El alma o espíritu
Estoy convencida que los actos que realizamos, los pensamientos que abrigamos, los sentimientos o emociones que experimentamos, todo, impregna su sello en nuestra propia alma. Nada es irrelevante. Por ello debemos cuidar nuestro proceder en la vida, procurar que nuestros pensamientos sean positivos, evitar que nos dañen sentimientos o emociones negativas.
Todos somos poseedores de un alma o espíritu que nos habita. Muchas personas no creen esto porque no lo han sentido o descubierto dentro de sí mismos, y como no lo ven, se rehusan a saber que lo poseen.
Yo en cambio lo siento, cuando me impulsa a realizar y lograr cosas impensables, que a mí misma me admiran y sorprenden. Y me doy cuenta que es mi espíritu, porque yo racionalmente no tengo con ciencia de haber tomado esa decisión en ciertos momentos.
Sé que poseo un alma fuerte e inquieta, cada día la descubro más, ahora está más presente en mi vida diaria, nadie alcanza a verla pero yo la siento palpitar en mi ser. Ahora me acompaña, me asesora, me busca si me olvido de ella, no me deja evadirme, quiere ser partícipe al cien por ciento de mi vida, es mi compañera, jamás estoy sola, siempre está conmigo y además tiene conexión con los invisibles empezando por Dios mismo. Así que hasta por conveniencia yo también deseo que siga habitando dentro de mí.
Pero por el momento soy muy imperfecta, me abriga el EGO como a la mayoría de los humanos. Quiero superarme, pero a veces me exalto por cosas insubstanciales y en cambio descubro que mantengo una gran compostura ante los eventos importantes o fuertes de la vida. Me doy cuenta que el espíritu es impredecible, nunca pide permiso para hacernos actuar y nosotros solo obramos en consecuencia.
Yo oculto mi alma de quienes considero no tienen la capacidad de compartir ideas profundas acerca de la sensibilidad y la espiritualidad. Me autocontrolo para no mostrar cómo soy realmente. Puedo escuchar superficialidades o banalidades por un breve tiempo, pero me aburro e inmediatamente me excuso y me muevo del entorno que no me agrada. Que impotencia no poder ver el alma de la gente, y así poder apartarnos a tiempo de las personas que no tienen el alma bella y, que al acercarse a nosotros quizá puedan manchar la nuestra.
Me doy cuenta de que poseo un espíritu muy inquieto, que siempre me impele a estar en movimiento. Me cuesta mucho trabajo refrenarlo, en ocasiones siento que se aloca, parece un caballo sin brida, pero siempre corre en busca de su libertad. Entonces quisiera controlarlo, dirigirlo, porque pienso que si todo ese ímpetu estuviera encausado en una sola dirección, ¡qué cosas no lograría!
Comprendo que dominar mi alma o espíritu es el trabajo de toda una vida y que una vida es muy corta para una meta tan grande, pero como me alegra saber que cuento con él para vencer los retos futuros, saber que me cuida y me orienta; por lo tanto, pienso seguir escuchando sus llamadas de atención, porque cuando las sigo, nunca me equivoco.