Aunque el cierre de operaciones de Aeromar era un asunto que ya se esperaba, no por eso es menos doloroso y traumático para quienes están involucrados en ello. Un recuento de los daños nos lleva a pensar en los casi 700 trabajadores que quedaron sin empleo (sin duda los más afectados) y en los empleos indirectos que se generaban en las distintas estaciones que servía la empresa.
Ahora se verán los efectos en otros ámbitos, como en aquellos aeropuertos que se quedarán sin vuelos, pues aunque muchas rutas serán cubiertas por otras empresas, habrá casos donde sea más complicado, ya sea porque el aeropuerto de destino sea muy pequeño o porque simple y llanamente no haya mercado.
Es verdad que por muchos años se advirtió que la deuda que venía arrastrando la empresa iba a hacer crisis en algún momento. Pero también es cierto que se buscó de muchos modos encontrarle una salida al problema, incluido recurrir a la presidencia de la República para que apoyara a los trabajadores y se buscara una salida buena para todos. También, hacia el final, hubo un empresario interesado pero que -según dicen fuentes cercanas al proceso- pedía condiciones que el gobierno no pudo respaldar, como plazos largos y quitas muy onerosas de adeudos.
El hecho es, pues, que Aeromar sale del aire y esto empobrece a nuestra industria aérea, aunque su mercado se absorba de otros modos. Lo mismo puede decirse de Interjet y de Mexicana de Aviación, empresas que desaparecieron junto con otra veintena en los años anteriores. En los últimos 25 años hay un promedio de una quiebra de aerolínea por año, lo cual habla de la triste realidad de este país: degradado, sin recursos para inyectarle a un sector que contribuye a crear riqueza, con una infraestructura aeroportuaria diseminada por todo el país, semiutilizada y famélica.
Pero, sobre todo, es un sector sin política pública que muestre que entre las prioridades del gobierno esté apuntalar el desarrollo de sectores como el turismo, el comercio, el intercambio con nuestros paisanos, el crecimiento de talleres de mantenimiento, de escuelas de aviación, de centros de adiestramiento, de empresas de manufactura aeroespacial.
Algo más, sin embargo, es parte de esta debacle de una empresa que por muchos motivos era necesaria para el concierto del transporte aéreo en nuestro país: el sentimiento de que nadie sabe qué hacer, a pesar de que tenemos miles de trabajadores y de profesionales de la aviación que están tan o más capacitados que nuestros competidores en el exterior. Incluso tenemos a un mexicano que ha sido presidente del Consejo de la Organización Internacional de Aviación Civil (OACI), el Ing. Roberto Kobeh González. Tenemos tripulantes que han ocupado la presidencia de la máxima organización de pilotos en el mundo, IFALPA, y otros más que han sido funcionarios de alto nivel de organismos como la IATA y han aportado mucho. Tal parece que tenemos el remedio en casa, pero no sabemos verlo. Y, como siempre: nos falta una política que dé por terminado el ciclo de derrotas.
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio. E-mail: raviles0829@gmail.com
Copyright © 2023 La Crónica de Hoy .