Opinión

La desafortunada brecha de género en la productividad laboral

Las empresas informales propiedad de mujeres 
tienen una productividad laboral media un 15,6% inferior a las 
empresas cuyos dueños son hombres, lo que refleja brechas 
similares observadas en el sector formal. Esto subraya la 
necesidad de realizar intervenciones normativas específicas en 
el sector informal.
En segundo lugar, la diferencia de productividad se ve 
impulsada tanto por el efecto de “dotación” como por los 
efectos “estructurales”. El efecto de “dotación” se refiere al 
modo en que las diferencias en el nivel de los factores que 
aumentan la productividad como la educación, la experiencia y 
los recursos repercuten en la brecha de productividad. La diferencia de productividad se ha 
ampliado significativamente (favoreciendo a los propietarios 
hombres) porque las propietarias mujeres tienden a tener menores niveles de educación, experiencia administrativa, 
vehículos, suministro de electricidad y gastos en seguridad.

Sin embargo, el menor tamaño de las empresas propiedad de 
mujeres reduce la brecha, ya que las empresas informales más grandes resultan ser menos productivas.

Además, las empresas 
que son propiedad de mujeres se benefician de su presencia 
desproporcionada en ciudades más productivas que las 
empresas cuyos dueños son hombres.

En cuanto a los efectos “estructurales”, estos se deben a que las 
empresas de propiedad de mujeres y de hombres se benefician 
de manera diferente de un determinado nivel de recursos.

La brecha de productividad se amplía 
porque las empresas de propiedad de mujeres se benefician 
menos de los factores específicos de una ciudad que afectan la 
productividad laboral que las empresas de propiedad de 
hombres, lo que sugiere que el desarrollo general de las 
ciudades no reduce necesariamente las diferencias por razón de 
género.

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Destaca también el problema de la seguridad. El gasto en seguridad se vincula a una mayor 
productividad laboral de las empresas de propiedad de 
hombres, mientras que el impacto en las empresas propiedad de 
mujeres es mucho menor y es estadísticamente insignificante; 
esta diferencia amplía la brecha de productividad.

La producción 
y las ventas basadas en contratos se asocian con una mayor 
productividad laboral de las empresas propiedad de mujeres, 
mientras que el impacto en aquellas que son propiedad de 
hombres es casi nulo. Todo indica que el fortalecimiento de las 
instituciones contratantes puede ser una forma eficaz de 
subsanar parte de la brecha de productividad basada en el 
género en el sector informal. 
En tercer lugar, la brecha de productividad es grande en todos los puntos de la distribución de la productividad laboral.

Sin embargo, la magnitud varía. La diferencia es mayor en los 
niveles o cuantiles más bajos de productividad laboral, y se 
reduce a medida que se asciende en la escala de productividad

Esto constituye un escenario en el que los “sticky 
floors” o “suelos pegajosos” es el problema principal, y los 
“glass ceilings” o “techos de cristal” tienen un papel secundario 
en la explicación de la brecha. Los “suelos pejagosos” se 
producen cuando, en relación con los hombres, a las mujeres les 
resulta difícil dejar de tener bajos niveles de productividad.

Sin embargo, una vez alcanzado un cierto nivel umbral de 
productividad laboral, las mujeres pueden competir con los hombres.

Por el contrario, los “techos de cristal” se producen 
cuando las perspectivas de las mujeres se ven limitadas más 
allá de un cierto nivel de productividad laboral en relación con los hombres.

La contribución de los factores individuales a la 
brecha también varía según la distribución de la productividad, 
lo que implica que la eficacia normativa puede aumentar 
significativamente orientando las políticas a las empresas 
informales pertinentes o a los propietarios que más pueden beneficiarse de ellas.

Luis David Fernández Araya

Economista