Opinión

Elecciones competitivas

Adam Przeworski, politólogo de origen polaco, tiene la virtud de la seriedad. No llega a conclusiones fáciles, a veces más bien llega a intuiciones; a las que arriba mediante el estudio serio y completo de su tema. Es un intelectual que, me parece, puede lo mismo moverse en cuestiones muy técnicas, así como explicar al público conceptos difíciles, es un autor importante para todas y todos quienes nos interesamos de forma permanente por la democracia.

En su libro “Crises of Democracy”, precisa lo que entiende por democracia: “un arreglo político en el que la gente escoge sus gobiernos a través de elecciones, y tiene posibilidades de remover a quienes están en el gobierno si ya no le gustan”, aceptando que es un concepto mínimo y meramente electoral.

Apunta algunos problemas de la democracia a partir de las expectativas que pueden formarse quienes participan en las elecciones, tanto quienes ganan como quienes pierden, estimando que los comicios permiten procesar los conflictos en la sociedad (no para terminarlos) siempre que se cumplan varios supuestos:

Primero, que los partidos estructuren adecuadamente los conflictos y los procesen a través de las elecciones, lo que supone un cierto grado de control sobre su militancia.

Segundo, que los partidos tengan incentivos para contender de acuerdo con las reglas (lo que implica que no pierdan todo ni ganen todo, o no de forma definitiva)

Tercero, que las instituciones representativas tengan la posibilidad de procesar tales conflictos con la participación de todas las fuerzas.

Entonces, esto apuna a que deben existir partidos fuertes e instituciones electorales también sólidas; si lo primero se da pero no lo segundo, no existirían mecanismos efectivos para garantizar que los actores políticos organizados se ciñan al derecho en sus actividades.

Ahora bien ¿por qué ha una crisis de la democracia? Lo primero que debemos tener en mente es que el diagnóstico depende de la definición de democracia, que en este caso Adam Przeworski ya nos ha dado, por tanto sus ideas pueden no ser aplicables a otros casos en los que se prefiera una definición más amplia o diversa. Lo segundo es que nuestro autor afirma que la democracia falla cuando se presenta alguna de los dos casos siguientes:

Si los resultados electorales no tienen ningún efecto en la vida de las personas. Todo sigue igual aunque se sustituya la élite gobernante; o si quienes ganan abusan de su poder para poder mantenerse en el gobierno al eliminar o reducir en gran medida la competitividad de las elecciones.

El primer elemento, me parece, es fácil de entender. Si la ciudadanía vota por un partido, con la expectativa de que la situación general del país mejorará, esto no sucede; y decide votar por otra opción, sin que se presenten los resultados deseados, cabe suponer que la bondad misma de la idea democrática puede ponerse en cuestionamiento.

La competitividad partidista depende de factores tales como la fuerza y capacidad de convocatoria de cada uno; pero también de un diseño legal que les permita funcionar de manera permanente y eficaz, posicionando su ideología frente a la población de una manera efectiva; pero también implica que las autoridades estén prontas a neutralizar los actos que atenten contra la equidad.

Estos puntos, que extraigo de las ideas de Przeworski, pueden ser útiles al momento de estudiar las distintas propuestas de reforma electoral que se han presentado, bajo la idea de fortalecer la competitividad y equidad de nuestras elecciones.

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