
La velocidad con la que transcurre el tiempo se ha convertido en un obstáculo constante en nuestras vidas, orillándonos a entrar en una carrera vertiginosa y abrumadora, donde competimos en contra de nuestra propia percepción de un mundo revolucionado y carente de pequeños momentos de palpable felicidad; es por esto por lo que la nueva entrega del director norteamericano Clint Eastwood titulada The Mule (2019) se centra en una sencilla pero poderosa idea: “Menos es más”. Disfrutar cada minuto del camino es lo que Earl Stone (Clint Eastwood), protagonista de la historia, intenta llevar a cabo mientras su vida poco a poco se degrada debido a su falta de planeación a futuro.
El guion escrito por Nick Schenk está basado en el caso del veterano de guerra Leo Sharp, ex combatiente en la Segunda Guerra Mundial, quien fue detenido durante el 2011 por tráfico de cocaína, sirviendo al Cártel de Sinaloa por más de una década, y siendo conocido como El Tata debido a su avanzada edad (87 años).
El director de Million Dolar Baby (2004) nuevamente nos muestra su admirable capacidad para convertir una pequeña historia en un cúmulo de emociones bien distribuidas y trabajadas a lo largo de 116 minutos, creando personajes cuyos conflictos permean de forma casi inmediata en el espectador, formando un vinculo empático ante cada dialogo o situación presentada.
El uso de la redención como punto de desarrollo de la narrativa, es una constante en los personajes del director de 88 años, así como la reiterada renuencia ante la forma de resolver momentos de crisis de las nuevas generaciones. Podemos observar el uso de estas herramientas narrativas en sus obras anteriores como Gran Torino (2008), donde el protagonista posee un arco dramático basado en la autoaceptación ante los pecados de un pasado violento y minado de malas decisiones.
The Mule o La Mula utiliza a los personajes Colin Bates (Bradley Cooper) y Julio (Ignacio Serricchio) como contrapartes de Earl Stone, conocido como El Tata, para mostrar un intercambio de ideas respecto a las virtudes que el pasado aún tiene por ofrecer a nuestro globalizado presente.
La visión del narcotráfico mostrada en la película puede llegar a ser, por momentos, demasiado complaciente y conveniente para los protagonistas, perdiendo un poco de perspectiva hacia el verdadero trasfondo de dicho conflicto. Sin embargo, mostrar una cruda realidad no es la meta de Eastwood, sino todo lo contrario; al momento de utilizar el carisma y desentendimiento ante el peligro del personaje principal, nos damos cuenta de que el verdadero objetivo o mensaje se encuentra en la búsqueda de la paz interior, alimentada por la aceptación de los demonios que nuestro pasado puede albergar.
Si bien no podemos escapar al hecho de que los últimos trabajos de este director muestran, de forma más evidente, sus inquietudes personales ante una fragmentada sociedad estadounidense, cayendo por momentos en una critica cíclica que puede llegar a cansar a algunas personas; no podemos obviar el talento que este icono del cine posee para llevar sus pequeñas historias a un punto máximo de entretenimiento.
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