departamento de escritura de guiones del Swedish Film Institute, donde estaba escribiendo Torment, una historia sobre sus días de escuela. Su hija Lena nació en diciembre del mismo año.
Fisher recomendó a su amiga de la escuela, Ellen Lundström, como reemplazo en su puesto en el teatro. Bergman y Lundström se involucraron sentimentalmente, y Lundström quedó embarazada. En Navidad, justo cuando Fisher recibió autorización médica para regresar al trabajo, Bergman anunció que quería el divorcio. Sin embargo, Fisher y Bergman volvieron a trabajar juntos en 1957, cuando Fisher hizo la coreografía para El séptimo sello.
Ellen Lundström (1944-1950). Ella estaba casada con el fotógrafo Christer Strömholm, mientras ocurrió la aventura con Bergman. Cuando Else Fisher abandonó el hospital, Lundström ya estaba embarazada, así que lo siguiente fue tramitar ambos divorcios para después casarse formalmente el 22 de julio de 1945.
De esta historia Bergman tuvo cinco niños: Ellen, Eva, Jan, Anna y Mats. Sin embargo la estabilidad no era para el cineasta. En agosto de 1949, Ingmar Bergman se encontró con la periodista Gun Hagberg durante la grabación deHacia la felicidad, drama sobre el matrimonio de dos músicos, en Helsingborg. Él se enamoró de ella y así comenzaron una relación que desembocó en un viaje a París donde permanecieron durante tres meses. El matrimonio de Ellen e Ingmar Bergman terminó en divorcio en 1950.
Gun Hagberg (1950-1959). Cuando Gun Haberg (conocida también como Gun Grut, porque era su nombre de casada) regresó a Suecia, después de su aventura de París, descubrió que estaba embarazada. Se produjo una amarga disputa con su marido Hugo Grut por la custodia de sus hijos. Bergman se casó nuevamente pero una noche, el exesposo de Hagberg la llamó y propuso reunirse para discutir una solución amistosa. Estaba mintiendo: la dejaría ir solo si ella se acostaba con él una vez más.
Bergman descubrió de inmediato la verdad y, en lugar de ofrecer simpatía, cayó en una rabia celosa e insoportable. Hubo un intento de arreglar las cosas, y su hijo nació, pero su amor murió (comenzaron las aventuras), y se separaron. Ella falleció años más tarde en un accidente automovilístico, después de haber inspirado, según Bergman en su autobiografía Linterna mágica, al menos a cinco de las mujeres en sus películas sobre el modelo de “feminidad indomable”.
Harriet Andersson (1953-1955). La primera incursión de Harriet Andersson en el cine fue en comerciales, tras lo cual interpretó 11 papeles en dos años, desde un extra en Motorkavaljerer, en 1950, a un papel principal en Defiance, escrito por Vilgot Sjöman y dirigido por Gustaf Molander. Esto llamó la atención de Ingmar Bergman, quien le dio la parte de Monika, en Un verano con Mónica, 1953, cuando ella tenía 20 años.
A lo largo de sus nueve colaboraciones (entre las que mantuvo un amorío oficial entre 1952 y 1955), a Harriet se le vincularía con papeles complejos asiduos al estudio obsesivo de la mente y la muerte, por parte del cineasta, confiándole no sólo el majestuoso y ejemplar rol protagónico, demencial y con elementos autobiográficos, en A través del espejo, de 1961. Además del que podría ser máximo simbolismo dentro de la obra de Bergman con respecto a la transición entre la vida y la muerte en Gritos y susurros (1972) como la moribunda Agnes.
Bibi Andersson (1955-1959). Una de las actrices más famosas de Suecia, Bibi Andersson debutó en el cine a la edad de 15 años en uno de los comerciales de Ingmar Bergman para el jabón Bris, en el que interpretó a una princesa que tiene que dar cien besos a un cuidador a cambio de una pastilla de jabón. Por muchos años permaneció como “el sueño natural y fresco de la juventud en la película sueca”.
El primer director en incluir a Bibi Andersson en una parte más madura (con Bergman y Brink of Life como posible excepción) fue Vilgot Sjöman en The Mistress, un papel por el que ganó el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cine de Berlín de 1963. Sin embargo su historia está ligada a la historia amorosa de Bergman, cuando le dio una pequeña participación, en Sonrisas de una noche de verano, en 1955, que se prolongaría por 4 años.
En total trabajaron en 13 filmes, divididos en dos etapas. La primera como el símbolo de la adorable faceta, conmovedora y aniñada dentro de la feminidad fílmica del sueco, con papeles que desbordaban coquetería y ternura en un estudio de tomas que realzaban su belleza y finas facciones: El séptimo sello (1957), Fresas salvajes(1957), En el umbral de la vida (1958), El rostro (1958), El ojo del diablo (1960) o ¡Esas mujeres! (1964).
Sin embargo todo cambiaría para 1966, año en el que aparecería tal vez la película de mayor culto en esta comunión artística: Persona, tratado surrealista sobre los temas que más inquietaron a Bergman; un compendio psicológico y metafísico, desde sátira social hasta ensayo sobre la muerte y el sexo femenino, donde Bibi se convierte en una actriz de carácter, proveyendo uno de los mejores monólogos en la historia fílmica.
Käbi Laretei (1959-1966). En 1957, la pianista Käbi Laretei (casada con el director de orquesta Gunnar Staern, padre de su hija Linda) estuvo en el teatro de la ciudad de Malmö para repetir una interpretación del concierto de piano de Beethoven. Allí conoció Ingmar Bergman, quien había acudido junto con la actriz Bibi Andersson. Sin embargo, la reunión dio lugar a una carta de correspondencia emocional y dos años más tarde, después del divorcio de Staern, Laretei y Bergman se casaron. En 1962, nació su hijo Daniel.
Bergman, entonces de 40 años, reflexionó en 1962, sobre ese momento de su vida: “Querer a alguien. Que alguien te quiera. Una experiencia rara, la de sentir comunión y contacto ininterrumpido. El rostro de Käbi marcado por el dolor y el insomnio, sus esfuerzos, el paisaje de su alma, el orgullo y la humildad, la fuerza y la alegría. Tendré que vivir encerrado en eso. Pase lo que pase y venga como venga el futuro (todo se me antoja posible) ésta es la mejor parte de mi vida y, según creo, es del todo decisiva para continuar”, reflexionaba en sus Cuadernos de trabajo.
Sin embargo, apenas cuatro meses después, Bergman hacía balance de aquellos años de deriva sentimental y escribía en esas mismas páginas. “En estos momentos estoy solo, después de haber dejado a mis espaldas varios matrimonios. (Y me costó un buen dinero, debo decir). Tengo muchos hijos a los que conozco sólo someramente o a los que no conozco en absoluto. Mis fracasos humanos son incontables. Por eso me esfuerzo en ser el artista perfecto”.
Laretei contribuyó con la música a varias de las películas de Bergman. Hizo una breve aparición en el filme Fanny y Alexander y Bergman se inspiró en ella para Sonata de otoño, en la que también actuó de doble sin aparecer en los créditos, en las escenas en las que el personaje de Ingrid Bergman toca el piano. Además de dedicarle Detrás de un vidrio oscuro o Como en un espejo. Después de seis años, el matrimonio terminó, pero la relación continuó en la forma de una amistad de por vida.
Liv Ullmann (1965-1970). Paradójicamente, el cine lo llevó hasta la siguiente mujer de su vida. Liv Ullmann conoció a Bergman a través de Bibi Andersson, a quien Ullmann había conocido durante el rodaje de un cortometraje. Una razón crucial para obtener el papel en Persona fue su similitud física con Andersson, y se convirtió en la primera no sueca en interpretar un papel importante en una película de Bergman.
Bergman se enamoró perdidamente. Veinte años más joven que él, se convirtió en su amante, en su musa y en la madre de su hija la escritora Linn Ullmann: “Liv es mi última posibilidad y no soy con ella como debería. Tiene que poder confiar en mí y recuperar la alegría”, escribía en 1966, año en que nació su hija y que se estrenó Persona.
Se dice que no hubo mayor amor y musa para Bergman que Liv, a la cual además de dirigirla en 10 ocasiones, le construyó una casa en la Isla de Faro, el que lugar favorito de Bergman. El confió en Liv su propia vida, haciéndola partícipe no de sus estudios o proyecciones variopintas feministas o de mortandad, sino de sus relatos biográficos más íntimos y personales.
A pesar de nunca casarse y de su separación en 1970, Ingmar y Liv siguieron frecuentándose debido al gran amor, estima y admiración entre ambos en una relación que se extendió a más de 40 años. Antes de fallecer el cineasta, Liv declaró que sintió algo tan especial que voló de inmediato para estar a su lado sabiendo que Ingmar estaba por morir, queriéndolo abrazar una vez más para expresarle su amor y significado en su vida.
Ingrid von Rosen (1971-1995). Con su quinta y última esposa, Bergman sentó la cabeza y descubrió una inédita felicidad. Bergman escribió que conoció a Ingrid von Rosen en 1957 y tuvo un romance intermitente con ella hasta 1969.
Gracias a Ingrid von Rosen el 14 de julio de 1978, en su 60º cumpleaños, el director reunió a sus nueve hijos por primera vez en su vida. La cita tuvo lugar en su casa de la isla de Fårö, su último refugio. Cuando en 1995 Rosen murió víctima de un cáncer de estómago a los 65 años, Bergman cayó en depresión. Ni siquiera era capaz de escribir.
Aunque siguió trabajando hasta los 85 años, en 2006 el cineasta se sometió a una cirugía de cadera de la que nunca se recuperó. En la Isla de Farö vivió hasta el final rodeado de mujeres: las cuatro enfermeras que se encargaban de cuidarlo, pero también las exmujeres y examantes que lo visitaban.
Bergman, quien llegó a decir que sus películas eran su “amante más exigente”, falleció el 30 de julio de 2007 a los 89 años. Liv Ullmann, uno de sus grandes amores, estuvo a su lado cuando el director dio su último suspiro. Él había planeado hasta el último detalle de su propio funeral: escogió la música y el ataúd, vetó las flores de colores y a los invitados famosos. Y dejó muy claro dónde y con quién quería ser enterrado, mirando al mar y junto a su última esposa y el gran amor de su vida.
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