Opinión

Alito y Cuauhtémoc, basura priista

Códice

La captura de Cuauhtémoc Gutiérrez es una de las buenas noticias del año que termina esta misma noche. El ex líder del PRI capitalino ilustra de manera fiel la descomposición de ese partido en la CDMX, que por años dependió de los apoyos que pudo brindarle el llamado Rey de la Basura. No adelanto el fallo de los jueces sobre las graves acusaciones que pesan sobre Gutiérrez, se le asigna la presunción de inocencia, pero no puedo dejar de preguntarme cómo esperaban los dirigentes priistas que los ciudadanos se acercaran a ellos con un tipo como Gutiérrez al frente del partido. ¿En qué estaban pensando?

Las acusaciones en su contra de tejer una red de prostitución para beneficio personal, desde la oficina de la presidencia del PRI en la capital, usando los recursos del partido para “contratar” a las muchachas, se difundieron ampliamente hace años. Todo mundo estaba enterado, pero en el PRI no hubo, para vergüenza de ese partido, voluntad política para deslindarse de él y los gobiernos perredistas de la CDMX prefirieron no hacer olas y dejar que el tiempo hiciera el trabajo sucio para propiciar la impunidad.

Reconozco en Claudia Sheinbaum y Ernestina Godoy la voluntad política de poner un límite a la impunidad y el descaro. Queda esperar un caso bien fundamentado para evitar rendijas y que por fin se sepa toda la verdad de lo ocurrido. Gutiérrez es hábil, tiene recursos y conoce a jueces que suelen ser, digamos, receptivos a sus necesidades, de modo que hay el riesgo real de que en poco tiempo está de regreso en las calles. Causa pena ajena recordar que Cuauhtémoc recibió ayuda de mujeres para satisfacer sus deseos. Algunas de ellas también están detenidas y según dicen sus declaraciones serán definitivas en el caso contra Cuauhtémoc. Acaso pueda cerrarse un caso arquetípico de la picaresca política mexicana.

El principio del fin

El PRI está en ruta de convertirse en un partido franquicia dispuesto a juntarse a partidos grandes que paguen generosamente su apoyo. Tiene cuatro gubernaturas, dos de las cuales puede perder el año que entra, las de Hidalgo y Oaxaca, para quedarse solo con dos para el 2023, Edomex y Coahuila, que son las únicas que lo mantienen con presencia en el país. Si por alguna mala jugada del destino también pierde ahí, el partido caerá en la lista de instituciones en peligro de extinción.

El actual dirigente nacional. Alejandro Moreno, está haciendo todo para que así ocurra, comenzando con pelearse con los muy pocos gobernadores priistas que han sobrevivido a la arremetida de Morena. Su pleito más reciente, con el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, muestra el talante autoritario de Alito que olvida que un partido como el PRI, en la orfandad presidencial, exige un intenso trabajo horizontal.

Imponer decisiones como lo ha hecho, actuando como si las siglas fueran su patrimonio, solo resquebraja más al cuarteado instituto político. Además, se conduce como si fuera un operador político de altos vuelos cuando lo cierto es que el 2021 el PRI perdió un montón de gubernaturas incluida la de Campeche, tierra del dirigente. Lo lógico es que al día siguiente de esa catástrofe Moreno hubiera presentado su renuncia, pero no. Ahí sigue, subido en su ladrillo, absolutamente mareado. Alito puede guiar a su partido al panteón político. Ignoro si tenga tiempo de corregir, pero los integrantes de los órganos de mando del tricolor están de brazos cruzados acaso aguardando el fin de una era, pensando que si pueden retirarse con sus “ahorros” sin que los inoportune la UIF se darán por bien servidos.

El final del PRI está a tiro de piedra. 

Cuartoscuro

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