Opinión

La CIA, Allende, Pinochet y Boric

La nota de la semana en América Latina es el triunfo de Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de Chile. Se trata de un joven Millennial, treintañero, que se dio a conocer hace apenas diez años en su calidad de líder estudiantil. Encabezó una alianza de fuerzas de izquierdistas. Lo más a la izquierda que registra ese país desde los tiempos de Salvador Allende y la Unidad Popular.

EFE

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Su triunfo liberó fantasmas que todavía arrastran cadenas en las pesadillas de millones de chilenos que no han podido olvidar, no pueden hacerlo, los horrores del golpe que dio paso a la dictadura y que tuvo entre sus protagonistas a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.

La intervención de la CIA en el golpe de Estado de Augusto Pinochet está profusamente documentada, entre otras razones porque la Casa Blanca no tuvo el menor interés en borrar sus huellas. Al contario, quiso mandar el ominoso mensaje de que los países del continente que se salieran del huacal y coquetearan con el socialismo pagarían con sangre su osadía. No debe olvidarse que era la etapa de la llamada Guerra Fría.

Se han hecho públicos documentos, informes, cables, entrevistas que no dejan lugar a dudas de que las manos que mecieron la cuna fueron las de Richard Nixon y Henry Kissinger que se obsesionaron con derrocar a Allende. No descansaron hasta que el general Pinochet dio la orden de bombardear el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973.

El gobierno de Estados Unidos tomó la decisión de evitar, al costo que fuera, el establecimiento de una nueva Cuba en América. Las agencias norteamericanas se metieron al proceso político chileno por lo menos diez años antes del triunfo de Allende. Daban costales de dólares a los grupos anti comunistas y patrocinaban campañas para desprestigiar a todo lo que oliera a izquierda. Hay documentos que sostienen que desde tiempos del presidente Kennedy había temores fundados del triunfo de la izquierda y de ahí el dinero entregado a políticos como Eduardo Frei, de la social democracia, que lo recibieron con los brazos abiertos.

A pesar de todo eso, Salvador Allende ganó la elección del año 70 y Estados Unidos lo tomó como una afrenta. Significaba la expansión de las ideas marxistas en el continente. Nixon fue un crítico constante de la tibieza de las administraciones demócratas que no pararon en seco la aventura de Fidel Castro en Cuba. No quería pasar a la historia como el presidente norteamericano que permitió otro régimen comunista.

Emprendieron entonces acciones en todos los frentes. Se intensificaron los contactos de la CIA con los mandos del Ejército de Chile. No fue tan sencillo encontrar un traidor a la democracia. Se reunió en Santiago un grupo de agentes de la CIA con experiencia en boicotear procesos en otros países latinoamericanos. Se trabajó intensamente desde el Congreso chileno para acusar a Allende de violar de manera sistemática la Constitución del país y pretender establecer un régimen totalitario. La CIA también financió a periodistas y periódicos que estaban en contra de la Unidad Popular. No todo fueron acciones encubiertas, también se puso en marcha un boicot económico y por todas las calles se comenzó a hablar de una inminente acción de fuerza protagonizada por el Ejército comandado ya por Augusto Pinochet, un general dispuesto a la traición y con vocación de dictador. Esos fantasmas, que todavía arrastran sus cadenas, recorren las calles chilenas.