Escenario

Jimena Montemayor, “Las simples cosas” y la mirada infantil hacia el duelo

La cineasta mexicana exhibe en cines mexicanos su más reciente filme Restos de viento, que habla sobre el luto.

Retrato de una mujer joven
Retrato de una mujer joven Retrato de una mujer joven (La Crónica de Hoy)

"Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas. Esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón", canta Chavela Vargas en la hermosa y melancólica canción de “Las simples cosas”, que la cineasta mexicana Jimena Montemayor ocupa para entender el alma de su más reciente filme Restos de viento, que reflexiona sobre lo que ocurre con una familia cuando el papá muere.

Y es que el tema del luto pocas veces se ha abordado en el cine mexicano con el humanismo y la sensibilidad que Montemayor muestra en este largometraje. Utiliza el concepto de la muerte y lo vuelve un perfume que poco a poco lleva a sus personajes a mostrar su resistencia emocional ante la pérdida, sin chantajear la reacción del espectador. La película misma canta a través de sus escenas esa representación del tema de Chavela: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida; Y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas”.

“Es una película que habla sobre la ausencia, sobre las resistencias internas que generamos como adultos. La adicción, pero desde el punto de vista de que es un proceso; uno no se vuelve adicto de un día para otro y no lo deja de tajo, sino que es un proceso que está relacionado con las emociones; es como la depresión, que no sabes que la tienes hasta que sucede algo grave”, expresó la cineasta Jimena Montemayor, en entrevista con Crónica.

“Habla de la amnesia infantil; que olvidamos lo que es ser niños y que ellos entienden y tienen unas maneras de sanar, que debemos recuperar esa sensibilidad de todos tuvimos. Además, ver que la fragilidad de los padres es algo de lo que se puede aprender, que la tristeza no se debe ocultar, porque va a estar ahí, y si una pérdida no se habla te puede marcar por dentro”, agregó.

Restos de viento, situada entre los años 50 y 70, cuenta la historia de una familia que intenta reconstruirse luego de perder al padre. Carmen (Dolores Fonzi) es una mujer de 39 años, es la mujer que se queda viuda; su depresión la lleva a ser incapaz de enfrentar la situación, así que engaña a sus hijos y les dice que su padre volverá. Ana (Paulina Gil), es la hija mayor, tiene 10 años y ante la depresión de su mamá comienza a asumir una actitud adulta, mientras su hermano Daniel (Diego Aguilar) resiente la ausencia de su papá al tiempo que comienza a sentir una presencia extraña en su casa, que rebasa los límites de su imaginación. Los dos hermanos tratarán de ayudar a su madre a aceptar lo que no quiere ver.

Este proyecto nació antes de que la realizadora filmara su ópera prima En la sangre, en la que habló de los vínculos de las relaciones amorosas. Se había interesado por la muerte a través de conocer una historia, “había conocido a alguien que había tenido una pérdida y me pareció que, aunque hablaba con dolor del tema, le había dado una fuerza impresionante. Me parecía que lo que le pasó había marcado a un adulto fuerte y con un entendimiento de la vida”, dijo.

Sin embargo, el proyecto se detuvo. La cineasta enfrentó su propio camino para asimilar la pérdida y esa experiencia la plasmó en el filme: “En el proceso de escritura yo pierdo a mi padre y dos primitos se quedan huérfanos del padre. Ese año que ocurrió, los tres estuvimos unidos por la pérdida. Entonces fue entender y vivir aquello de lo que yo quería hablar. Antes de retomar al proyecto hice otra película, pero cuando regresé ya estaba en paz, y pude hablar de la muerte desde un lugar con más luz”, explicó.

Aunque desde el principio del proyecto sabía que había el personaje de un extraño espíritu que habita en la imaginación del más pequeño de sus personajes, su vivencia personal contribuyó a moldear el propósito de esta representación del dolor como un guía espiritual:

“Reflejé algo en él. Cuando una persona está cerca de ti habita ciertos espacios; cuando uno va a casa de su mamá hay ciertos elementos que disparan la presencia de esa persona aunque no esté. Así me pasó con mi papá, cuando murió empecé a sentir como empezó a invadir todos los espacios que no habitaba en vida, empecé a sentir como su ausencia se hacía presente en todos lados, tenía la sensación de estar cargando con mis muertos, que me acompañaban a lugares a los que antes nunca estuvieron en vida. Era un constante recuerdo de la ausencia”, enfatizó la cineasta.

“Por eso llega esta metáfora en la que te das cuenta como el duelo es una cosa muy oscura y aterradora que no entiendes. Te das cuenta que el tiempo va perdiendo capas y empiezas a sentir como esa muerte se va volviendo como un maestro y empiezas a humanizar a este monstruo que es la pérdida hasta que aprendes a ponerlo en su lugar y a habitar esa ausencia, que no se va a llenar pero sabes dónde puede vivir”, añadió.

La película destacó desde su estreno en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), en el 2017, en el que ganó premio a la Mejor Película Mexicana. También ganó en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés) y fue la mejor película del ­Atlanta Film Fest. Desde hace una semana se puede ver en la Cineteca Nacional y el circuito de salas de cine alternativas.

Restos de viento es una emotiva postal que nos recuerda “que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo”, canta Chavela.

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