Opinión

A 45 años de su filmación la película Canoa sigue vigente

El lunes , en la clase de 19 a 21 horas de literatura contemporánea, propuse un cambio por esa vez. Los alumnos estuvieron de acuerdo. Vimos en YouTube la película Canoa dirigida por el gran Felipe Cazals, quien acaba de morir, filme con guión de Tomás Pérez Turrent y fotografía de Alex Phillips Jr. Los actores son todos extraordinarios Enrique Lucero, Ernesto Gómez Cruz, Salvador Sánchez, Malena Doria y otros muchos, cuya calidad actoral es más que reconocida. La filmaron en 1975 y ganó un premio especial del jurado en el Festival Internacional de Cine de Berlín. El tema es una constante en la Historia de los seres humanos : un pueblo pequeño, San Miguel Canoa, dejado de la mano de las autoridades, vive dominado por el cura, quien cobra a los habitantes por traer el teléfono, uno solo, dotarlos de agua, construir una pequeña carretera asfaltada. Se quejan algunos pobladores del dinero que deben darle, pero lo obedecen en todo. La historia ocurre en agosto de 1968, cuando en la ciudad de México se había intensificado el movimiento estudiantil, que al final sacudió al país el 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco y el gobierno reprimió brutalmente a los estudiantes, asesinando a varios. El cura de Canoa, desde su púlpito, arremete contra los muchachos del movimiento estudiantil, a los que considera temibles comunistas. Entretanto, cinco jóvenes trabajadores de la Universidad de Puebla quieren trepar por la montaña La Malinche, a cuyas faldas se encuentra Canoa. Van con gran entusiasmo, apenas abastecidos para realizar las ascensión . Los sorprende un interminable aguacero, así que buscan donde guarecerse en la noche. El cura les niega pasar la noche en la iglesia, hasta que un campesino, encarnado por Ernesto Gómez Cruz, les ofrece un espacio en su casa, con su mujer y sus hijos. Canoa tiene un par de micrófonos y bocinas en todo el pueblo. Las mujeres más cercanas al cura se valen de eso para arengar a los habitantes e ir tras los “estudiantes” universitarios, que seguro quieren hacer ondear en la iglesia, como les advierte el cura, una bandera rojinegra, hacerse del poder y llevarse a los animalitos de los muy pobres campesinos. El pueblo entero se arma de palos, antorchas y de lo que puede para linchar a los dizque estudiantes subversivos . Al primero que matan con vidrios rotos es a Lucas, el que le ha dado cobijo a los trabajadores de la Universidad. La persecución multitudinaria, la noche, la lluvia pertinaz son el espectáculo del filme, que a ratos se interrumpe por supuestas entrevistas a algunos personajes, entre otros al sacerdote. Hay un personaje que narra, interpretado por Salvador Sánchez, el testigo que todo lo ve y lo sabe, un Inca Cienfuegos a la manera de la La región más transparente de Carlos Fuentes. La parte de la turba enfurecida, en la que se incluyen a ratos fotografías de los verdaderos sucesos de Canoa, representa la xenofobia, la violencia sin fin de los envalentonados, la ignorancia, y la paranoia religiosa de un pueblo paupérrimo influido por el cura.

Archivo

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A cuarenta y cinco años de haberse estrenado Canoa, el filme sigue tan vigente como el primer día. Los linchamientos surgen de forma espontánea, en todos lados del mundo, debido a un hecho que llama al castigo inmediato o por motivos racistas, políticos o religiosos. La ira popular resulta peligrosa

¿Cuántas historias como Canoa habrán ocurrido en nuestro planeta? ¿Cuántas manifestaciones de ejercer supuestamente justicia por justicieros del momento, azuzados por una figura de autoridad, se habrán llevado a cabo? Pensemos en el Klu Klux Klan en el sur de los Estados Unidos, en los seguidores del nazismo en Alemania. Los linchamientos continúan aquí y allá, en Afganistán, en Israel, en el mismo México, en Brasil etcétera. También hay linchamientos online, pero de ellos trataremos en otra ocasión. Homo homini lupus, locución latina que significa “el hombre” (y se entiende que las mujeres) es el lobo del hombre.

La reivindicación del honor, de la creencia, de la bandera política puede convertirse en un arma potente.

Ejercer la penalidad de los cuerpos, como lo dijo Michel Foucault, ha sido una necesidad desde siempre: pegar, lastimar, infundir miedo o, en el caso extremo, matar. No olvidemos a la Inquisición, las torturas chinas, el Leng T´che, corte de los cien pedazos que llevaban a cabo cirujanos chinos para que las incisiones fueran precisas, motivo del extraordinario libro Farabeuf (México:1965) de Salvador Elizondo. El suplicio ha abundado en todas las culturas.

Esto es harina de otro costal, por lo pronto, recomiendo infinitamente ver una de las grandes películas mexicanas, Canoa, en homenaje a Felipe Cazals y al cine y para recordar lo que no quisiéramos que ocurriera nunca más.